Mocita, si yo pudiera y supiera, te cantaría un fandango,
pero un fandango bravío, de esos que se cantaban antes.
Del Alosno, de Jerez el de los caballeros o de la misma Plaza Alta del reino de Badajoz.
Junto con otros cabales como el Porra o el Fregenal,
en el almendral sin almendros y hasta en la Plaza San Juan te diría:
Siete reales me dieron por una carga de leña,
siete reales.
Era un día de Noche Buena.
Mis niños qué bien comieron,
gracias a la carga leña.
Lo iniciaría muchacha
como estos cantes se arrancan:
Con un crujío que estallara.
Y aluego; ya en tó lo alto,
bajaría con mucho brío y,
sin perder el compàs,
dejaría que te cimbrearas como sólo hacéis las hadas blancas.
Y fandango viene y va,
y tragito para engrase;
dejaría que te empaparas
en la magia de los cantes.
Ya muy tarde,
y remedando al Marqués,
gitano y de Badajoz,
te susurraría al oído:
Canto con el corazón,
te quiero porque te quiero,
porque me sale del alma,
y si bebo de tu fuente y embriago en tu perfume,
¿qué más se puede pedir para ser sólo Duendin?
Salud.
pero un fandango bravío, de esos que se cantaban antes.
Del Alosno, de Jerez el de los caballeros o de la misma Plaza Alta del reino de Badajoz.
Junto con otros cabales como el Porra o el Fregenal,
en el almendral sin almendros y hasta en la Plaza San Juan te diría:
Siete reales me dieron por una carga de leña,
siete reales.
Era un día de Noche Buena.
Mis niños qué bien comieron,
gracias a la carga leña.
Lo iniciaría muchacha
como estos cantes se arrancan:
Con un crujío que estallara.
Y aluego; ya en tó lo alto,
bajaría con mucho brío y,
sin perder el compàs,
dejaría que te cimbrearas como sólo hacéis las hadas blancas.
Y fandango viene y va,
y tragito para engrase;
dejaría que te empaparas
en la magia de los cantes.
Ya muy tarde,
y remedando al Marqués,
gitano y de Badajoz,
te susurraría al oído:
Canto con el corazón,
te quiero porque te quiero,
porque me sale del alma,
y si bebo de tu fuente y embriago en tu perfume,
¿qué más se puede pedir para ser sólo Duendin?
Salud.