Transcribo un texto ya publicado en el Foro. Cuánto agradecería que alguien contestara: ¿se va a tomar alguna medida para detener este despropósito?. Y, si no hay respuesta, ¿hemos de entender que se consiente?.
(Esperemos que contesten).
"Se ha dado al traste con aquella frase que parecía incontrovertible durante la Transición cuando, comparándolo con la Libertad, se pregonaba: " ¡Nadie puede poner puertas al campo!". Los campos jabeños, nuestras diáfanas y calmas tierras, están cerrándose ante nuestros ojos; subrayando innecesariamente las líneas nítidas de sus lindes, puertas y candados, gruesas cadenas, alambres de espino y otras ataduras, anegan de fealdad buena parte de nuestro término municipal.
Si será todo ello artificial, que hasta los perros -mansos por naturaleza- se enrabietan y ladran descompuestos defendiendo no se sabe qué hacienda, pues la tierra acotada resulta que encierra sólo tierra -las más de las veces- y, cuando no, sólo alberga cuatro tabiques que a su vez encierran más tierra dentro de la tierra. ¡Ay, Señor!, tantos cierres para qué.
Y no se para la cosa en el daño estético, que es insufrible, sino que -ya en la intimidad- se perfora el suelo hasta que brota el agua, que no es de nadie, y se excava y se ahonda en la esquina de la finca hasta lograr una alberca absolutamente innecesaria por más caballos que traiga el cateto de turno.
Y así, lo que tenía que ser un placentero paseo, se transforma en un estado de ánimo dominado por el cabreo y la angustia. Porque por más que se escrituren, antes que todo eso, estas tierras pertenecen a un dueño inmaterial que es el alma jabeña, a nuestros sentidos que quieren ver, oler y pisar horizontes limpios, libres de obstáculos que no sean las montañas, los ríos, el frío o la calor.
Por cierto, ¿hay alguien ahí?, me gustaría saber si este desmadre en la fealdad, este atentado al buen gusto, o esta nueva burguesía campera, es legal o ilegal. Y no se puede estar un poquito embarazado.
A pesar de tanta puerta en el campo, uno se siente libre respirando esta fría niebla, acariciando a este perro sin cadenas que se acerca jugueteando, escuchando a este pastor amigo que anuncia una explosiva primavera, mirando esta encina cuajada de bellotas, viendo varear y ordeñar estos serios olivos, observando la panza de esta burra preñada, o el volar precipitado de las perdices, o ¡qué suerte!, la fracasada carrera de un galgo tras una astuta liebre. En fin,.............., lo mucho que de libre queda."
(Esperemos que contesten).
"Se ha dado al traste con aquella frase que parecía incontrovertible durante la Transición cuando, comparándolo con la Libertad, se pregonaba: " ¡Nadie puede poner puertas al campo!". Los campos jabeños, nuestras diáfanas y calmas tierras, están cerrándose ante nuestros ojos; subrayando innecesariamente las líneas nítidas de sus lindes, puertas y candados, gruesas cadenas, alambres de espino y otras ataduras, anegan de fealdad buena parte de nuestro término municipal.
Si será todo ello artificial, que hasta los perros -mansos por naturaleza- se enrabietan y ladran descompuestos defendiendo no se sabe qué hacienda, pues la tierra acotada resulta que encierra sólo tierra -las más de las veces- y, cuando no, sólo alberga cuatro tabiques que a su vez encierran más tierra dentro de la tierra. ¡Ay, Señor!, tantos cierres para qué.
Y no se para la cosa en el daño estético, que es insufrible, sino que -ya en la intimidad- se perfora el suelo hasta que brota el agua, que no es de nadie, y se excava y se ahonda en la esquina de la finca hasta lograr una alberca absolutamente innecesaria por más caballos que traiga el cateto de turno.
Y así, lo que tenía que ser un placentero paseo, se transforma en un estado de ánimo dominado por el cabreo y la angustia. Porque por más que se escrituren, antes que todo eso, estas tierras pertenecen a un dueño inmaterial que es el alma jabeña, a nuestros sentidos que quieren ver, oler y pisar horizontes limpios, libres de obstáculos que no sean las montañas, los ríos, el frío o la calor.
Por cierto, ¿hay alguien ahí?, me gustaría saber si este desmadre en la fealdad, este atentado al buen gusto, o esta nueva burguesía campera, es legal o ilegal. Y no se puede estar un poquito embarazado.
A pesar de tanta puerta en el campo, uno se siente libre respirando esta fría niebla, acariciando a este perro sin cadenas que se acerca jugueteando, escuchando a este pastor amigo que anuncia una explosiva primavera, mirando esta encina cuajada de bellotas, viendo varear y ordeñar estos serios olivos, observando la panza de esta burra preñada, o el volar precipitado de las perdices, o ¡qué suerte!, la fracasada carrera de un galgo tras una astuta liebre. En fin,.............., lo mucho que de libre queda."