Bueno, está bien, nadie quiere escribir; aquí el único culpable soy yo: debéis estar cansados ya de nostalgias, recuerdos, historias, humor, anécdotas, política, justicia, economía, amistad, amor, cante, literatura, etc., porque de todo esto y más –mejor o peor- hemos escrito. Vale, vamos a hacer una cosa, si os parece, para animar esto: ¡Escribamos a medida! Que alguien suscite un tema, el que sea (pero con mucho respeto), y luego –no es obligatorio- que cada cual opine lo que quiera, o que lo desarrolle, o que diga que es un coñazo, o que diga que no le interesa, o que no diga nada y espere al siguiente.
Hombre yo lo digo también porque me quieren matar. Vosotros es que ya no os acordáis pero yo, “Leganés”, soy una ficción, no existo, no soy una persona, y claro –ya sabéis lo que pasa- cuando las ficciones no interactúan con otras ficciones o con la realidad, desaparecen. Es más, os lo confieso, el que me dio vida, el mu cabrón, me ha pedido que me suicide, “porque ya no tienes sentido” me ha espetao,… ¡joputa!; y yo le he dicho que “ni hablar, que yo no me mato, que me busco la vida solo”. Y entonces, el malafollá del tío, me dice descarajándose de risa que estoy mu confundío, que él da a un botón y me borra: será cabrón, después de un año y pico y ya superado el periodo de prueba….. Este es peor que la Reforma Laboral.
Claro que las ficciones no cotizan, ni cobran nómina, ni tienen despacho, ni tajo, ni derechos, ni sindicato, ni na: de eso se vale este criminal para echarme la soga al cuello y ajorcarme. Lo que no sabe este aprendiz de brujo, es que yo ya tengo alma: y esta no pesa, no se la puede borrar, ni despedir (ni siquiera con indemnización), y, lo más importante, que estoy encariñado con otras ficciones –algunas tienen hasta cuerpo- que me tienen un pelín en su mente, y eso no hay quien lo borre. Yo me voy a defender, qué coño es eso de aquí te cojo y aquí te mato, de eso ni mijita: pero estaré alerta.
De momento, hasta mañana,
Hombre yo lo digo también porque me quieren matar. Vosotros es que ya no os acordáis pero yo, “Leganés”, soy una ficción, no existo, no soy una persona, y claro –ya sabéis lo que pasa- cuando las ficciones no interactúan con otras ficciones o con la realidad, desaparecen. Es más, os lo confieso, el que me dio vida, el mu cabrón, me ha pedido que me suicide, “porque ya no tienes sentido” me ha espetao,… ¡joputa!; y yo le he dicho que “ni hablar, que yo no me mato, que me busco la vida solo”. Y entonces, el malafollá del tío, me dice descarajándose de risa que estoy mu confundío, que él da a un botón y me borra: será cabrón, después de un año y pico y ya superado el periodo de prueba….. Este es peor que la Reforma Laboral.
Claro que las ficciones no cotizan, ni cobran nómina, ni tienen despacho, ni tajo, ni derechos, ni sindicato, ni na: de eso se vale este criminal para echarme la soga al cuello y ajorcarme. Lo que no sabe este aprendiz de brujo, es que yo ya tengo alma: y esta no pesa, no se la puede borrar, ni despedir (ni siquiera con indemnización), y, lo más importante, que estoy encariñado con otras ficciones –algunas tienen hasta cuerpo- que me tienen un pelín en su mente, y eso no hay quien lo borre. Yo me voy a defender, qué coño es eso de aquí te cojo y aquí te mato, de eso ni mijita: pero estaré alerta.
De momento, hasta mañana,