Si pregunto a alguien el porqué de que por aquí seamos tan aficionados a las matanzas, seguramente me dirá que es porque como hay muchas fincas de gran cantidad de hectáreas con muchas encinas y alcornoques donde viven y comen a sus anchas grandes piaras de puercos, que por eso.
Seguramente yo le contestaría que sí, que bueno, que será por eso, pero claro, hay matanzas y matanzas. Badajoz, la ciudad más poblada de la Región Autónoma, ha sufrido muchas a lo largo de sus más de mil años de existencia. Digo de personas no de cerdos y, como es natural, en mayor o menor medida, todas las de la hoy Comunidad. Siempre en el punto de mira de unas personas llegadas aquí desde otros confines peninsulares siguiendo el rastro del olor a rica miel.
Las más sonadas (matanzas) fueron quizás la de Sagrajas o al-Zallaqa, a un lado y otro del río Guerrero (vaya nombre), puede que el hoy Gévora o uno de sus afluentes, (no lo sé) por la parte de Valdebotoa, que fue un 23 de octubre de 1086 porque unos, los del norte, querían hacerse con las tierras y todo lo demás de otros, los del sur, que como es lógico, no querían dejárselas quitar. Aquella vez ganaron los del sur, pero, dicen, que Zalaqa quiere decir resbaladizo en árabe, y es que no había quien se aguantara de píe en aquél terreno una vez empapó hasta rebosar, tanta sangre.
Cuando lo de Aljubarrota, doscientos años después (14 de agosto de 1385) y ya por un desencuentro de interese entre católicos de la península, siguió una orgía de sangre y fuego en toda La Raya, en las que, los del lado de acá, llevaron la peor parte. Dicen, que fue por entonces cuando le prendieron fuego a San Matías, enclave agrícola a unos dos mil metros de la actual Almendral de Badajoz, mi lugar natal.
Más acá ya en el tiempo, los portugueses tomaron Batalyaws o Badajoz una o dos veces y, como es natural, esas cosas se hacían a sablazo limpio.
Después que Godoy le regalara a la reina María Luis de Borbón Parma, esposa de Carlos IV, padres del Felón rey Fernando VII, el ramito de naranjas y estando los franceses por aquí como Pedro por su casa, se habían atrincherado en Badajoz junto con tropas afines polacas y no había manera de echarlos de ella, aunque Wellington, al mando de un combinado portugués-anglo-español, lo intentó reiteradamente hasta que, un 6 de abril de 1812, a la cuarta, en medio de un carnicería de defensores y atacantes, cae la ciudad. (Es curioso, que entre todas las batallas con grandes pérdidas humanas que hubo en esos años, los historiadores se olvidaran de La Albuera y Badajoz, ambas, de las más crueles si no las más por el número de víctimas).
Hubo más, pero, ¡cualquiera las enumera todas! El caso es que otros doscientos años después, nos encontramos en nuestro enclave estratégico con otra matanza. Esta nos llegó desde África vía Sevilla-Emérita-Portugal y culminó un 4 de agosto del año 1936. Es, de todas, la más canallesca, porque españoles eran quienes se encargaron de ejecutarla en nombre de a saber qué dioses o intereses. Se asesinaba a la gente como el que mata conejos.
Nuestro Almendral, no podía ser menos, se inició la masacre un 19 de agosto del mismo año, cinco días después. El resultado final, fue la pérdida de unos trescientos vecinos entre los matados allí mismo y los que cayeron en los frentes de batalla o como consecuencias de la incivil contienda.
Un testigo directo que tuvo el acierto de describir los horrores que él pasó en aquellos años y las circunstancias en que los sufrió, fue nuestro paisano Victorino (Vitorino). Q. E. P. D.
Era un cristiano convencido, republicano liberal. Honrado y mejor persona.
Mañana, si no se me cruza mi única neurona que medio funciona, contaré algo de sus muchas vivencias.
Salud y República.
Seguramente yo le contestaría que sí, que bueno, que será por eso, pero claro, hay matanzas y matanzas. Badajoz, la ciudad más poblada de la Región Autónoma, ha sufrido muchas a lo largo de sus más de mil años de existencia. Digo de personas no de cerdos y, como es natural, en mayor o menor medida, todas las de la hoy Comunidad. Siempre en el punto de mira de unas personas llegadas aquí desde otros confines peninsulares siguiendo el rastro del olor a rica miel.
