Hubo un tiempo en el que
La Haba mantuvo a tres curas: don José, que era el párroco; don Francisco “el Cagón”, quera jabeño y na más; y el otro don Francisco, el de Villanueva, del que no recuerdo su apellido pero sí su talante abierto y su natural simpatía. Este sacerdote serón, sobre el que vengo a relatar, vivía al principio de la
calle Cantolugar, frente a la “popi”, y me ha venido a la memoria en estos días que honramos a nuestros muertos porque era un campeón echándoles responsos de balde:
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