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ALMENDRAL: Era yo chico y estaba acostumbrado a jugar con mi madre...

Era yo chico y estaba acostumbrado a jugar con mi madre al gato y al ratón. Hacía la trastada y ella me perseguía hasta que conseguía atizarme un alpargatazo en las nalgas- donde no hacía daño- pero yo escondía el culillo y la mitad de las veces casi ni me rozaba las carnes. Naturalmente, berreaba como si me hubiesen dado una paliza de muerte, pero un día de verano, sobre las tres de la tarde y con la canina en plena desfogue, llegó mi padre que se había levantado al alba y, mi madre empezó a contarle lo travieso que era y el poco caso que le hacía, azuzándolo para que me sacudiera él, quien, ya cansado, cogió una tabla de una caja de aquellas de sardinas que había antes, mas flojas que las virutas y, cuando iba a darme un tablazo, ella se interpuso y recibió el palmetazo en las espaldas. Ni que decir tiene que las caras largas duraron más de una semana. Ya sabes, que si tú me diste, que si tú te pusiste en medio, que si por qué me calientas la cabeza, y esas cosas.., total, que no sé bien a cuenta de qué viene esto.

Será por lo que te conté de los hijos que nos hemos criado acostumbrados a la protección y a la vida fácil o será porque hoy, se inicia en la ciudad de los condes reyes el juicio por el caso Alba, la niñita de cinco años a la que su padrastro, un tal Francisco Javier, encerró en una habitación de su casa, la ató en una silla con un cinturón de albornoz y la obligó a tragar sus propios vómitos. No era la primera vez que lo hacía. La pequeña se resistió y él no vaciló, la golpeó y la golpeó hasta reventarle la cabeza.
Su madre, Ana María, que estaba en casa, no hizo nada para defenderla, ni esta ocasión ni en las anteriores.
Esto es lo que dice el fiscal en su escrito de acusación.

A Alba, le robaron la infancia, la juventud y el ser mujer, le hundieron el cráneo a golpes, en enero que viene cumple ocho años y en febrero los médicos la intervendrán de nuevo para colocarle una prótesis en la zona de la cabeza que tiene aplastada. Posiblemente se quede con la mentalidad de una niña de cuatro años. Ahora, como mucho, anda veinte metros sin ayuda, pero hay que estar pendiente de ella. Ya pronuncia algunas palabras.

Mocita, desde el levante de Monsalud donde estoy, huyendo de la marabunda, te pregunto: ¿Cómo puede una mujer permanecer impasible mientras machacan a golpes a la criatura que ha parido?

En el mundo en que vivimos, tan desarrollado, sólo se detecta un 20% de los casos de maltrato infantil, ya no te digo en otros.
Salud