Catorce de abril del año en curso mocita, y seguimos como hace ya doscientos años. Los más débiles recibiendo guantazos y los mismos de siempre repartiéndolos, ¡cómo no! Y es que hay hábitos, que una vez adquiridos, son muy difíciles de erradicar, pero habrá que hacerlo. Día llegará en el que el ordeno y mando, se sustituya por unas leyes democráticas que se puedan aplicar a todas las personas sin distinción por su lugar de nacimiento, condición, tendencia sexual, ideas, o cualquier otra circunstancia política o social. Pero sospecho, a juzgar por lo que veo y leo, que eso va para largo.
Las leyes, así en general, parecen buenas. Lo malo es que hay quienes las aplican según su propia conveniencia, si les favorecen sí, a su lado sin fisuras, pero si no, ¡ay ayayay mozuela! La cosa son otros cantares.
Veamos: la pederastia sin ir más lejos. ¿No es un delito tipificado en el Código Penal español y en los del resto de mundo? ¿Entonces?
Otro: caciquismos, curruptelas, apaños y trapicheos.
Ítem más, ahora yo mando cerrar un periódico cualquiera y siete años después dicen que la cosa no fue legal. En ese tiempo se han muerto algunos, otros se han quedado en la ruina y, ¿quién paga el estropicio? ¿Quién va a pagar coño, el Estado, el Pueblo, Hacienda que somos todos, la mayoría para pagar a toca teja y otros, para chupar todo lo que puedan.
Luego sigo, que voy a tomar las once.
Salud.
Las leyes, así en general, parecen buenas. Lo malo es que hay quienes las aplican según su propia conveniencia, si les favorecen sí, a su lado sin fisuras, pero si no, ¡ay ayayay mozuela! La cosa son otros cantares.
Veamos: la pederastia sin ir más lejos. ¿No es un delito tipificado en el Código Penal español y en los del resto de mundo? ¿Entonces?
Otro: caciquismos, curruptelas, apaños y trapicheos.
Ítem más, ahora yo mando cerrar un periódico cualquiera y siete años después dicen que la cosa no fue legal. En ese tiempo se han muerto algunos, otros se han quedado en la ruina y, ¿quién paga el estropicio? ¿Quién va a pagar coño, el Estado, el Pueblo, Hacienda que somos todos, la mayoría para pagar a toca teja y otros, para chupar todo lo que puedan.
Luego sigo, que voy a tomar las once.
Salud.
Apologetas del miedo campan libre en las Españas sembrando terrores nuevos con antiguas artimañas de las que conocen todas las mañas.
Saltimbanquis y banqueros amen de otros facinerosos con gabanes bien planchados inoculan odio y miseria en los débiles humanos con lo que obtienen beneficios mientras se frotan sus blancas manos.
Oficiantes terroríficos envían a sus monaguillos vayan a voltear campanas para que el sencillo tiemble y no vea sus martingalas.
Aúllan cánidos rabiosos con más miedo que vergüenza con el rabo entre las patas disputándose entre ellos una parte de la carnaza, y chuchos de medio pelo con más pulgas que un estercolero se unen a esa manada para recoger las migajas.
Ululan por todas partes sirenas almibaradas que loan las excelencias en su supina inconsciencia del amo que mal les paga.
Arrebatados sirvientes del credo ande yo caliente esparcen sin cesar cizaña intentando arraigue en la gente de mente poco labrada.
Marabuntas con sus zarabandas resuenan por todas partes mientras los pueblos cansinos de pagar pagan como han pagado siempre a los integrantes de estas bandas.
Entre tanta brutalidad afloran rencillas viejas y las bajezas humanas que habían estado soterradas.
Aves de rapiña vuelan en círculos egocéntricos para hacer de los vivos muertos con los que engordar sus panzas.
Suenan clarines y trompetas mientras impasible avanzan malvadas legiones negras que contra el suelo dan patadas mientras crece la desesperanza.
Zascandiles e inmorales de toda condición y laya elevan cantos de alabanzas a demonios que reviven y de los mortales hacen bufa y befa y chanza, precedidos de lebreles serviles todos juntos y en manada.
Mienten, rompen, rajan, revientan, manipulan y siempre engañan diciendo que los que les resisten son hordas malas.
En medio, un pueblo infeliz amante de Frascuelo y de María con el alma siempre quieta se entretiene, tocándose la pandereta.
Salud.
Saltimbanquis y banqueros amen de otros facinerosos con gabanes bien planchados inoculan odio y miseria en los débiles humanos con lo que obtienen beneficios mientras se frotan sus blancas manos.
Oficiantes terroríficos envían a sus monaguillos vayan a voltear campanas para que el sencillo tiemble y no vea sus martingalas.
Aúllan cánidos rabiosos con más miedo que vergüenza con el rabo entre las patas disputándose entre ellos una parte de la carnaza, y chuchos de medio pelo con más pulgas que un estercolero se unen a esa manada para recoger las migajas.
Ululan por todas partes sirenas almibaradas que loan las excelencias en su supina inconsciencia del amo que mal les paga.
Arrebatados sirvientes del credo ande yo caliente esparcen sin cesar cizaña intentando arraigue en la gente de mente poco labrada.
Marabuntas con sus zarabandas resuenan por todas partes mientras los pueblos cansinos de pagar pagan como han pagado siempre a los integrantes de estas bandas.
Entre tanta brutalidad afloran rencillas viejas y las bajezas humanas que habían estado soterradas.
Aves de rapiña vuelan en círculos egocéntricos para hacer de los vivos muertos con los que engordar sus panzas.
Suenan clarines y trompetas mientras impasible avanzan malvadas legiones negras que contra el suelo dan patadas mientras crece la desesperanza.
Zascandiles e inmorales de toda condición y laya elevan cantos de alabanzas a demonios que reviven y de los mortales hacen bufa y befa y chanza, precedidos de lebreles serviles todos juntos y en manada.
Mienten, rompen, rajan, revientan, manipulan y siempre engañan diciendo que los que les resisten son hordas malas.
En medio, un pueblo infeliz amante de Frascuelo y de María con el alma siempre quieta se entretiene, tocándose la pandereta.
Salud.