Vivimos tiempos revueltos y el empleo es muy precario.
En el Jerez de los Caballeros ahora se hace poco acero porque no lo quiere el mercado o los mercados. ¿Quien es ese o esos esos caballeros jinetes sobre jamelgos que cabalgan enarbolando sus enseñas de pendejos? ¿Quizá los del apocalipsis de los que habla añejo relato?
De allá de los extranjeros nos llegan vía Plaza Chica unas extrañas señales, y con lenguaje muy oscuro entre sanscríto y romano, destaca Bellotilandia y reyertas entre cofrades que, quizás, fueron hermanos y que ahora juegan al teto lanzándose imputaciones con argumentos freudianos.
En el país de los ciegos el corto de vista es rey y hasta alardea de lince sin dejar de ser humano con más vicios que virtudes por su condición de viejo.
En lo alto de su rama se repite el papagayo repitiendo su salmodia monótona como el altiplano en correcto castellano y no lejos, se perfila Nostradamus.
Rebuzna el burro en su establo presintiendo la cercanía de borrica o yegua hacia su harén de las bridas de su amo.
Para arreglar el cotarro dice la patronal del campo, que ha roto las relaciones con los que que no tienen otra herramienta que no sean sus propias manos, porque ellos quieren alzar en un euro la soldada y lo parias tozudos aspiran, a cobrar un poco más. Ejemplo de solidaridad que dan, en lo de apretarse la cincha. Igual dice Díaz Ferrán, que es una barbaridad la cosa esa del decretazo y que lo que hay que hacer es despedir sin más ni más y nada de contratar.
Bartolo toca su flauta en lo que una vez era un parque y la moza de la fuente se arregla bien los volantes de su míriñaque no sea que la coja la vaca y la deje con el culo al aire.
CATUNO, nuevo en la Plaza Grande hace décimas octasilábicas y nos deleita con su talante republicanote dispuesto a tirarse al monte.
Se nota una gran ausencia “por convenio” Pirilao, señor que baila de lao de perfil y de costao al que alguien ha censurao olvidando, puede ser, que es buena educación permitir la contradicción aunque sea a la oposición, pues de ahí surge el entendimiento entre una y otra facción.
De nuevo y al socaire, zarabanda, de Paterna las Peteneras, esos cantos ahora flamencos preñados de melancolía que yo oía siendo mostrenco por veredas entre chaparrales cuando iba a caer la tarde. Cuatro versos de ocho sílabas, cuatro, como torres berroqueñas apoyadas en los contrafuertes del ripio o la repetición.
¿Donde vas bella judía,
tan compuesta y a deshora?
Voy en busca de Rebeco
que estará en la sinagoga.
Quién te puso Petenera
no te supo poner nombre,
que debía haberte puesto
la perdición de los hombres.
Salud.
En el Jerez de los Caballeros ahora se hace poco acero porque no lo quiere el mercado o los mercados. ¿Quien es ese o esos esos caballeros jinetes sobre jamelgos que cabalgan enarbolando sus enseñas de pendejos? ¿Quizá los del apocalipsis de los que habla añejo relato?
De allá de los extranjeros nos llegan vía Plaza Chica unas extrañas señales, y con lenguaje muy oscuro entre sanscríto y romano, destaca Bellotilandia y reyertas entre cofrades que, quizás, fueron hermanos y que ahora juegan al teto lanzándose imputaciones con argumentos freudianos.
En el país de los ciegos el corto de vista es rey y hasta alardea de lince sin dejar de ser humano con más vicios que virtudes por su condición de viejo.
En lo alto de su rama se repite el papagayo repitiendo su salmodia monótona como el altiplano en correcto castellano y no lejos, se perfila Nostradamus.
Rebuzna el burro en su establo presintiendo la cercanía de borrica o yegua hacia su harén de las bridas de su amo.
Para arreglar el cotarro dice la patronal del campo, que ha roto las relaciones con los que que no tienen otra herramienta que no sean sus propias manos, porque ellos quieren alzar en un euro la soldada y lo parias tozudos aspiran, a cobrar un poco más. Ejemplo de solidaridad que dan, en lo de apretarse la cincha. Igual dice Díaz Ferrán, que es una barbaridad la cosa esa del decretazo y que lo que hay que hacer es despedir sin más ni más y nada de contratar.
