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¡Guerra!, clamo ante el altar
el sacerdote con ira;
¡guerra!, repitió la lira
con indómito cantar;
¡guerra! gritó el despertar
el pueblo que al mundo aterra;
y cuando en hispana tierra
pasos extraños se oyeron.,
hasta las tumbas se abrieron
gritando: ¡Venganza y guerra!......
(Bernardo López García 1840-1870)
Pero la cosa empezó en la hoy Comunidad de Madrid. Estamos en el 1808, “El Sistema” estaba pervertido. Las consecuencias de la derrota de Trafalgar recayó sobre los mas desfavorecidas de la población española, como siempre; a lo que se sumó el descontento y las intrigas en la Corte. El Príncipe de Asturias luego Fernando VII (el Felón) y sus apoyos aristocráticos, receleban de nuestro paisano Godoy y sus tejemanajes políticos, además de sus relaciones con María Luisa de Parma.
Tampoco el clero estaba muy contento, pues ya se veía venir lo de las desamortizaciones, hecho que pasó ya muerto Fernando y reinando bajo tutela su hija Isabel.
Pasaron muchas cosas desde ese dieciocho de marzo hasta el dos de mayo, o sea, hoy, pero de hace doscientos dos años. Ante la incertidumbre política, los madrileños armaron la marimorena, quiero decir que se amotinaron en protesta por lo que estaba pasando y entonces, los reprimieron usando la fuerza bruta, en este caso ejercida por soldados franceses que estaban por aquí en virtud del Tratado de Fontainebleau. Cargaron los mamelucos, que eran una unidad de caballería formada por egipcios al servicio de Napoleón, se produjo en La Puerta del Sol, kilómetro Cero del sistema radial de carreteras. Resistió el Cuartel de la Montaña, donde murieron muchos madrileños que acudieron para ayudar a los soldados artilleros, que también murieron muchos, y Daoíz y Velarde y Ruíz y Manuela Malasaña o Malasagne, que era hija de francés y española, o Clara del Rey, otra mujer que ayudó a los defensores junto con su marido y sus tres hijos.
Aquello fue la señal, el chispazo que lo incendió todo, ese mismo día por la tarde llegó la noticia a Móstoles llevada por los que huían y allí, Juan Pérez de Villamil, que era Secretario del Almirantazgo y Fiscal, redacto el bando que ha pasado a la historia como: el Bando de los Alcaldes de Móstoles, Andrés Torrejón y Simón Hernández, alcaldes, sólo lo firmaron. En el inicio ese bando era para avisar a los pueblos de los alrededores y de la carretera de Extramadura de los que estaba pasando en la Villa para que acudieran a socorrerla, pero la cosa se amplió como se amplían las ondas que se forman el tirar una piedra en un charco. Fue la declaración de guerra.
Después vinieron las batallas, Bailén, La Albuera, el sitio de Cádiz, Arapiles, San Marcial, Los Bruch y su tambor, el Sitio de Zaragoza con su heroina, otra mujer, barcelonesa, de nombre Agustina.
Guerra!, clamo ante el altar
el sacerdote con ira;
¡guerra!, repitió la lira
con indómito cantar.
Salud.
¡Guerra!, clamo ante el altar
el sacerdote con ira;
¡guerra!, repitió la lira
con indómito cantar;
¡guerra! gritó el despertar
el pueblo que al mundo aterra;
y cuando en hispana tierra
pasos extraños se oyeron.,
hasta las tumbas se abrieron
gritando: ¡Venganza y guerra!......
(Bernardo López García 1840-1870)
Pero la cosa empezó en la hoy Comunidad de Madrid. Estamos en el 1808, “El Sistema” estaba pervertido. Las consecuencias de la derrota de Trafalgar recayó sobre los mas desfavorecidas de la población española, como siempre; a lo que se sumó el descontento y las intrigas en la Corte. El Príncipe de Asturias luego Fernando VII (el Felón) y sus apoyos aristocráticos, receleban de nuestro paisano Godoy y sus tejemanajes políticos, además de sus relaciones con María Luisa de Parma.
Tampoco el clero estaba muy contento, pues ya se veía venir lo de las desamortizaciones, hecho que pasó ya muerto Fernando y reinando bajo tutela su hija Isabel.
Pasaron muchas cosas desde ese dieciocho de marzo hasta el dos de mayo, o sea, hoy, pero de hace doscientos dos años. Ante la incertidumbre política, los madrileños armaron la marimorena, quiero decir que se amotinaron en protesta por lo que estaba pasando y entonces, los reprimieron usando la fuerza bruta, en este caso ejercida por soldados franceses que estaban por aquí en virtud del Tratado de Fontainebleau. Cargaron los mamelucos, que eran una unidad de caballería formada por egipcios al servicio de Napoleón, se produjo en La Puerta del Sol, kilómetro Cero del sistema radial de carreteras. Resistió el Cuartel de la Montaña, donde murieron muchos madrileños que acudieron para ayudar a los soldados artilleros, que también murieron muchos, y Daoíz y Velarde y Ruíz y Manuela Malasaña o Malasagne, que era hija de francés y española, o Clara del Rey, otra mujer que ayudó a los defensores junto con su marido y sus tres hijos.
Aquello fue la señal, el chispazo que lo incendió todo, ese mismo día por la tarde llegó la noticia a Móstoles llevada por los que huían y allí, Juan Pérez de Villamil, que era Secretario del Almirantazgo y Fiscal, redacto el bando que ha pasado a la historia como: el Bando de los Alcaldes de Móstoles, Andrés Torrejón y Simón Hernández, alcaldes, sólo lo firmaron. En el inicio ese bando era para avisar a los pueblos de los alrededores y de la carretera de Extramadura de los que estaba pasando en la Villa para que acudieran a socorrerla, pero la cosa se amplió como se amplían las ondas que se forman el tirar una piedra en un charco. Fue la declaración de guerra.
Después vinieron las batallas, Bailén, La Albuera, el sitio de Cádiz, Arapiles, San Marcial, Los Bruch y su tambor, el Sitio de Zaragoza con su heroina, otra mujer, barcelonesa, de nombre Agustina.
Guerra!, clamo ante el altar
el sacerdote con ira;
¡guerra!, repitió la lira
con indómito cantar.
Salud.