En nuestro asentamiento moza, hay una calle a la que llamamos del duende y, como hoy me voy a ir muy hacia atrás en el tiempo, te hablaré de migas hechas con el pan duro, cuando lo había; y de tazones “boricaos” llenos de café portugués El Camello, con leche, para remojarlas y poder tragarlas antes de salir pitando a “los parbulitos”, que estaban donde después pusieron el local de “los viejos”. No sé si hablarte también de las brevas rayonas, los higos chumbos, los de san Antonio o los de Porra Burro, del charcón de la tía Petra y del del Puente Chicaspierna, aquel en que echábamos carburo para pillar limpiarlo de peces. Y del arroz con las raspas de bacalao agenciadas al fiao. Bueno no, me retracto y renuncio. Mejor olvidarnos de eso, que ya me decía mi agüelo que también era algo duendín, que cuando los cárnicos recuerdan más las cosas de su infancia que las recientes, que cuando dicen mas juuyyy..., y, jayayy..., al sentarse y levantarse quedándose en el viaje lo mismo que las alcayatas, es que están renqueando de sálvense algunas partes y de las otras también. Vamos, que están rengos y chocheando.
Luego, los habemos, que siendo maduros, aún no hemos madurado y pretendiendo llegar a jóvenes, arribamos a la adolescencia y sin enterarnos. Así que, como nada curo llorando, creo que no empeoraré si, pensando que la vida es bella, me enfango hasta las mismas trancas en sus devenires diarios.
Como esta mañana hace un frío que pela y estamos solos tú y yo en el parque, mejor platicamos de los recientes movimientos efectuados por la sombra negra que planea por aquí hace ya tanto tiempo, y de puñaladas traperas asestadas en descampado, en cuadrilla, de noche y a excuso; de listillos, nuevos ricos, aprovechados, inocentes, cándidos, cuentistas, lagarteranas con navaja en la media y en fin, de la fauna en general a la que hay que conocer para, si es posible, evitar.
Y es que, aunque dijo un tal Voltaire aquello de que, “no comparto tus ideas, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlas”, ya no está de moda, han pasado trescientos años y la mecánica ha cambiado, ahora, al enemigo ni agua. Así, vemos que el paniaguado de turno, es instalado en el punto clave rodeado de fariseos que por ingerir su pitanza, se alían hasta con el ángel malo.
Su talón de Aquiles y su truco, decir a quienes quieren oírles, que no son negros como el carbón, sino seres impolutos transidos de amor, que no se fueron de nuestro lado porque quisieron, sino porque nosotros los rechazamos.
Salud.
Luego, los habemos, que siendo maduros, aún no hemos madurado y pretendiendo llegar a jóvenes, arribamos a la adolescencia y sin enterarnos. Así que, como nada curo llorando, creo que no empeoraré si, pensando que la vida es bella, me enfango hasta las mismas trancas en sus devenires diarios.
Como esta mañana hace un frío que pela y estamos solos tú y yo en el parque, mejor platicamos de los recientes movimientos efectuados por la sombra negra que planea por aquí hace ya tanto tiempo, y de puñaladas traperas asestadas en descampado, en cuadrilla, de noche y a excuso; de listillos, nuevos ricos, aprovechados, inocentes, cándidos, cuentistas, lagarteranas con navaja en la media y en fin, de la fauna en general a la que hay que conocer para, si es posible, evitar.
Y es que, aunque dijo un tal Voltaire aquello de que, “no comparto tus ideas, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlas”, ya no está de moda, han pasado trescientos años y la mecánica ha cambiado, ahora, al enemigo ni agua. Así, vemos que el paniaguado de turno, es instalado en el punto clave rodeado de fariseos que por ingerir su pitanza, se alían hasta con el ángel malo.
Su talón de Aquiles y su truco, decir a quienes quieren oírles, que no son negros como el carbón, sino seres impolutos transidos de amor, que no se fueron de nuestro lado porque quisieron, sino porque nosotros los rechazamos.
Salud.