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ALMENDRAL: ¿Te acuerdas mocita recia de aquella cancioncilla infantil...

¿Te acuerdas mocita recia de aquella cancioncilla infantil que se cantaba entre bromas y veras hace ya tanto tiempo? Aquella que decía: Al entrar en el almendral lo primero que se ve, las mujeres en las puertas y las casas sin barrer. Entonces había más gente que ahora en la aldea. Sólo faltaban los que se cargaron en nuestra última guerra incivil; unos trescientos entre pitos y flautas.
Hoy ya queda menos gente y menos almendros que nunca. Si acaso algunos por los lindones y sesmos y a las orillas de los caminos de herradura. Muchos de ellos almendrucos silvestres que dan almendras amargas, esas que no se la comen ni los guarros. También hay muchos, los más, dentro de lo poco que queda, que las dan buenas, dulces, deliciosas.
Como ahora ando por Monsalud huyendo del tsunami, esta madruga he estado en tu fuente seca para abastecerme de víveres y, dando un rodeo para despistar a los sabuesos de presa siempre al aguardo, he entrado a la Plaza Grande por el norte y he visto que, en esa inmensa mole de mármol erigida por la irracionalidad humana, aún sigue pintado el morgaño y que, en las oquedades que dejaron los albañiles que levantaron los muros de la casa de Shimon Pedro, para apoyar los andamios, están las mismas corujas de siempre, o sus descendientes, ya sabes, esos mochuelos con los ojos redondos y la cabeza que parece muy gorda pero que solo es plumaje. En un cucharro con pienso había comiendo unos lindos cerditos, puede que engordando para la próxima matanza, pero no eran pata negra.
Debido a la hora quizá, no vi alma humana alguna, así, que me acerque hasta ese patio interior de casa bien andaluza y nada, tampoco había nada.
Cargué mi jumento alado con las cosas mas urgentes y, tras echar un vistazo a mi cuchitril habitual, puse las turbinas a toda potencia y me largué al boliche que me he fabricado con taramas y retamas a media falda de la sierra, por el lado oriental.
Ha sido un placer, hasta mañana.
Salud.