La fruta no solía entrar en casa de los Durán. Miguel aprendió lo que era comer todos los días los mismos platos, lo que era desear que llegara el domingo para que su madre hiciera picadillo y sopas de ajo con uvas. Ahora, eso sí, cuando había matanza se ponía las botas, como el día en que su padre tuvo que sacrificar el único cerdo que tenían porque se le había roto la asadura[12] y estaba que se moría.