Siguiendo el consejo de Yole, que le gustarìa que le habláramos de las noches jabeñas, debo reconocer que me lo pone dificil ¡voto a Brios!. Que dificiles definirte lo que ya conoces, lo que has sentido y lo que tú has vivido.
En fìn, mi lugar preferido para comtemplar el cielo nocturno es "el pantanillo", lejos de cualquier fuente de luz que no te deja admirar las alturas con total nitided. Suelo acercarme en las calurosas noches de verano, dando un delicioso paseo despues de la tardía cena. El canal (ruta del colesterol), es un hervidero de gente por esas fechas y horas, en el ambiente se reviven sensaciones, los olores de las adelfas floridas, el cesped recien cortado, los repetidos y manoseados saludos y las barbacoas en la "puertas falsas", esas puertas que durante el resto del año estaban cerradas como sombras que acechan al paseante en las frías noches de invierno y ahora se abren con pereza, oxidadas anunciando la llegada de los moradores que tanto ansiaban ese momento. Cuando te aproximas a la piscina te recibe el frescor del agua y la hierba que te embriaga y te incita a despojarte de la ropa, para sentir en todo tu cuerpo esa sensación de bienestar que tanto agradeces despues de un sofocante dia. Antes de llegar al embalse, ya oyes el croar de las ranas en su particular cortejo amoroso, reclamándo la presencia de una hembra que le colme de deseo, al fondo, los patos chapotean en los juncos de la orilla disfrutándo de la intimidad que los proporciona la noche.
Llegamos al muro y te tiendes boca arriba y entonces................ ¡oh, maravilla! descubres en un segundo lo pequeño e insignificante que eres, una gran bóveda intermitente nos contempla desde las alturas, millones y millones de estrellas iluminan el cielo como guardianes protectoras de la Tierra y tú, como un niño pequeño, te sientes abrumado ante el gigante que te comtempla. Este cielo nuestro, limpio, virgen y silencioso como un amante y confidente nocturno.
Pequeñas lucecitas van esquivando a las estrellas de Norte a Sur y a la inversa, es la autopista del cielo por la que surcan los aviones imitando la fugacidad de alguna estrella que se apaga y nos invita a desear algo con la ilusión de que se cumpla.
La noche avanza y la bóveda gira contemplando este pequeño rincón del mundo en el que te sientes como en el paraiso.
Giras la vista hacia el Este y admiras un gran barco que bien pudiera ser el Titanic, un barco fantasma que navega lleno de almas errantes surcando el cielo en busca da la paz eterna pero de repente....... ¡despiertas! y lo que creías un barco errante, es el castillo de Magacela con sus supuestos muros caidos y su ficticia iluminación que nos hace imaginar lo que no existe, en fín, sigamos soñando amigos.
En fìn, mi lugar preferido para comtemplar el cielo nocturno es "el pantanillo", lejos de cualquier fuente de luz que no te deja admirar las alturas con total nitided. Suelo acercarme en las calurosas noches de verano, dando un delicioso paseo despues de la tardía cena. El canal (ruta del colesterol), es un hervidero de gente por esas fechas y horas, en el ambiente se reviven sensaciones, los olores de las adelfas floridas, el cesped recien cortado, los repetidos y manoseados saludos y las barbacoas en la "puertas falsas", esas puertas que durante el resto del año estaban cerradas como sombras que acechan al paseante en las frías noches de invierno y ahora se abren con pereza, oxidadas anunciando la llegada de los moradores que tanto ansiaban ese momento. Cuando te aproximas a la piscina te recibe el frescor del agua y la hierba que te embriaga y te incita a despojarte de la ropa, para sentir en todo tu cuerpo esa sensación de bienestar que tanto agradeces despues de un sofocante dia. Antes de llegar al embalse, ya oyes el croar de las ranas en su particular cortejo amoroso, reclamándo la presencia de una hembra que le colme de deseo, al fondo, los patos chapotean en los juncos de la orilla disfrutándo de la intimidad que los proporciona la noche.
Llegamos al muro y te tiendes boca arriba y entonces................ ¡oh, maravilla! descubres en un segundo lo pequeño e insignificante que eres, una gran bóveda intermitente nos contempla desde las alturas, millones y millones de estrellas iluminan el cielo como guardianes protectoras de la Tierra y tú, como un niño pequeño, te sientes abrumado ante el gigante que te comtempla. Este cielo nuestro, limpio, virgen y silencioso como un amante y confidente nocturno.
Pequeñas lucecitas van esquivando a las estrellas de Norte a Sur y a la inversa, es la autopista del cielo por la que surcan los aviones imitando la fugacidad de alguna estrella que se apaga y nos invita a desear algo con la ilusión de que se cumpla.
La noche avanza y la bóveda gira contemplando este pequeño rincón del mundo en el que te sientes como en el paraiso.
Giras la vista hacia el Este y admiras un gran barco que bien pudiera ser el Titanic, un barco fantasma que navega lleno de almas errantes surcando el cielo en busca da la paz eterna pero de repente....... ¡despiertas! y lo que creías un barco errante, es el castillo de Magacela con sus supuestos muros caidos y su ficticia iluminación que nos hace imaginar lo que no existe, en fín, sigamos soñando amigos.