Las más sonadas (matanzas) fueron quizás la de Sagrajas o al-Zallaqa, a un lado y otro del río Guerrero (vaya nombre), puede que el hoy Gévora o uno de sus afluentes, (no lo sé) por la parte de Valdebotoa, que fue un 23 de octubre de 1086 porque unos, los del norte, querían hacerse con las tierras y todo lo demás de otros, los del sur, que como es lógico, no querían dejárselas quitar. Aquella vez ganaron los del sur, pero, dicen, que Zalaqa quiere decir resbaladizo en árabe, y es que no había quien se aguantara de píe en aquél terreno una vez empapó hasta rebosar, tanta sangre.
Cuando lo de Aljubarrota, doscientos años después (14 de agosto de 1385) y ya por un desencuentro de interese entre católicos de la península, siguió una orgía de sangre y fuego en toda La Raya, en las que, los del lado de acá, llevaron la peor parte. Dicen, que fue por entonces cuando le prendieron fuego a San Matías, enclave agrícola a unos dos mil metros de la actual Almendral de Badajoz, mi lugar natal.
Más acá ya en el tiempo, los portugueses tomaron Batalyaws o Badajoz una o dos veces y, como es natural, esas cosas se hacían a sablazo limpio.
Después que Godoy le regalara a la reina María Luis de Borbón Parma, esposa de Carlos IV, padres del Felón rey Fernando VII, el ramito de naranjas y estando los franceses por aquí como Pedro por su casa, se habían atrincherado en Badajoz junto con tropas afines polacas y no había manera de echarlos de ella, aunque Wellington, al mando de un combinado portugués-anglo-español, lo intentó reiteradamente hasta que, un 6 de abril de 1812, a la cuarta, en medio de un carnicería de defensores y atacantes, cae la ciudad. (Es curioso, que entre todas las batallas con grandes pérdidas humanas que hubo en esos años, los historiadores se olvidaran de La Albuera y Badajoz, ambas, de las más crueles si no las más por el número de víctimas).
Hubo más, pero, ¡cualquiera las enumera todas! El caso es que otros doscientos años después, nos encontramos en nuestro enclave estratégico con otra matanza. Esta nos llegó desde África vía Sevilla-Emérita-Portugal y culminó un 4 de agosto del año 1936. Es, de todas, la más canallesca, porque españoles eran quienes se encargaron de ejecutarla en nombre de a saber qué dioses o intereses. Se asesinaba a la gente como el que mata conejos.
Nuestro Almendral, no podía ser menos, se inició la masacre un 19 de agosto del mismo año, cinco días después. El resultado final, fue la pérdida de unos trescientos vecinos entre los matados allí mismo y los que cayeron en los frentes de batalla o como consecuencias de la incivil contienda.
Un testigo directo que tuvo el acierto de describir los horrores que él pasó en aquellos años y las circunstancias en que los sufrió, fue nuestro paisano Victorino (Vitorino). Q. E. P. D.
Era un cristiano convencido, republicano liberal. Honrado y mejor persona.
Mañana, si no se me cruza mi única neurona que medio funciona, contaré algo de sus muchas vivencias.
Salud y República.
Su silueta fantasmal planea
amenazante sobre los tejados
del no muy boyante poblado
donde se oye decir cosas tan feas,
que a todos los escuchan causa enfado
y piensan, que salen de mente maniquea
carcomida por microbios de esos malos
y mal sujeta a un tronco que renquea,
y que ni vale, para tirar de un arado.
Incordiante, sibilina, mal pensada,
va soltando su babaza la fantasma
e intoxicando todo con sus soflamas
que siempre son estúpida gansadas
una y mil veces rebrotadas,
en sesera enfermiza que se inflama
si su líder le arrima algo de llama;
desprendiendo entonces fatuo fuego
que a los nativos sirve para identificarla
y prevenirse del riesgo que della emana
evitando así asumir, su fijación malsana
y no tener que sufrir como ella luego.
amenazante sobre los tejados
del no muy boyante poblado
donde se oye decir cosas tan feas,
que a todos los escuchan causa enfado
y piensan, que salen de mente maniquea
carcomida por microbios de esos malos
y mal sujeta a un tronco que renquea,
y que ni vale, para tirar de un arado.
Incordiante, sibilina, mal pensada,
va soltando su babaza la fantasma
e intoxicando todo con sus soflamas
que siempre son estúpida gansadas
una y mil veces rebrotadas,
en sesera enfermiza que se inflama
si su líder le arrima algo de llama;
desprendiendo entonces fatuo fuego
que a los nativos sirve para identificarla
y prevenirse del riesgo que della emana
evitando así asumir, su fijación malsana
y no tener que sufrir como ella luego.