Gracias te doy yo, mujer.
Porque con tu mente aún fresca
contra malsano parecer
y sin ánimo de gresca
denominas al pan, pa
y al vino vi, además.
Porque sabes que es verdad
y...., como decía aquél:
"Sí, señó jué, así es
y yo ni peco ni miento
y si así se lo explico a usté.
Pero el juez lo condenó
porque en el momento en cuestión,
aquella carga de leña
era grave acusación
que manipuló el cacique
y quienes había a su alrededor.
Un recuerdo lejano (María Jesús)
Entré en la cocina y la observé. Vestida de negro, con su pelo blanco recogido en un pequeño moño. Absorta, enmoldando croquetas con gran agilidad, con aquellas manos ajadas por el tiempo.
- ¡Hola, abuela!- le dije. Dio un pequeño respingo y suspiró - ¡Ay, mi hijo!-. Siempre decía lo mismo cuando me veía. Mi padre había muerto a la temprana edad de treinta años, unos meses antes que Franco.
De aquello mi abuela nunca se repuso. Para ella la vida siempre había sido sufrir, decía. Su juventud había estado marcada por la guerra civil y las amarguras que les trajo a ella y a su generación. Después vivió una difícil posguerra con su padre y su novio en la cárcel. Cuando éste, apenas salido del penal, se presentó en su casa no dudó en casarse con aquel hombre roto. Unión de la que nacieron tres hijos. Así, cuando la vida parecía sonreírle, un día después de nacer su tercer nieto, recibió la noticia del fallecimiento de mi padre, su primer hijo.
Siempre me ha gustado la Historia. Desde pequeña me quedaba ensimismada escuchando las historias de los mayores, lo que conocemos por historia oral. Y aquel día, mientras mi abuela liada en la cocina con aquellas maravillosas croquetas, le dije:
-Abuela, explícame historias de la Guerra Civil.
- ¡Ay, niña! Para qué remover el pasado. ¿Qué quieres que te explique?, pues que pasamos muchas penalidades y mucha hambre.
- ¿Cómo te enteraste de que había empezado la guerra? –continuaba yo tozuda-.
-Pues, cómo quieres que nos enteremos hija, esto es un pueblo. Llegaron los vecinos dando la noticia de que en Almendral estaban los militares.
-Y entonces ¿qué hicisteis?
-Lo único que pudimos hacer. Huir.
Así fue cómo mi abuela empezó a relatarme sus vivencias durante aquellos funestos días del verano de 1936. Las noticias de que las fuerzas militares se habían rebelado contra el gobierno de la República eran cada día más desoladoras. La toma de Badajoz, el 14 de agosto, y, posteriormente, la caída de los pueblos de la fachada sur de la provincia: Almendral, La Albuera y Torre de Miguel Sesmero, provocaron las primeras grandes evasiones de sus vecinos al campo y a las peñas serranas.
Mi bisabuelo, José Pinna, y su futuro yerno, Rafael Milán, acompañados por un grupo de unos 50 vecinos de Torre de Miguel Sesmero, entre los que se encontraba su primer alcalde republicano, el socialista Juan Andrade Tablero, iniciaron la huída hacia la sierra de Monsalud. Esta altura es un accidente geográfico montañoso,
situado al sur de la capital de la provincia. Constituye la continuación de las cumbres de la Sierra de María Andrés, bordeando el margen izquierdo de la Rivera de Nogales. Está formado por tres cotas máximas, el Cerro de Monsalud, el Puerto de los Maderos y el Cabezo Alto (655 metros de altitud), alternadas de estrechos corredores. La sierra está rodeada por los términos municipales de Nogales, Barcarrota, Salvaleón,
Almendral, Torre de Miguel Sesmero, Salvatierra de los Barros. Poblaciones que, desde antiguo, se habían aprovechado de sus recursos naturales, de ahí que sea conocida como el Monte de la Salud.
