Proyectos, Obras y Promociones Industriales, S. A. (o algo así) era la razón social de la empresa que – muy al final de los cincuenta y principio de los sesenta- ejecutó la obra que trajo el agua corriente a La Haba. Y para los que no se acuerden de ello, las siglas, o acrónimo, de esta empresa (POPISA) que se redujo a POPI, dieron nombre eterno y popular a las cinco, ¿o son seis?, fuentes que ofrecieron agua corriente por primera vez a los jabeños: “Vengo de la popi”, “La popi del Altozano está chorreando agua”, o “El agua de la popi no necesita “enjabonaura”” (dijo la entrañable Antoñita Juez, q. e. p. d., cuando un tubo –por vez primera- echó agua a sus manos), estas y otras frases como estas borraron la palabra “fuente” del vocabulario popular jabeño, sustituyéndola para siempre por la de “popi”.
Recuerdo que el Gobernador, un tal Santaolalla, llegó en un coche negro que aparcó cerca de la popi, le recibió el alcalde, D. Antonio Forcallo, y avanzaron hacia una cinta que, con los colores de nuestra bandera, iba desde la esquina de tío Carril a la de José Antonio “el Santero”, y detrás de ella un gentío tan enardecido como desoficiado; estaban los tres municipales (Celestino, Alonso y Gregorio) haciendo respetar un espacio libre para las autoridades. Al Gobernador y al Alcalde les seguían el cabo Sánchez, un par de curas, por la Hermandad fueron Pascual Martín y Gaspar Rodríguez (Secretario del Sindicato), por el ayuntamiento el inolvidable Victoriano Reyes, Sixto García, Pepe Forcallo, Isidro Pajuelo (Chito siempre andaba en estos guisos) y Carlos Godoy, primer Tte. de Alcalde), y muchos más que tengo retratados en mi memoria. Y niños, muchísimos niños.
Después de que Gregorio el municipal, en varios intentos, dijera chitón y lograra el silencio, con un sol que nos derretíamos, tomó la palabra el Sr. Gobernador. Y comenzó el tío hablando del agua del Ebro, y la batalla de idem.; el personal lo que quería era ver el agua saliendo por los flamantes y relucientes grifos de latón y cobre y no encajaba aquella lección de geografía patria. Cuando el gobernador ya venía acercándose por el Guadiana, un niño con pantalón largo –y ya con un bigote incipiente- que tenía fama de inquieto y le gustaba el agua con delirio (le llamábamos “Che”), cansado del tedioso discurso del gobernador, que no acababa de arribar al cerro de Magacela de donde venía nuestra agua, ni corto ni perezoso dio un brinco, se “voleó” la cinta y se plantó en el vaso de la propia fuente y, con el gobernador civil alelado, abrió los dos grifos y, como un milagro, apareció con fuerza EL AGUA para regocijo y júbilo de la chiquillería que, con su alboroto, dio por terminado el acto de inauguración. De nada le valió la carrera que se dio Alonso Pajuelo, con la gorra en una mano y una varilla de olivo en la otra, porque a “Che” corriendo, o nadando, le alcanzaban muy pocos. Con este inesperado incidente, el cura hubiera pasado inadvertido si no hubiera sido porque alguien comenzó a gritar: ¡Don José, don José, el Hisopo!
Con la popi en marcha, las mujeres –parcialmente- dejaron de ir por agua a los pozos (La Marcocha, El Casallo, El Sindicato, Tía Jacoba, Fuente Cilla, La Cañaílla y otros), y hacían cola con sus cántaros de barro ante los dos grifos de cada fuente. Al principio, se respetaba -con algún refunfuñeo por el volumen abusón de alguna vasija- el orden hasta que el agua rebosaba, pero luego –cuando el caudal del agua se hacía insufrible- el ingenio de la mujer jabeña cambió la ley, asignando un periodo igual de tiempo para cada aguadora, independientemente del volumen de su vasija. Pasados unos años, para bien, se realizaron las obras de la red general de agua y cada vecino, cuando pudo, accedió a una acometida para su domicilio: aquello era el paraíso. Vinieron luego tiempos en que teníamos a la popi pero no teníamos agua ni en la Velá, pero eso dará para otra historia.
Muchos años después, qué triste ironía, el chiquillo que aguó la fiesta al Gobernador, el amigo “Che”, murió ahogado en el río Ortiga.
Buenas noches a todos,
Recuerdo que el Gobernador, un tal Santaolalla, llegó en un coche negro que aparcó cerca de la popi, le recibió el alcalde, D. Antonio Forcallo, y avanzaron hacia una cinta que, con los colores de nuestra bandera, iba desde la esquina de tío Carril a la de José Antonio “el Santero”, y detrás de ella un gentío tan enardecido como desoficiado; estaban los tres municipales (Celestino, Alonso y Gregorio) haciendo respetar un espacio libre para las autoridades. Al Gobernador y al Alcalde les seguían el cabo Sánchez, un par de curas, por la Hermandad fueron Pascual Martín y Gaspar Rodríguez (Secretario del Sindicato), por el ayuntamiento el inolvidable Victoriano Reyes, Sixto García, Pepe Forcallo, Isidro Pajuelo (Chito siempre andaba en estos guisos) y Carlos Godoy, primer Tte. de Alcalde), y muchos más que tengo retratados en mi memoria. Y niños, muchísimos niños.
