Era un poco tartaja,
decía, aponte por ponte
pero, ¡qué buen jardinero!
Pendiente siempre de las flores
que mimaba en sus rosales.
Manoooloo, ¿a que no me mojas?
Le gritábamos los chavales,
y Manolo complaciente
nos enfocaba su manguera
y nos largaba un chorreón.
Aquella manguera,
con más empalmes y bultos
que un camello arriero,
y con más ataeros.
Claro que era en el verano.
No había agua corriente en el pueblo
tampoco luz,
porque al motor de la fábrica
se le había roto la culata.
¡Qué lata! Eso de leer con
la luz de un candil
cuya llamita oscilaba.
Pero había tomas de agua
para enchufar la manguera.
Manooolo, ¿a que no nos majas?
Y él nos mojaba.
¡Qué risas! ¡Qué algarabía!
¿Cómo lo haría si agua no había
como ahora?
¿Y la belleza de sus aromáticas rosas?
¡Qué cosas!
Tan maravillosas.
¿Por qué ahora que hay tanta?
Digo agua,
está tan seco tu jardín, moza.
Y tan sucio que da pena,
grima tu pila seca y tú,
tan desaseada.
Salud
decía, aponte por ponte
pero, ¡qué buen jardinero!
Pendiente siempre de las flores
que mimaba en sus rosales.
Manoooloo, ¿a que no me mojas?
Le gritábamos los chavales,
y Manolo complaciente
nos enfocaba su manguera
y nos largaba un chorreón.
Aquella manguera,
con más empalmes y bultos
que un camello arriero,
y con más ataeros.
Claro que era en el verano.
No había agua corriente en el pueblo
tampoco luz,
porque al motor de la fábrica
se le había roto la culata.
¡Qué lata! Eso de leer con
la luz de un candil
cuya llamita oscilaba.
Pero había tomas de agua
para enchufar la manguera.
Manooolo, ¿a que no nos majas?
Y él nos mojaba.
¡Qué risas! ¡Qué algarabía!
¿Cómo lo haría si agua no había
como ahora?
¿Y la belleza de sus aromáticas rosas?
¡Qué cosas!
Tan maravillosas.
¿Por qué ahora que hay tanta?
Digo agua,
está tan seco tu jardín, moza.
Y tan sucio que da pena,
grima tu pila seca y tú,
tan desaseada.
Salud
