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LA HABA: Hola Paco, que bien relatada la admiración a ese tu...

Hoy me gustaria compartir con todos vosotros (perdonadme el tuteo) recuerdos sobre alguien que me marcó cuando pequeño, fué una de esas personas que su figura se vá agrandando a medida que los años van pasando.
Coincidimos por primera vez allá por 1970,él era un chico joven con ganas de devorar el mundo y con una misión complicada, como si fuera un agricultor intentaría cultivarnos y que creciéramos fuertes y sanos en el terreno del conocimiento, nosotros, por entonces, empezábamos a conocer el mundo a traves de números, letras, montañas, rios, valles, continentes, climas, verbos....... en fin una mezcla de todo que nos sobrepasaba y nos inducia a pensar que la vida es algo mas que juegos, ilusiones y sueños, tambien existía el sacrificio, el trabajo y el compromiso (estas últimas, luego cada cual las interpretamos de una manera).
Se llamaba Jacinto (Don Jacinto para nosotros), y fué mi MAESTRO y el de toda mi generación, su forma de inculcarnos el trabajo era recia, férrea, a veces, incluso brusca y violenta (hoy no tendría cabida en el mundo de la enseñanza) pero eso no nos creó traumas ni problemas psicológicos, porque hay que reconocer que para él nosotros éramos sus alunnos y con la misma fuerza que te exigia, te defendía.
Cuando llegaban las soleadas tardes de primavera su rostro permanecía impávido observando como el curso de al lado, salian todos en fila india para disfrutar de una tarde de campo en el "arroyo abajo" cerca de La Marcocha, ante la mirada triste y envidiosa de nosotros. Estas situaciones y muchas similares, le servían de acicate para reafirmarse en sus ideas de lo que debería se un profesor comprometido con la educación de sus alunnos,él siempre se entregaba al cien por cien (nosotros nos hubiéramos conformado con el veinte)
Cada vez que mi mente vuela a aquellos momentos en clase, veo su figura delante de la pizarra, con la tiza en la mano derecha y el borrador en la izquierda, sus zápatos desafiaban el brillo del ébano, los pantalones con una raya tan perfecta que parecia que un equipo de delineantes se habian congregado para trazarla, la camisa impoluta, como si hubiera almidonado el cuello que sobresalia dentro del triángulo perfecto que formaba el pico de su jersey.
A nuestra edad y a nuestros ojos era el enemigo, el que nos cambiaba los ratos de ocio por las tardes interminables y sofocantes en el interior de un aula que nos afixiaba oyendo como Juan Ramón Jimenez y su burrito Platero descubrian su mundo.
En fin, el tiempo fué pasando y nuestros caminos se separaron, hoy ya no está entre nosotros, seguro que en algún sitio (no sé donde) seguirá con su magnifica labor, a mì, el paso de los años me fué descubriendo el verdadero personaje que se escondía tras esa apariencia feroz y retadora, un hombre bueno, orgulloso de su profesión y para el que sus alunnos siempre fueron lo primero

Hola Paco, que bien relatada la admiración a ese tu MAESTRO, de la cual comparto la mayoría de tus afirmaciones.

Mi opinión al respecto de la enseñanza actual; Don Jacintos en la actualidad también existen, lo triste es que existen pocos Pacos.

La recompensa a ese esfuerzo, seguro te habrá dado muchas satisfacciones, y no me refiero en lo material.

Saludos afectuosos y bienvenido a este espacio.