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LA HABA: Con mucha atención he leído cada párrafo, y en cada...

Mucha, muchas veces me sorprendo mirando la torre de nuestra iglesia e imaginando lo que esas piedras habran visto a lo largo de los tiempos, esa torre que en su parte mas alta parece formada por figuras de un tetris que ha sido testigo del paso lento de los años, junto a ella me gustaría poner una máquina del tiempo y como si la colocara ojos vería lo que ella ha ido viendo en esa época.
Desfilaria delante de ella tiempos de guerra, sería muda testigo del miedo y la desesperación en los rostros de nuestros antepasados, desde su atalaya los habrá visto temblar en las noches bélicas cuando el sonido de las bombas y los disparon desgarraban el silencio y la paz de la noche, y ella estaba allí…….
Habrá contemplado la marcha de jabeños con sus escasos enseres a refugiarse en la seguridad del campo, en algún frio chozo, alguna casa semiderruida e incluso bajo una vieja higuera, sitios que los proporcionaban mas seguridad que permanecer en el pueblo a merced de balas y lenguas acusadoras, y ella estaba allí….
Luego comtemplaría malos tiempos de ira, de rencor, de hambre, sobre todo hambre, desde allá arriba vería jabeños viejos, curtidos, con la piel agrietada del trabajo y el sufrimiento, con su eterno pantalón de pana negra remendada y la sempiterna boina en la cabeza, que a lomos de su burro transportaba cargas de leña por el camino de la sierra, “pá sacá siquiera pal pan”, joder,”siquiera pal pan”, ¡que puta vida mas arrastrá!, y ella estaba allí….
Ahora podríamos adelantar la máquina unos años mas y vemos llantos, barullos y abrazos que se prolongan hasta el infinito deseando que nunca se acaben, todo esto delante del autobus de Ramón, es tiempo de rupturas, de separaciones, de emigrar, de “buscar el chusco donde fuere”, con el alma partia y el corazón encogío, los vemos dejar atrás familia, amigos, el arroyo donde jugaban de niño, la moza que hacía que le sudaran las manos cuando sus ojos se encontraban, y viajaban rumbo a lo desconocido buscando algo que se pareciera un poco a la felicidad, y ella estaba allí…..
Tambien conoció dias de gloria, de fiesta, veía venir a lo lejos, por las distintas carreteras corros de gitanos tirando de grupos de bestias, allá por mediados de Marzo, cuando el frio se empieza a ir y las flores adornaban los caminos, el pueblo era un hervidero de merchanes alquilando cuadras para las bestias, se instalaban barras de bares por doquier y se cerraban tratos con un apretón de manos y el vino de acompañamiento. Luego llegarian los bailes, la matinée, las mirindas, las cervezas gavilan y todo lo que ayudara aelevar el espiritu feriante, y ella estaba allí….
A la vieja torre le retumbaban los oidos sobre todo los días 13 de Agosto cuando las capanas se volvian locas anunciando la llegada de la Patrona, ese día parece que sonaban de una forma especial, mas alegres impregnando de felicidad a todos con sus tañidos, daba comienzo “La Velá” y así seguian tres días mas de fiesta en los que la algarabia y los reencuentros marcaban el ritmo del pueblo, y ella estaba allí…
Adelantamos el artefacto unos años y me bajo porque llego a mi tiempo, tiempo de mi niñez, tiempo de recuerdos y nostálgias, cuando las únicas luces que alumbraban las calles eran unas bombillas con un plato encima, que solo iluminaban un pequeño circulo debajo del cual jugábamos los niños cuando el manto negro de la noche hacía su aparición, juegos pícaros de médicos y enfermeras que luego alteraban mi sueño infantil, y ella estaba allí…..
La noche, ¡maldita noche!, ¿porqué a los niños nos aterra la noche? la claridad que penetraba por la ventana de mi habitación perfilaba monstruos en las paredes, monstruos gigantes y amenazantes que te paralizaban un sonido de horror en la garganta. A veces cuando te despertabas en medio de la noche, y sentias esos momentos de pánico el lejano cantar de los gallos en la madrugada te llegaba como algo terrenal, algo que te infundía valor porque sabías que anunciaba la proximidad del día. Mas tarde oías el saludo de los campesinos cuando salían a sus labores del campo, montados a lomos del burro o llevando de cabestro la yunta de mulas que arrastraban el arado por medio de dos ruedas pequeñas de hierro, que formaban un ruido ensordecedor contra los royos del suelo, y ella estaba allí…
Observaría atónita el griterio infantil que acompañaba a las bodas por entonces, el padrino tirando monedas y los revolcones de los crios intentando cogerlas, las ropas recien estrenadas de los invitados y las caras de felicidad de los novios ante la nueva etapa. Luego vendría el convite con las botellas de anis y de coñac y los dulces típicos del momento que acabarían envueltos en los pañuelos que los invitados llevaban para tal fin, mientras los muchachos esperábamos abajo a que el amigo de turno que había tenido la fortuna de ser invitado, se asomara al balcón y nos tiraba los dulces, rosquillas, lenguas de pájaro y cofites que tanto anhelábamos, y ella estaba allí…
Las interminables tardes de futbol en el paseo de la iglesia, solo interrumpidas para ir a casa a disfrutar de la merendilla, el pan con aceite y azucar o la jícara de chocolate que engullíamos con verdadero deleite y nos sabía a gloria, y ella estaba allí….
Y ella sigue estando aquí, testigo silencioso de nuestra historia diaria, y seguirá aquí cuando marchemos como símbolo de nuestra identidad y notario de las estaciones del año, nos seguirá viendo reir, llorar, verá cambiar el color del campo, caer las hojas de los árboles, modificaremos su entorno, pero ella será siempre la misma, la que nos observará desde lo alto y grabará en sus piedras el lento discurrir de nuestra bella historia, saludos jabeños.

