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LA HABA: Bueno, ya lo contarás. En la iglesia yo hice muchas...

tú, y todos los niños. mi hermano tenia una relación especial con el, porque nació en sú dia, santiaguito, y solo habia forma de meterlo en la iglesia (porque se aburria), sí mi madre le prometia antes que le auparia para tocar al moro, y las patas del caballo. por eso me sorprendi un dia que me dijo que habia ido contigo, y otro mas por voluntad propia a ver una ceremonia que ya estaba en desuso, y que tenia tela. la frase que soltaste me ha hecho reir ahora mismo, como cada vez que la recuerdo. y esque me imagino la situación. para que fuerais por voluntad propia es que la cosa prometia. ya te lo recodare algun dia.

Bueno, ya lo contarás. En la iglesia yo hice muchas perrerías. Ahí va una:
Un día nos encontramos un perro muy pequeño y desvalido, estaba casi muerto. Lo llevamos a la torre en brazos, tal era su endeblez. Al día siguiente guardamos la leche en polvo que nos daban en la escuela y ya por la tarde subimos y se la echamos en una latita, y él lamía y lamía y nos miraba una y otra vez. Y así hasta el fin de semana. Acostumbrado a leche todos los días, cuando sintió hambre el sábado y domingo (que no teníamos para darle porque no había escuela) el perrillo comenzó a llorar con unos aullidos muy débiles pero con el suficiente tono para que llegara a los oídos de la Antoñita Juez que vivía en la esquina más próxima a la Iglesia. Y así dos o tres semanas. La Antoñita hizo un comentario a algunas vecinas "... no quisiera engañaros, pero para mí que el Cristo de Limpia llora por las noches"; el perrito cada vez tenía más fuerzas gracias a la leche que nos daba don Luis, y así, el sábado siguiente también de ayuno, el perro lloraba y lloraba; y aquello ya era un clamor " no es que yo lo diga", decía la Antoñita, "es que también lo a oído Fulanita y Beltranita, es El Cristo, Dios mío, ¡es El Cristo!". Y nosotros ya estábamos muy nerviosos, no sabíamos qué hacer con el perro que demandaba cada vez mas leche y más pan, y aullaba y aullaba. Así que un día, entresiesta, Antonio "el de los ojos así" (que me perdone, que ya está muerto) y yo mismo, le atamos una cuerdecilla al cuello y le bajamos de la torre; y cuando estábamos a punto de salir por la puerta de la Iglesia entraba por ella don José "El Cagón", y nosotros con poco nos cagamos: a mí, que era el más chico, me pegó un tortazo en el pescuezo y sentenció " ¡se acabó el milagro!"
Buenas noches a todos.