Poema a la carretera de Hornachos (Badajoz)
Desde Villafranca de los Barros,
la carretera se extiende por el llano,
con sus curvas leves y abiertas,
sencillas, vinculantes con el paisaje,
ensalzando la luz,
entre las colinas centelleantes,
por los cerros, entre los páramos.
La carretera a Hornachos pasa entre las vaguadas,
tierna y llanamente,
concluyendo sobre los arroyos,,
sobre sus puentes de luces, arquerías y sombras
como un tejado de un edificio público.
En las lomas suele suceder,
que encontramos un ganado,
con ovejas de plata sobre los pastos tiernos,
bajo la encina altiva,
que luce como un arco iris sobre el paisaje.
En el otoño gris las nubes
influencian los campos,
sombreados con su tupido tapiz de color,
como una nube blanca del verano.
Cuando ya el pueblo aparece
a lo lejos, parpadeando en la cumbre placentera,
arriba se enseñorean las crestas de las sierras,
mientras la carretera horada la tierra,
aproximándose al casco urbano,
como un jardín alrededor de un palacio.
Mientras las enjalbegadas casas de blanco puro,
elevan en sus calles empinadas,
el rumor de su construcción,
el aroma de las plantas silvestres:
tomillo, hierbabuena y romero;
y el bosque de pinos al fondo
decorando la Sierra de Hornachos.
José Francisco. Córdoba, marzo, 2011
Desde Villafranca de los Barros,
la carretera se extiende por el llano,
con sus curvas leves y abiertas,
sencillas, vinculantes con el paisaje,
ensalzando la luz,
entre las colinas centelleantes,
por los cerros, entre los páramos.
La carretera a Hornachos pasa entre las vaguadas,
tierna y llanamente,
concluyendo sobre los arroyos,,
sobre sus puentes de luces, arquerías y sombras
como un tejado de un edificio público.
En las lomas suele suceder,
que encontramos un ganado,
con ovejas de plata sobre los pastos tiernos,
bajo la encina altiva,
que luce como un arco iris sobre el paisaje.
En el otoño gris las nubes
influencian los campos,
sombreados con su tupido tapiz de color,
como una nube blanca del verano.
Cuando ya el pueblo aparece
a lo lejos, parpadeando en la cumbre placentera,
arriba se enseñorean las crestas de las sierras,
mientras la carretera horada la tierra,
aproximándose al casco urbano,
como un jardín alrededor de un palacio.
Mientras las enjalbegadas casas de blanco puro,
elevan en sus calles empinadas,
el rumor de su construcción,
el aroma de las plantas silvestres:
tomillo, hierbabuena y romero;
y el bosque de pinos al fondo
decorando la Sierra de Hornachos.
José Francisco. Córdoba, marzo, 2011