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ALMENDRAL: El vino, que bueno que está el vino....

El vino, que bueno que está el vino.
Sólo es apto para mujeres y hombres que sepan beberlo, quienes no, que beban agua.
Pero agua de tu fuente moza, agua clara y cristalina, o de algún pozo al que no hayan puesto unas cuantas casas encima.
El vino es néctar de dioses, pero de esos dioses antiguos campeones en cien mil batallas libradas en el cosmos entero.
Y de diosas mundanas o virtuosas que alegran nuestra existencia con sus miradas y sus sonrisas.
El vino que sabe a vino, el que huele a melocotón o manzana y tiene sabor a mieses o a miel, el vino...., es el vino.
Quienes beberlo no saben lo usan como disfraz para parecer mas machos, pero no saben que la diferencia entre él y el de verdad, es algo más que la resaca.
El vino hacer hablar a las personas y les saca alguna cosas que le están quemando el alma.
A las puras las vuelve impuras y la botella se acaba formando extraños tripartitos en extrañas camas.
A los astados tan mansitos vuelve bravos de repente y les troca el miedo por rabia. El vino. ¡pero qué cosas que tiene!
Si es joven, porque está en evolución y, si hecho, porque está en su sazón.
Acompaña igual a una pena honda que a una alegría desbordada, pero tiene un pero, no es fiel compañero ni gusta de guardar secretos es, en ese aspecto, un “fill de puta” integral que, si te agarra por los güevos te transforma en esclavo y siervo.
El vino, es muchas veces culpable de ese manso que llega al hogar atizándole mamporros a una mujer madre que le está esperando con su hijo, para comer el guiso que ha estado haciendo con tanto amor y tanto esmero, ¡pero qué cabronazo que puede llegar a ser el vino!
El vino hay que saberlo beber y hay que saberlo mear, el vino, es el vino, un dios dual, capaz de endulzar la vida o convertirla en algo infernal.
El vino, ahora que lo bebo en la falda de la sierra y a cubierto de la intemperie mocita, mirando al cielo donde veo una luna más grande que un queso blanco holandés, discurre por mi gaznate mientras hace cosquillinas, y pone chiribitas en mis ojinos cansados, pero me alegra la tarde aunque falte el calor que tú das o la plática con los compadres.
Salud.