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ALMENDRAL: CUNDO LLEGA EL VERANO...

CUNDO LLEGA EL VERANO

Me decían unos amigos que cuando se va acercando la temporada veraniega, empiezan a malhumorarse y despotricar del tráfico en la ciudad, de la multitud callejera, de tener que salir dos horas antes para resolver cualquier asunto, de guardar cola en los aparcamientos. Clamaban porque llegara el mes de julio para irse a la playa dos meses y vivir en libertad de vestuario y tiempo. Paseos por la orilla del mar, echarse una buena siesta, la partida de mus, una copita en cualquier terraza, comida con los amigos.

Cuando llegaron a la Playa, se llevaron una gran decepción: ¿crisis? Allí había tanta gente como en años anteriores y estaba tan difícil encontrar un sitio para echarse en la arena como una ración de sardinas en el chiringuito de siempre. Sentados en su terraza despotricaban contra la multitud que lo ocupaba todo, que se lo comían todo. Una multitud capaz de enfriar al sol, de tanto tomarlo.

Tenían que madrugar, al amanecer y aprovechar y pasear en paz por el húmedo arenal donde las
olas les tendían alfombras salobres. Cuando llegaba el atardecer, repetían lo mismo para
quitarse el barullo de tanta gente.

Se quedaban en casa para comer antes de meterse en un restaurante donde la gente llega de cualquier manera, oliendo a humanidad o a salitre, con niños que chillan como los gorriones revueltos y camareros que te perdonan la vida en la segunda cerveza.
Tenían que dejar reservado el periódico en el quiosco, si quería leer, el pan en el súper, si querían almorzar con pan. <Maldita multitud, ¿cuándo se irán?>

Cuando llega final de Agosto, seguían la carpa de fuego y los ruidos, trascurrían unas horas después, vieron en los pisos de su zona el trajín del regreso. Respiraron hondo: por fin se hará la paz. Al amanecer del lunes, salieron a dar su paseo diario y no vieron a nadie. Nadie en el quiosco, nadie en la tienda del pan, veinte o treinta aparcamientos libres, subieron y bajaron solos en el ascensor de su bloque, encontraron diez mesas libres en el chiringuito, y en la playa, media hectárea de arena para ellos solos. El le dijo a su mujer.> ¡Niña, vámonos para Madrid! Esto es un desierto.

Hay quien tiene en su soledad la multitud más insoportable.

Septiembre 2009-