Con mucha atención he leído cada párrafo, y en cada uno de ellos los he sentido como míos, LA TORRE, símbolo y estampa de todos los pueblos por pequeños que sean, en otros tiempos majestuosas, después por las aberraciones urbanísticas de las grandes ciudades casi ha desaparecido su visión, pero ahí están, testigo mudo de acontecimientos, han visto fusilamientos, flirteos, borracheras, juegos de niños, entierros, bodas y escenario de muchas fotos como los quintos en tropel abrazados por los hombros y sobre todo de las mocitas después de misa de doce de un domingo cualquiera, vestido de fiesta con su correspondiente velo negro, solo hay que buscar en la vieja caja de zapatos para encontrar alguna de ellas.

Particularmente tengo un recuerdo entrañable, hace muchos años, una mujer delgada, con moño bien peinado, arrugas marcadas, bata y zapatillas negras y una prenda imprescindible, un mandil largo a cuadritos blancos y negros, llegó muy presurosa a casa y mostró lo que llevaba envuelto en el regajo, he aquí que todos los niños de la casa la rodeamos, ¡una cigüeña herida ¡, se había caído de la torre y tenía las patas rotas, intentamos ponerle una trabilla y refugiarla en la cuadra junto a un burrito que era el coche de los pobres, pero la declaró una ocupa y me imagino lo que pudo suceder, si bien una mañana nos dijeron que voló, esa mujer era mi abuela y aún hoy, esta pequeña historia se la relato –mitad verdad, mitad cuento- a una niñita que abriendo mucho los ojos escucha con atención y me hace repetir una y otra vez: La cigüeña de la torre de la iglesia de La Haba, una de las primeras palabras que pronunció esta niña fue “haba”, desde el inicio hasta hoy son cuatro generaciones, ¡dios ¡como pasa el tiempo.

Bueno, por hoy el hueco de nostalgia esta cubierto, y no quiero olvidarme de alguien que no le da tiempo de llegar a sentirla, Leganés ya sabes, saborea ese vaso de vino el próximo sábado pero con un brinde en silencio para que de aquí en adelante podamos repetirlo todos juntos más a menudo, ya casi estamos en el camino….., tiempo al tiempo. Saludos a todos.