Bartolo toca su flauta en lo que una vez era un parque y la moza de la fuente se arregla bien los volantes de su míriñaque no sea que la coja la vaca y la deje con el culo al aire.
CATUNO, nuevo en la Plaza Grande hace décimas octasilábicas y nos deleita con su talante republicanote dispuesto a tirarse al monte.
Se nota una gran ausencia “por convenio” Pirilao, señor que baila de lao de perfil y de costao al que alguien ha censurao olvidando, puede ser, que es buena educación permitir la contradicción aunque sea a la oposición, pues de ahí surge el entendimiento entre una y otra facción.
De nuevo y al socaire, zarabanda, de Paterna las Peteneras, esos cantos ahora flamencos preñados de melancolía que yo oía siendo mostrenco por veredas entre chaparrales cuando iba a caer la tarde. Cuatro versos de ocho sílabas, cuatro, como torres berroqueñas apoyadas en los contrafuertes del ripio o la repetición.
¿Donde vas bella judía,
tan compuesta y a deshora?
Voy en busca de Rebeco
que estará en la sinagoga.
Quién te puso Petenera
no te supo poner nombre,
que debía haberte puesto
la perdición de los hombres.
Salud.
Limpios cielos soleados
Catorce grados en mi pueblo y dos más en el Mediterráneo.
Se acerca la primavera con su explosión de colores
Las verdes acacias tornan su color a ocre y las esparragueras silvestres apuntan buenas maneras.
En los perfiles agrarios cantan alegre los pájaros y eso es porque presienten bonanzas en lontananza.
Cerezos y almendros reviven aquí en Levante sacudiéndose los carámbanos acumulados en el largo invierno y estallan en mil reflejos sus flores rosas y blancas.
Canta un mochuelo agorero en lo alto de una rama viendo con sus ojos grandes que diminutos insectos revolotean en nubarrones salidos de a saber dónde.
Las corujas se alimentan con el aceite fresco de la pasada cosecha depositado por gente buena en los candiles que aún hay en las iglesias.
Los cucos con sus parejas y plumas nuevas en sus uniformes, lo ven todo en blanco y negro con sus miradas deformes esperando hallar el nido que de cobijo a sus huevos para que avecillas incautas a sus crías atiborren.
Se desperezan los zorros y observan los gallineros esperando que el granjero se despiste el muy tontuelo para arrimar sangre nueva a su buche con alborozo.
En cuarto creciente la luna sin querer pone un contrapunto en la noche del aguafuerte donde bandadas de murcíélagos ocupan todo el espacio del almendral desalmendrado.
Salud
Catorce grados en mi pueblo y dos más en el Mediterráneo.
Se acerca la primavera con su explosión de colores
Las verdes acacias tornan su color a ocre y las esparragueras silvestres apuntan buenas maneras.
En los perfiles agrarios cantan alegre los pájaros y eso es porque presienten bonanzas en lontananza.
Cerezos y almendros reviven aquí en Levante sacudiéndose los carámbanos acumulados en el largo invierno y estallan en mil reflejos sus flores rosas y blancas.
Canta un mochuelo agorero en lo alto de una rama viendo con sus ojos grandes que diminutos insectos revolotean en nubarrones salidos de a saber dónde.
Las corujas se alimentan con el aceite fresco de la pasada cosecha depositado por gente buena en los candiles que aún hay en las iglesias.
Los cucos con sus parejas y plumas nuevas en sus uniformes, lo ven todo en blanco y negro con sus miradas deformes esperando hallar el nido que de cobijo a sus huevos para que avecillas incautas a sus crías atiborren.
Se desperezan los zorros y observan los gallineros esperando que el granjero se despiste el muy tontuelo para arrimar sangre nueva a su buche con alborozo.
En cuarto creciente la luna sin querer pone un contrapunto en la noche del aguafuerte donde bandadas de murcíélagos ocupan todo el espacio del almendral desalmendrado.
Salud