Parece que el foro anda al ralentí estos días, será la ola de frio polar que padecemos?, será la apatía?, bueno, ya llegaran las largas y luminosas tardes de primavera y con ellas los ánimos renovados.
Leo con fruición las reflexiones de Leganes, y entresaco reflejos de nostálgia de la ruta desaparecida, junto a las sensaciones vividas a lo largo de todos estos años pegado a la cuneta de una carretera que marcó un trozo de historia de los jabeños.
Perdonadme la frivolidad pero tengo la manía de humanizar cosas inhumanas, no sé, pero las he mamado tan de cerca que se convierten en parte de mí, y no puedo por menos que referirme a ellas con el cariño y la añoranza de parte de mis recuerdos. Ella fue fiel testigo de los paseos dominicales de los mozos detrás de la dama de sus sueños entablando el antiguo arte del cortejo, fué paso obligado de merchanes y caballerias en tiempos de feria y rodeos, conoció a zagales trepando a las moreras que la escoltaban a su paso por el altozano, buscando las ansiadas hojas que a la postre sería el manjar de los gusanos de seda, asistió impávida al sorteo de los mozos en la Casa Consistorial, repartiendo alegrías y tristezas en futuros militares, y amores echo pedazos por la lejanía del ser amado, ella era puerta de entrada a la casa-cuartel, casa que veló a unos y desveló a otros cuando el hambre azuzaba y en nombre de no sé quien algunos “guardianes” impartían la justicia del palo contra algún pobre desgraciado. En fín, esta historia llegó a su fín y la carretera que miró el paso de nuestra vida se aleja y con ella un pedazo de nuestra historia mas reciente, de la que solo nos queda, como a Leganés, la nostálgia de largas madrugadas a su vera y el olvidado paso incesante de vehículos, cada uno, portador de personas e historias infinitas.
Esther se preguntaba si es progreso el aislamiento, la velocidad, y tantas y tantas cosas que cada día nos entierra un poco mas el pasado y nos plantea una realidad a la que no podemos escapar porque estamos encadenados a ella. No solo los gobernantes tienen la culpa de la soledad y el aislamiento al que estamos siendo sometidos, fijaos por ejemplo en nosotros cuando éramos críos nos buscábamos, nos encontrábamos y nuestros juegos eran de relación directa, de grupos, así disfrutábamos con el futbol, los pelotazos, el burro, el hueso, la picota, los pistoleros, todos juegos de grupo, de calle, de contacto con los demás, con el aire, el sol, el viento, y actualmente fijémonos en las actividades y juegos de los críos, ipod, ordenadores, mp4, tablet, smarphones, wassap……….. todos para “disfrutarlos” en solitario, en lugares cerrados, nos comunicamos por las ondas no por el cara a cara, y todo esto a la larga nos hará mas huraños, mas solitarios y menos humanos, siento el pesimismo de hoy, pero……………. adios jabeños.
Leo con fruición las reflexiones de Leganes, y entresaco reflejos de nostálgia de la ruta desaparecida, junto a las sensaciones vividas a lo largo de todos estos años pegado a la cuneta de una carretera que marcó un trozo de historia de los jabeños.
Perdonadme la frivolidad pero tengo la manía de humanizar cosas inhumanas, no sé, pero las he mamado tan de cerca que se convierten en parte de mí, y no puedo por menos que referirme a ellas con el cariño y la añoranza de parte de mis recuerdos. Ella fue fiel testigo de los paseos dominicales de los mozos detrás de la dama de sus sueños entablando el antiguo arte del cortejo, fué paso obligado de merchanes y caballerias en tiempos de feria y rodeos, conoció a zagales trepando a las moreras que la escoltaban a su paso por el altozano, buscando las ansiadas hojas que a la postre sería el manjar de los gusanos de seda, asistió impávida al sorteo de los mozos en la Casa Consistorial, repartiendo alegrías y tristezas en futuros militares, y amores echo pedazos por la lejanía del ser amado, ella era puerta de entrada a la casa-cuartel, casa que veló a unos y desveló a otros cuando el hambre azuzaba y en nombre de no sé quien algunos “guardianes” impartían la justicia del palo contra algún pobre desgraciado. En fín, esta historia llegó a su fín y la carretera que miró el paso de nuestra vida se aleja y con ella un pedazo de nuestra historia mas reciente, de la que solo nos queda, como a Leganés, la nostálgia de largas madrugadas a su vera y el olvidado paso incesante de vehículos, cada uno, portador de personas e historias infinitas.
Esther se preguntaba si es progreso el aislamiento, la velocidad, y tantas y tantas cosas que cada día nos entierra un poco mas el pasado y nos plantea una realidad a la que no podemos escapar porque estamos encadenados a ella. No solo los gobernantes tienen la culpa de la soledad y el aislamiento al que estamos siendo sometidos, fijaos por ejemplo en nosotros cuando éramos críos nos buscábamos, nos encontrábamos y nuestros juegos eran de relación directa, de grupos, así disfrutábamos con el futbol, los pelotazos, el burro, el hueso, la picota, los pistoleros, todos juegos de grupo, de calle, de contacto con los demás, con el aire, el sol, el viento, y actualmente fijémonos en las actividades y juegos de los críos, ipod, ordenadores, mp4, tablet, smarphones, wassap……….. todos para “disfrutarlos” en solitario, en lugares cerrados, nos comunicamos por las ondas no por el cara a cara, y todo esto a la larga nos hará mas huraños, mas solitarios y menos humanos, siento el pesimismo de hoy, pero……………. adios jabeños.
Hola Paco, ¿qué tal, hombre? Me has recordado las moreras del ayuntamiento y las del cuartel de la G. C., donde se posaban algún pájaro que otro; antes de que se inventaran las escopetas de balines -algunos de esto de copa- usábamos el famoso tirador (tirachinas) para abatirlos: horquilla de de madera de olivo o almendro, gomas de cámara de bici y pedrera del copete de zapato. En el pueblo no había un campeón con el tirador, había una campeona, era Paca, "Paquilla la Periquina", no veas cómo "alguraba" (buena puntería) a los rabiosillos (gorriones), a mí tampoco se me daba mal, la verdad, pero ella era mejor. Luego, tan contentos, nos comíamos los pajaritos: hoy no podría hacerlo, lo confieso, pero entonces rozábamos el hambre.
Un abrazo,
Un abrazo,