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LA HABA: Que bien LEGANES, cada día un tema nuevo, eres constante...

En la Haba había mucha afición al cante -cuando se dice cante, hay que entender flamenco- y hoy me apetece hablar de ello. Y empiezo confesando una de mis grandes frustraciones: no poder cantarlo. No es una frustración enfermiza en el sentido de producirme ira, decepción, o algo así, al dar por fallidas mis expectativas de cantar, no: yo no tuve ni siquiera expectativas; más bien, es una sensación –no desoladora desde luego- de verme privado de la legítima satisfacción que debe dar cantar bien flamenco. Chaplin, que era aficionado, declaró su sana envidia del cantaor “porque yo sólo hago reír a las mujeres y él (se refería a Marchena) las emociona”.

Por el pueblo, de vez en cuando, aparecía un hombre del que no recuerdo su nombre (¿Paco?) porque, al faltarle un brazo, era más conocido por “El Manco de Don Benito”: cantaba lo que quería y quizá no triunfó por su tendencia –desmesurada y, a mi modo de ver, errónea- a complacer con su cante a cuatro ricachones de la zona a cambio de tapas y vinos en colmados, ventas, fincas y casinos. Creo recordarle, ya en su ocaso, vendiendo lotería.

Como en el Jazz, se tiene que dar un climax para extraer del cantaor lo más sublime: taberna, humillo, sobriedad y afición. Nada de micrófonos, moqueta, palcos u oropeles; ya sé que es constreñir el arte, pero estamos hablando de lograrlo en esencia. El fandango era el cante que más demanda tenía en las jaranas jabeñas: “Carrera, tu madre a mi no me quiere porque no tengo carrera, en mi casa tengo un galgo, que vaya a por él cuando quiera que yo pa correr no valgo”. Corto, claro y directo; sin embargo, menos claro pero qué ironía tiene este otro muy poco conocido:

“ ¡Ay gitana que bien coses!, ¡ay gitana, qué bien coses!, con el pelo alborotao y a altas horas de la noche”. Esto lo cantaba un mendigo de Málaga que “babeante de de rabia y de vino” sabiamente expresaba con sutileza la satisfacción y el placer nocturno de amar: era el gran Piyayo, fandangos del Piyayo. En la Peña flamenca “Juan Breva”, en Málaga, yo me “ponía” escuchando esta y otras perlas del cante.

En el pueblo había predilección por los cantes, menos flamencos, de Porrinas de Badajoz y Farina. Este último tenía una copla muy sensiblera: “Yo no siento el dinero que me robaron, sólo siento mi perro que lo mataron ……” Recuerdo que Pedro “Sardina”, que adoraba a sus galgos, cada vez que quería llorar echaba una peseta en la gramola de Tortera para oír esto cantado por el de Salamanca.

Yo tengo adoración por los cantes de don José Tejada, o Niño de Marchena, luego Pepe Marchena. Fue un monstruo del cante: puro, cuando quería y siempre, transgresor (como Enrique Morente o Camarón). Salvando las distancias y los gustos, como Bob Dylan desafió al pop de los sesenta, Marchena revolucionó los cantes populares de los años veinte y posteriores, mezcló la recitación con el cante y ambas cosas las escenificó en el teatro. Este hombre genial, que murió sin aprender a leer ni escribir, fue capaz de componer, escenificar y cantar algo tan cumbre, tan sutil, y tan seductor como esta, ¿Taranta o Milonga?, no sé qué palo pero sí la letra:

“Yo partí media sandía/se la brindé a una casada/me dijo desconsolada/muchas gracias caballero/que luto tengo y no puedo/.
Que luto tengo y no puedo/comer fruta colorada”.

Pero, coño, ¡si parece de San Juan de la Cruz!

Buenas noches a todos,

Que bien LEGANES, cada día un tema nuevo, eres constante e inagotable.
En cuanto al tema del cante, sobre el cual soy casi un analfabeto, si acaso algo sobre la copla y poca más, He recordado una anécdota que me sucedió con un buen amigo hace ya unos cuantos años.
En Quintana, un verano, espectáculo de cante, flamenco, jondo, o no se que estilo, por que no entiendo como ya ha dicho, un amigo apasionado del mismo ensimismado, observando los esfuerzos del artista, las subidas y bajadas de los tonos de voz, etc. etc. al lado dos amigos escuchantes, distraídos mirando a derecha e izquierda, buscando no se sabe que, pero totalmente distraídos, al cabo de un buen rato, ese amigo aficionado y apasionado del cante, creo que muy a su pesar, se levanta y dice una frase lapidaria.

La frase: “Aunque sea un crimen irse, vamonos, por que a estos dos cuerpos no puedo condenarles a este castigo”.

¿Te suena?

Un abrazo
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Jejejejejejejejeje!.

Claro que me acuerdo: agosto, en la sala Xanadú de Quintana de la Serena, donde intentó cantar CANDIDO DE QUINTANA. Tenía buenas maneras pero no llegó a despegar. Y aquella tarde no fue la suya precisamente.

Muy agudo, Yole.

El Caballero Andaluz descubrió pelín tarde la cosa, pero es un buen conocedor actualmente de la copla, el jondo y del mundo gitano. Hay mucho ingenio en todo ese mundillo.

Tanto el Marqués de Porrina como Rafael Farina, fueron dos buenos cantaores, dos voces excepcionales; quise decir que eran más copleros, y fandangueros, que otra cosa: sus voces eran nítidas, con decibelios para romper una cristalería, pero la soléa, las alegrías y, sobre todo, la seguiriya, necesitan de pechos más rotos, venas y arterias más inflamadas y lenguaje más enrevesao que los que poseían el paisano y el charro. Para mi gusto, claro.

Saludos, ... (ver texto completo)