Decía mi agüelo, que ahí había un hombre que decía ayyyy, pero que hay, muchos que patinamos y sin darnos cuenta, cuando queremos decir ahí, decimos hay. Me pasó el otro día y hoy me doy cuenta del yerro. Errar será, pedir al personal del desalmendrado, que amplíen la noticia de la trifulca que hubo entre picolos y gitanos lusos este domingo pasado en el pueblo donde nació el insigne poeta y dramaturgo Don Bartolomé Torres Naharro.
¡Qué digo error! Mejor será decir que es cosa de ilusos pagilusos, pues está ya más que demostrado que, igual que nadie va a llevar agua a tus caños, ni va a arreglar un parque tan depauperado, tampoco va a rebajarse hasta el extremo, de hablar con esos almendralenses que están por las Españas descarriados, pues ya se sabe, que juntarse con bobos no es costumbre de seres tan bien formados y asentados, en el entorno donde rige esa ley a la que llaman omertad los sicilianos.
Aplaudo a rabiar a los hunos y a los hotros, a ambos dos, pues me da igual el motivo que esgrimen para ignorar, a tanta gente que ya no está en este lugar donde el almendro sólo es testimonial. Y el menos común de los sentidos, la razón y la capacidad para recapacitar y sin embargo; se rinde honor a la abstracción, al odio y al despecho y está en vigor, el no hacer aprecio, para que quede bien patente, el inmenso desprecio que se merecen toda esa gente, que un día aún no lejano, tuvieron que emigrar para dar de comer a sus descendientes o ascendientes y que ahora están, donde Cristo perdió el gorro una vez más. Como antes lo había perdido en el almendral pero con la particularidad de pasar por alto o ignorar, que ser agradecidos es cosa de bien nacidos. Virtud que en estos pagos no se da.
Por eso mocita, no esta nada de más que ahora que se aproxima esa semana trágica, converses seriamente con la nacida en Magdala y, de mujer a mujer, de ídolo a diosa, pongáis sobre el tapete todas estas cosas, pues es el momento crucial, no en el agosto, cuando todo es charanga y pandereta y se explotan todas la banalidades tontas.
Salud.
¡Qué digo error! Mejor será decir que es cosa de ilusos pagilusos, pues está ya más que demostrado que, igual que nadie va a llevar agua a tus caños, ni va a arreglar un parque tan depauperado, tampoco va a rebajarse hasta el extremo, de hablar con esos almendralenses que están por las Españas descarriados, pues ya se sabe, que juntarse con bobos no es costumbre de seres tan bien formados y asentados, en el entorno donde rige esa ley a la que llaman omertad los sicilianos.
Aplaudo a rabiar a los hunos y a los hotros, a ambos dos, pues me da igual el motivo que esgrimen para ignorar, a tanta gente que ya no está en este lugar donde el almendro sólo es testimonial. Y el menos común de los sentidos, la razón y la capacidad para recapacitar y sin embargo; se rinde honor a la abstracción, al odio y al despecho y está en vigor, el no hacer aprecio, para que quede bien patente, el inmenso desprecio que se merecen toda esa gente, que un día aún no lejano, tuvieron que emigrar para dar de comer a sus descendientes o ascendientes y que ahora están, donde Cristo perdió el gorro una vez más. Como antes lo había perdido en el almendral pero con la particularidad de pasar por alto o ignorar, que ser agradecidos es cosa de bien nacidos. Virtud que en estos pagos no se da.
Por eso mocita, no esta nada de más que ahora que se aproxima esa semana trágica, converses seriamente con la nacida en Magdala y, de mujer a mujer, de ídolo a diosa, pongáis sobre el tapete todas estas cosas, pues es el momento crucial, no en el agosto, cuando todo es charanga y pandereta y se explotan todas la banalidades tontas.
Salud.