Pablo, esto es lo que te he comentado sobre el día que llegué a la Escuela Hogar, va para ti en particular y para todos en general:
Comienzo 1º de EGB en las escuelas de "El Santo" de Orellana la Vieja, pero sólo hasta navidad, pues en enero de 1971, me admitieron en un internado de Cabeza del Buey (Badajoz), donde estuve hasta finalizar 6º de EGB. De estos años en el internado tengo muchos recuerdos, malos y buenos aunque, seguro que si los enumero uno por uno, ganan los malos. No se me olvidará nunca el primer día, cuando mis padres me dejaron allí, a mi padre se le caían unas lágrimas como puños y a punto estuvo de romper a llorar. Un hombre acostumbrado a la lucha diaria para sacar adelante a su familia a duras penas y, sin embargo, no fue capaz de controlar sus sentimientos en aquel momento.
Nunca lo olvidaré.
Para mí comenzarían seis años interminables, separado de mis padres, mis hermanos y lo más importante separado del cariño familiar por 90 Kilómetros de distancia. Nunca pude pedirle un consejo a mis hermanos, contarles mis penas o pedirles que me defendieran cuando otros me pegaban pues los tenía lejos de mí, demasiado lejos para oírme cuando lloraba. ¡Bueno! Sí claro, ¿¡cómo no!? Recibí una educación y unas enseñanzas a las cuales ninguno de mis hermanos tuvo la oportunidad de acceder, pero... ¿A qué precio?
Y hoy estoy intentando recuperar los buenos recuerdo y amigos de aquellos años, que veo que sois muchos los que no me habéis olvidado.
Comienzo 1º de EGB en las escuelas de "El Santo" de Orellana la Vieja, pero sólo hasta navidad, pues en enero de 1971, me admitieron en un internado de Cabeza del Buey (Badajoz), donde estuve hasta finalizar 6º de EGB. De estos años en el internado tengo muchos recuerdos, malos y buenos aunque, seguro que si los enumero uno por uno, ganan los malos. No se me olvidará nunca el primer día, cuando mis padres me dejaron allí, a mi padre se le caían unas lágrimas como puños y a punto estuvo de romper a llorar. Un hombre acostumbrado a la lucha diaria para sacar adelante a su familia a duras penas y, sin embargo, no fue capaz de controlar sus sentimientos en aquel momento.
Nunca lo olvidaré.
Para mí comenzarían seis años interminables, separado de mis padres, mis hermanos y lo más importante separado del cariño familiar por 90 Kilómetros de distancia. Nunca pude pedirle un consejo a mis hermanos, contarles mis penas o pedirles que me defendieran cuando otros me pegaban pues los tenía lejos de mí, demasiado lejos para oírme cuando lloraba. ¡Bueno! Sí claro, ¿¡cómo no!? Recibí una educación y unas enseñanzas a las cuales ninguno de mis hermanos tuvo la oportunidad de acceder, pero... ¿A qué precio?
Y hoy estoy intentando recuperar los buenos recuerdo y amigos de aquellos años, que veo que sois muchos los que no me habéis olvidado.