De los recovecos de la memoria te surgen a veces recuerdos que creías olvidados. El otro dia cuando venia acompañando a la Virgen me surgió uno que yá creía olvidado, ó quizás mi subconciente quiso olvidar por lo denigrante que me pareció.
Cuando yo era pequeña la Virgen no traia puestas flores como ahora, solo cuatro matas de albahaca que un señor de Santa Catalina le cuidaba con esmero todos los años, y que olian que daba gloria, y en la cabeza un sombrerito muy gracioso que le hizo la Emilia, abuela de la Pepi Jormiguita, que le protegia del sol del camino y parecía una pastorcilla. Como el dinero escaseaba todo el mundo quería coger un rato los brazos, pero procuraban que diera de sí la poca calderilla que tenían, y solo cuando el cepillo sonaba con insistencia soltaban la moneda: al pasar el puentecillo se formó un revuelo tremendo: yo como era bajita no sabia a que se debía, solo oia los murmullos de asombro y admiración. cuando al fin la levantaron de nuevo vi con asombro y estupor que le había colgado un señor (por llamarlo de alguna manera) con un imperdible en el escote un billete de mil pesetas, que se movia al ritmo de la virgen. Con lo facil que hubiera sido meterlo en el cepillo. Pero no, se trataba de demostrar su poderío y su idiotez, desde luego. Porque este “ tio” (se acabó lo de señor), era tan rácano que se freia un huevo la hija para cenar, y el mojaba en el aceite por no gastar otro. Y la iglesia, como consetia estos desatinos?, pero aquella noche no habían acabado mis sorpresas, porque como todos los niños mi curiosidad no tenia limites, le pregunté a mi madre para que quería la Virgen el dinero, y me contesto que para pagar la posáda: hay se me calleron tos los palos del chozo: ó sea que la virgen fue la precursora del turismo!, no la traiamos a pasar las fiestas con nosotros, sino a apopinar, como los turroneros. Soy consciente de que la Iglesia se debe financiar, pero consentiendo estos despropósitos lo único que coseguia es que los Pastores fueran por un lado, y el Rebaño. por otro.
Cuando yo era pequeña la Virgen no traia puestas flores como ahora, solo cuatro matas de albahaca que un señor de Santa Catalina le cuidaba con esmero todos los años, y que olian que daba gloria, y en la cabeza un sombrerito muy gracioso que le hizo la Emilia, abuela de la Pepi Jormiguita, que le protegia del sol del camino y parecía una pastorcilla. Como el dinero escaseaba todo el mundo quería coger un rato los brazos, pero procuraban que diera de sí la poca calderilla que tenían, y solo cuando el cepillo sonaba con insistencia soltaban la moneda: al pasar el puentecillo se formó un revuelo tremendo: yo como era bajita no sabia a que se debía, solo oia los murmullos de asombro y admiración. cuando al fin la levantaron de nuevo vi con asombro y estupor que le había colgado un señor (por llamarlo de alguna manera) con un imperdible en el escote un billete de mil pesetas, que se movia al ritmo de la virgen. Con lo facil que hubiera sido meterlo en el cepillo. Pero no, se trataba de demostrar su poderío y su idiotez, desde luego. Porque este “ tio” (se acabó lo de señor), era tan rácano que se freia un huevo la hija para cenar, y el mojaba en el aceite por no gastar otro. Y la iglesia, como consetia estos desatinos?, pero aquella noche no habían acabado mis sorpresas, porque como todos los niños mi curiosidad no tenia limites, le pregunté a mi madre para que quería la Virgen el dinero, y me contesto que para pagar la posáda: hay se me calleron tos los palos del chozo: ó sea que la virgen fue la precursora del turismo!, no la traiamos a pasar las fiestas con nosotros, sino a apopinar, como los turroneros. Soy consciente de que la Iglesia se debe financiar, pero consentiendo estos despropósitos lo único que coseguia es que los Pastores fueran por un lado, y el Rebaño. por otro.