La semana santa nos dejó fatal, todo el día bebiendo, fumando, sin parar de reir, llorar, cantar, hablar, besar, comer, profesar...Una buena ración de esperanza, un sano dolor de corazón. Las puertas se quedan abiertas de par en par, que corra el aire, ¡qué llueva y el campo florezca!. Nos volvemos a madrid con los recuerdos guardaditos en delicados tarros de miel, para cuando apriete la morriña, tener algo dulce en que untar las ilusiones, algo con lo que fundar otra vez la esperanza.