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ALMENDRAL: Perplejo estoy casi siempre, y hoy, no sé si ponerme...

Por fin resucitó la hidra. Ya tiene trabajando a todas sus cabezas. Me voy pero no me voy, me quedo pero me voy.

Pues otra vez se lo digo carita de niño bueno, váyase, quédese o haga usted lo que más le plazca.

Así que mujeres ¿Eeeh? ¡Pues claro hombre, pues claro!, y fantasmas, y hasta lobitos y fieras raras y alguna que otra cucaracha junto con dioses ebrios que tienen los píes de barros.

Volvieron al parlamento
A tratar de sus alianzas,
O tal vez de las matanzas;
Y conforme les detallo,
Hicieron cerco a caballo
Recostándose en las lanzas.

Perplejo estoy casi siempre, y hoy, no sé si ponerme a despotricar contra la Banda los Patas Cagás que tienen los foros de este Almendral de Badajoz hecho una pocilga o, irme al extranjero, Suiza por ejemplo, a abrir rutas nuevas para ascender a cualquier monte nevado con toda mi familia a gastos gratis total o, ir por las sedes de todas esas pequeñas empresas, bares y restaurantes. Por pueblos, pueblines o poblachones, campos y zonas industriales, a la caza y captura de quienes trabajan y cobran sin que los den de alta en el seguro y a quienes les contratan.

También podía, intentar dilucidar en qué consiste eso de los EREs que con tanta prodigalidad se ha llevado estos últimos veinte o veinticinco años pasados y que han tenido uno de sus puntos culminantes en Híspalis y sus barridas de Triana, el Arenal y Santa Cruz o, subirme a la Sierra de Monsalud, y desde allí arriba y a mis anchas, subido en lo alto de un peñasco con un garrote en la mano, aullar a pulmón libre como un templario farsante o un caguetoso cualquiera.

Pero como el tema actual va de cloacas, ratas, y reptiles de toda condición y laya, incluidos los camaleones, (esos bichos tan bonitos que cambian de color a conveniencia con sus ojinos redondos
y su lengua pegajosa), he decido quedarme por la Fuente del Parque. En La Plaza Grande, sentado en uno de esos bancos que hay a la sombra del almendro en flor, tan elegante.

Tiro de petaca y yesquero e invito a mis pacíficos paisanos mayores de edad iniciando tras este prolegómeno, una amena conversación que gira en torno a nuestros años mozos y de cuando estábamos ganándonos unas habichuelas que por aquí nos negaban en tal o cual rincón de la variada España.

Uno dice, que estábamos dando el callo en unos ubérrimos campos por tierras lleidatanas a orillas del Segre, al caer la tarde y en un bar, cuando dieron por la teleagilipollante la noticia de que se habían baleado a JFQ.

De una cosa pasamos a la otra y despacito pero sin pausa, nos damos un paseo por el laberinto de nuestros recuerdos y llegamos a aquellos ilusionados años de La Transición y, regodeándonos entre sus luces y demasiadas sombras, nos volvemos a dar de bruces una vez más, con las alcantarrillas, no sólo locales, sino de todo el aparato del Estado que después han dado en llamar “del bienestar”.

Ya puestos, con la boca caliente, dejamos que afloren nuestros fantasmas y las filias y fobias que hemos ido almacenando con el devenir de los tiempos vividos sin dejar títere con cabeza. Y, desde batallones vascos, Montejurras, operaciones galácticas, conversaciones argelinas, santuarios franceses y hasta edificios conventuales en Donosti, llegamos hasta hombres uniformados y sin uniformar y sus altas cabezas cubiertas con elevados copetes.

Y pasamos de puntillas sobre un 23 de octubre y unos tanques apatrullando Valencia, y los destapes de serranos cuerpos femeninos por imperativo del guión y la eclosión de un mundillo aletargado que empezó a vestirse con prendas de mujer o, darle rienda suelta a sus fantasías sexuales mientras eran cabalgados por dóminas inflexibles. Y aquellos que fueron tildados de traidores por quienes habían sido sus compañeros de viaje durante el franquismo ya que no se plegaron a sus exigencias de retorno a un pasado de polillas, mucha caspa y panderetas.

Sin agotar ningún tema por extensos y complicados para nosotros que los recordamos sin querer volver a vivirlos, soltamos un sonoro carpe diem, y nos vamos todos juntos a tomar las once al bar Nuevo porque el del Negro, aún está semiabierto y es que, ahora que ya van siendo los días más largos, la noche se hace más corta (obvio) y los párpados se quedan pegados con las legañas.
Mañana verá el tuerto los espárragos.

Salud y República.