Salud
Y muchas gracias María.
Porque con tu mente aún fresca
contra malsano parecer
y sin ánimo de gresca
denominas al pan, pa
y al vino vi, además.
Porque sabes que es verdad
y...., como decía aquél:
"Sí, señó jué, así es
y yo ni peco ni miento
y si así se lo explico a usté.
Pero el juez lo condenó
porque en el momento en cuestión,
aquella carga de leña
era grave acusación
que manipuló el cacique
y quienes había a su alrededor.
Un recuerdo lejano (María Jesús)
Entré en la cocina y la observé. Vestida de negro, con su pelo blanco recogido en un pequeño moño. Absorta, enmoldando croquetas con gran agilidad, con aquellas manos ajadas por el tiempo.
- ¡Hola, abuela!- le dije. Dio un pequeño respingo y suspiró - ¡Ay, mi hijo!-. Siempre decía lo mismo cuando me veía. Mi padre había muerto a la temprana edad de treinta años, unos meses antes que Franco.
De aquello mi abuela nunca se repuso. Para ella la vida siempre había sido sufrir, decía. Su juventud había estado marcada por la guerra civil y las amarguras que les trajo a ella y a su generación. Después vivió una difícil posguerra con su padre y su novio en la cárcel. Cuando éste, apenas salido del penal, se presentó en su casa no dudó en casarse con aquel hombre roto. Unión de la que nacieron tres hijos. Así, cuando la vida parecía sonreírle, un día después de nacer su tercer nieto, recibió la noticia del fallecimiento de mi padre, su primer hijo.
Siempre me ha gustado la Historia. Desde pequeña me quedaba ensimismada escuchando las historias de los mayores, lo que conocemos por historia oral. Y aquel día, mientras mi abuela liada en la cocina con aquellas maravillosas croquetas, le dije:
-Abuela, explícame historias de la Guerra Civil.
- ¡Ay, niña! Para qué remover el pasado. ¿Qué quieres que te explique?, pues que pasamos muchas penalidades y mucha hambre.
- ¿Cómo te enteraste de que había empezado la guerra? –continuaba yo tozuda-.
-Pues, cómo quieres que nos enteremos hija, esto es un pueblo. Llegaron los vecinos dando la noticia de que en Almendral estaban los militares.
-Y entonces ¿qué hicisteis?
-Lo único que pudimos hacer. Huir.
Así fue cómo mi abuela empezó a relatarme sus vivencias durante aquellos funestos días del verano de 1936. Las noticias de que las fuerzas militares se habían rebelado contra el gobierno de la República eran cada día más desoladoras. La toma de Badajoz, el 14 de agosto, y, posteriormente, la caída de los pueblos de la fachada sur de la provincia: Almendral, La Albuera y Torre de Miguel Sesmero, provocaron las primeras grandes evasiones de sus vecinos al campo y a las peñas serranas.
Mi bisabuelo, José Pinna, y su futuro yerno, Rafael Milán, acompañados por un grupo de unos 50 vecinos de Torre de Miguel Sesmero, entre los que se encontraba su primer alcalde republicano, el socialista Juan Andrade Tablero, iniciaron la huída hacia la sierra de Monsalud. Esta altura es un accidente geográfico montañoso,
situado al sur de la capital de la provincia. Constituye la continuación de las cumbres de la Sierra de María Andrés, bordeando el margen izquierdo de la Rivera de Nogales. Está formado por tres cotas máximas, el Cerro de Monsalud, el Puerto de los Maderos y el Cabezo Alto (655 metros de altitud), alternadas de estrechos corredores. La sierra está rodeada por los términos municipales de Nogales, Barcarrota, Salvaleón,
Almendral, Torre de Miguel Sesmero, Salvatierra de los Barros. Poblaciones que, desde antiguo, se habían aprovechado de sus recursos naturales, de ahí que sea conocida como el Monte de la Salud.
Salud
Y muchas gracias María.