Mi estimado amigo Pepe, es verdad que una parte de la juventud, también de los adolescentes, incluso de los pequeñines, ofrece -respecto de los mayores- unas actitudes muy lejos de las que nosotros practicábamos a su edad.
Nuestros hijos son el reflejo de lo que ven en su casa, de lo que les enseñan en la escuela, de lo que observan en el barrio y de lo que se les ofrece en los medios audiovisuales. Si esto no va bien, o no se hace bien, ellos irán mal.
En nuestra época juvenil nuestros comportamientos eran bien distintos: las dictaduras mantienen -aparentemente bien- todo lo que suene a "orden y respeto", pero realmente no valía la pena tenernos derechos a base de palmetazos, a hostia limpia y con el miedo metido en el cuerpo. No lo dudes, Pepe, esos vándalos que te inquietan y te encabronan - a ti y a cualquiera- son producto de lo que han vivido.
La democracia no es un vehículo que cuando te montas en él desaparezcan todo tipo de peligros y accidentes. Hay que conducirlo responsablemente, y si se exceden las señales que anuncian el máximo peligro estás abocado a darte un tortazo más grande que con el obsoleto carro de la dictadura, en el que íbamos atados y siempre vigilados para no correr ni avanzar: somos libres con los riesgos de la lbertad.
No por ello, en absoluto, hemos de añorar la dictadura en el campo educativo por entender que nuestros jóvenes ahora son unos insolentes. No y no. Pues no dudes, amigo Pepe, que ese grupo que tú ves de madrugada compuesto por, ¿diez, quizá veinte?, insufribles cabronzuelos, comparados con el resto de jóvenes del barrio (incluidos tus hijos), son una minoría, escandalosa, pero minoría el fin.
Es verdad no obstante que si el lenguaje soez de los medios, y sus estereotipos pandilleros, ´no fuese tan dañino; si los gobiernos no cambiaran los modelos educativos cada dos por tres; si se dignificara, se valorara y se compensara la figura del maestro como se merece; si los padres dedicásemos más tiempo a observar el comportamiento de nuestros hijos, y, muy importante, supiéramos proporcionar tanto los premios como los castigos (que son necesarios), otros gallos cantarían. Y si la enseñanza pública, en vez de recortes, tuviera aportes todo mejoraría.
Saludos y ánimo.
Nuestros hijos son el reflejo de lo que ven en su casa, de lo que les enseñan en la escuela, de lo que observan en el barrio y de lo que se les ofrece en los medios audiovisuales. Si esto no va bien, o no se hace bien, ellos irán mal.
En nuestra época juvenil nuestros comportamientos eran bien distintos: las dictaduras mantienen -aparentemente bien- todo lo que suene a "orden y respeto", pero realmente no valía la pena tenernos derechos a base de palmetazos, a hostia limpia y con el miedo metido en el cuerpo. No lo dudes, Pepe, esos vándalos que te inquietan y te encabronan - a ti y a cualquiera- son producto de lo que han vivido.
La democracia no es un vehículo que cuando te montas en él desaparezcan todo tipo de peligros y accidentes. Hay que conducirlo responsablemente, y si se exceden las señales que anuncian el máximo peligro estás abocado a darte un tortazo más grande que con el obsoleto carro de la dictadura, en el que íbamos atados y siempre vigilados para no correr ni avanzar: somos libres con los riesgos de la lbertad.
No por ello, en absoluto, hemos de añorar la dictadura en el campo educativo por entender que nuestros jóvenes ahora son unos insolentes. No y no. Pues no dudes, amigo Pepe, que ese grupo que tú ves de madrugada compuesto por, ¿diez, quizá veinte?, insufribles cabronzuelos, comparados con el resto de jóvenes del barrio (incluidos tus hijos), son una minoría, escandalosa, pero minoría el fin.
Es verdad no obstante que si el lenguaje soez de los medios, y sus estereotipos pandilleros, ´no fuese tan dañino; si los gobiernos no cambiaran los modelos educativos cada dos por tres; si se dignificara, se valorara y se compensara la figura del maestro como se merece; si los padres dedicásemos más tiempo a observar el comportamiento de nuestros hijos, y, muy importante, supiéramos proporcionar tanto los premios como los castigos (que son necesarios), otros gallos cantarían. Y si la enseñanza pública, en vez de recortes, tuviera aportes todo mejoraría.
Saludos y ánimo.