Miedo, tengo miedo, mucho miedo, decía la folclórica con la voz rota en su garganta y un gran desgarro en su alma. A continuación añadía dejando que las palabras se alargaran casi tanto o más que su propio sufrimiento interior: de quereeeeteee taantoooo.
Y eso me pasa a mi también, mocita, tengo miedo que no paguen la pensión, pánico al ver cómo se destruyen cada día tantos puestos de trabajo, horror ante la morosidad que se avecina y me tiemblan las piernas y hasta el esternón, cuando leo en la prensa intoxicadora el poco dinero que se invierte en educación y en sanidad social y, ya, derrumbado y envuelto en un proceloso mar de lágrimas vivas y ardientes tengo una visión tenebrosa. Ha desaparecido de esos templos dorados a los que eufemísticamente llamamos bancos, todo el fruto de mis esfuerzos en esta vida pecaminosa y desenfrenada que me a tocado malvivir. Estoy sin blanca, en las últimas, ahora precisamente que tenía previsto hacer un viaje a las Bahamas, resulta, que mi cambista preferido, aquel que me dijo tantas veces que mi pasta no estaría tan segura en ninguna parte como en su caja fuerte, y que además me la iba a multiplicar por tres o más en menos que canta un gallo, se ha ido al carajo. Directamente, sin avisar ni siquiera al señor Pietro, ni a Bambi, ni al primo economista del de las barbas. Fíjate, ellos que no se cansan de decir que estamos en una barca con el viento de popa que navega a toda vela. Qué pesadilla. Ni para pipas.
Entre tanto caos, nos dicen ahora que en el país con forma de bota, están haciendo una maratón en vivo y en directo para que nos enteremos de las cosas que se dicen en los libros que están contenidos en el libro por antonomasia. Aleluya, la fe mueve montañas, querer es poder. Podemos.
Podemos salir del marasmo, como tantas veces a lo largo de los siglos superamos el miedo que provenía de las fuerzas sobrenaturales, al rayo que no cesa, a la hidra de veinte cabezas, al caballo de un solo cuerno, a la ira de los dioses, a la peste negra, a la venganza sistemática ejercida por los que ganan contiendas civiles, a los Gulag y a los muchos Auschwitz, a las bombas “inteligentes” que no discriminan entre culpables e inocentes. A las drogas tóxicas y a las intelectuales. Podemos moza. Y más nosotros que ya estamos acostumbrados a vivir con mínimos y a desembarazarnos pronto de esa fórmula de control social con la que nos agreden periódicamente. El miedo.
De todas formas, estamos en crisis entrando en recesión y lo más malo aún no ha llegado, por eso hay que estar preparados y no hacer lo que hace el avestruz. Podemos.
Salud.
Y eso me pasa a mi también, mocita, tengo miedo que no paguen la pensión, pánico al ver cómo se destruyen cada día tantos puestos de trabajo, horror ante la morosidad que se avecina y me tiemblan las piernas y hasta el esternón, cuando leo en la prensa intoxicadora el poco dinero que se invierte en educación y en sanidad social y, ya, derrumbado y envuelto en un proceloso mar de lágrimas vivas y ardientes tengo una visión tenebrosa. Ha desaparecido de esos templos dorados a los que eufemísticamente llamamos bancos, todo el fruto de mis esfuerzos en esta vida pecaminosa y desenfrenada que me a tocado malvivir. Estoy sin blanca, en las últimas, ahora precisamente que tenía previsto hacer un viaje a las Bahamas, resulta, que mi cambista preferido, aquel que me dijo tantas veces que mi pasta no estaría tan segura en ninguna parte como en su caja fuerte, y que además me la iba a multiplicar por tres o más en menos que canta un gallo, se ha ido al carajo. Directamente, sin avisar ni siquiera al señor Pietro, ni a Bambi, ni al primo economista del de las barbas. Fíjate, ellos que no se cansan de decir que estamos en una barca con el viento de popa que navega a toda vela. Qué pesadilla. Ni para pipas.
Entre tanto caos, nos dicen ahora que en el país con forma de bota, están haciendo una maratón en vivo y en directo para que nos enteremos de las cosas que se dicen en los libros que están contenidos en el libro por antonomasia. Aleluya, la fe mueve montañas, querer es poder. Podemos.
Podemos salir del marasmo, como tantas veces a lo largo de los siglos superamos el miedo que provenía de las fuerzas sobrenaturales, al rayo que no cesa, a la hidra de veinte cabezas, al caballo de un solo cuerno, a la ira de los dioses, a la peste negra, a la venganza sistemática ejercida por los que ganan contiendas civiles, a los Gulag y a los muchos Auschwitz, a las bombas “inteligentes” que no discriminan entre culpables e inocentes. A las drogas tóxicas y a las intelectuales. Podemos moza. Y más nosotros que ya estamos acostumbrados a vivir con mínimos y a desembarazarnos pronto de esa fórmula de control social con la que nos agreden periódicamente. El miedo.
De todas formas, estamos en crisis entrando en recesión y lo más malo aún no ha llegado, por eso hay que estar preparados y no hacer lo que hace el avestruz. Podemos.
Salud.