Después de que Gregorio el municipal, en varios intentos, dijera chitón y lograra el silencio, con un sol que nos derretíamos, tomó la palabra el Sr. Gobernador. Y comenzó el tío hablando del agua del Ebro, y la batalla de idem.; el personal lo que quería era ver el agua saliendo por los flamantes y relucientes grifos de latón y cobre y no encajaba aquella lección de geografía patria. Cuando el gobernador ya venía acercándose por el Guadiana, un niño con pantalón largo –y ya con un bigote incipiente- que tenía fama de inquieto y le gustaba el agua con delirio (le llamábamos “Che”), cansado del tedioso discurso del gobernador, que no acababa de arribar al cerro de Magacela de donde venía nuestra agua, ni corto ni perezoso dio un brinco, se “voleó” la cinta y se plantó en el vaso de la propia fuente y, con el gobernador civil alelado, abrió los dos grifos y, como un milagro, apareció con fuerza EL AGUA para regocijo y júbilo de la chiquillería que, con su alboroto, dio por terminado el acto de inauguración. De nada le valió la carrera que se dio Alonso Pajuelo, con la gorra en una mano y una varilla de olivo en la otra, porque a “Che” corriendo, o nadando, le alcanzaban muy pocos. Con este inesperado incidente, el cura hubiera pasado inadvertido si no hubiera sido porque alguien comenzó a gritar: ¡Don José, don José, el Hisopo!
Con la popi en marcha, las mujeres –parcialmente- dejaron de ir por agua a los pozos (La Marcocha, El Casallo, El Sindicato, Tía Jacoba, Fuente Cilla, La Cañaílla y otros), y hacían cola con sus cántaros de barro ante los dos grifos de cada fuente. Al principio, se respetaba -con algún refunfuñeo por el volumen abusón de alguna vasija- el orden hasta que el agua rebosaba, pero luego –cuando el caudal del agua se hacía insufrible- el ingenio de la mujer jabeña cambió la ley, asignando un periodo igual de tiempo para cada aguadora, independientemente del volumen de su vasija. Pasados unos años, para bien, se realizaron las obras de la red general de agua y cada vecino, cuando pudo, accedió a una acometida para su domicilio: aquello era el paraíso. Vinieron luego tiempos en que teníamos a la popi pero no teníamos agua ni en la Velá, pero eso dará para otra historia.
Muchos años después, qué triste ironía, el chiquillo que aguó la fiesta al Gobernador, el amigo “Che”, murió ahogado en el río Ortiga.
Buenas noches a todos,
Que relato tan interesante LEGANES.
Cada día estoy más sorprendido de tu agudeza escritora, así como de esa memoria tan prodigiosa que tienes. Como es posible, me pregunto muchas veces que se puedan recordar tantos detalles, nombres y situaciones acaecidas hace no menos de 40 o 50 años. Te felicito, por esos relatos tan amenos que nos brindas, y como no por tu admirable memoria.
Te sugiero (si no lo has pensado ya) que todos tus relatos los podrías plasmar en un libro, seria interesante.
Muchas de esas anécdotas e historias me son familiares, las he escuchado en varias ocasiones y me interesan, como me interesa como bien sabes, todo lo relacionado con La Haba, los jabeños y su pequeña gran historia, que entre todos hacéis que no se olviden.
Este foro engancha, como bien dice más de uno, “y tu eres el culpable”
Un abrazo
Cada día estoy más sorprendido de tu agudeza escritora, así como de esa memoria tan prodigiosa que tienes. Como es posible, me pregunto muchas veces que se puedan recordar tantos detalles, nombres y situaciones acaecidas hace no menos de 40 o 50 años. Te felicito, por esos relatos tan amenos que nos brindas, y como no por tu admirable memoria.
Te sugiero (si no lo has pensado ya) que todos tus relatos los podrías plasmar en un libro, seria interesante.
Muchas de esas anécdotas e historias me son familiares, las he escuchado en varias ocasiones y me interesan, como me interesa como bien sabes, todo lo relacionado con La Haba, los jabeños y su pequeña gran historia, que entre todos hacéis que no se olviden.
Este foro engancha, como bien dice más de uno, “y tu eres el culpable”
Un abrazo
Gracias de corazón, YOLE. La mejor y única pretensión a la que aspiro con mi relatar, es que -amigos como tú- esbocen una simple sonrisa: qué mejor cosa que esta.
Un fuerte abrazo,
Un fuerte abrazo,