Cierro los ojos y veo un río de apacibles aguas entre aromas de eucaliptos y soledad perfumada. Son ellas las que me traen al corazón llenándolo de nostalgias, el sonar de las carretas y sueños de gentes que se alejan de sus casas, los labradores que regresan al calor de sus hogares cargados de sus aperos, cansados con sus afanes. Niños que en las noches limpias de verano juegan por sus calles hasta que el sueño los llame. Cielos luminosos y alegres que invitan a mozas y mozos a pasear por los jardines...
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