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ALMENDRAL: ¿Finibus? ¿De qué me suena a mi ese nombre? ¡Ah si,...

¿Finibus? ¿De qué me suena a mi ese nombre? ¡Ah si, ya me acuerdo! De un símbolo con la cara negra y los instintos de una madre. Lástima que un hermoso francés y el quinto de los Clementes, ¿clemente? se pusieran los dos de acuerdo desde Avignon para arrebatar todas las posesiones y valores morales de aquellos templados varones que eran su únicos y más fieles guardianes. Lo peor es que lo consiguieron con el consiguiente perjuicio para el resto de los mortales.

Verás, pregunto, ¿tú sabes la diferencia que hay entre un tonto listo y un listo tonto? Yo tampoco, pero algo han de tener en común, digo yo, porque como siempre han tirado del arado juntos..., pues que algo se les habrá pegado. El caso es que, ahora, cuando dejan de dar vueltas por el huerto donde tiene los nabos sembrados a ver cuales de ellos son los que más han engordado y alargado, se juntan en los alrededores de la farola de la Plaza Chica y, pretendiendo emular al orfeón de Donosti, nos deleitan con sus destemplados maullidos a todos los que no tragamos con semejantes y ya añejos desacordes.

La plaza Grande es otra cosa, pues, ahí estás tú, recia moza, presidiendo descabezada la Fuente del Concejo, a tu derecha, la nacida en Magdala y a tu izquierda, la recia casa de piedra del pescador Shimon. Es más amplia y más abierta, con el suelo de tierra, y en ella mana agua (fuente de vida) aunque esté subterránea y no llegue hasta tus cuatro caños. Además, ahí tengo mi residencia virtual, como ya sabes, y más, justo a tu lado, está ese espacio de libertad al que llaman Casa del Pueblo y cerca, la Consistorial.

La Chica no, la veo más bien como patio interior de casa típica de señoritos andaluces de esos que van a caballo y no dan los buenos días, con su Casino para los señores y sus lugares de esparcimiento exclusivos, vamos, como tirando a élite, pero a lo basto.
¿Que no te enteras? Ni yo, ¡no te hoe! Por eso te preguntaba eso de las diferencias.
Salud.