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LA HABA: Te/os propongo un ejercicio, que puede resultar muy...

EL CARTERO QUE NO LLEGA.

----En memoria a los últimos carteros que conocí, tres jabeños que recuerdo: Manuel Chamizo, calle Dos Pozos, 3, Juan Gallardo y “Barbaridad”, ambos en la calle de la Perra, (que me perdone este último, que está vivo, y me fastidia no acordarme de su nombre de pila) -----.

Mientras Manuel Fraga (Información y Turismo), allá por 1964, le preparaba al Difunto –como un hito histórico- los fastos bullidores para celebrar aquello de los “25 años de paz”, y a Mariano Navarro Rubio (Hacienda) le empezaba a resultar positivo el saldo de la balanza de pagos, esto es, cuando todo empezaba a ir sobre ruedas, cuando en vez de déficit había superávit, ¡qué ironía!, en los pueblos extremeños, que nada de esto notábamos, el hombre más esperado era EL CARTERO.

Si este hombre tardaba en aparecer, una mezcla de preocupación, temor e impaciencia se apoderaba de nuestras madres que, sin más abrigo que nuestra propia orfandad, necesitaban –perentoriamente- el dinero que por giro postal enviaban nuestros abnegados padres. ¿Fulana, ha pasado EL CARTERO?, decían las pobres desesperadas.

¡Qué va, que no!, entonces no existía la crisis, porque vivíamos instalados en ella, y nos pasaba desapercibida como el respirar; ni el paro, porque no se contaban las personas sin trabajo; tampoco existía el crédito, nos apañábamos con la cartilla en la que, raya a raya, el entrañable comerciante nos apuntaba todo lo fiado - léase que se fiaba de nosotros- (un beso a la Aurora, que ya está enterrada), anotaba lo que debíamos y ya está; ni tampoco existía Bruselas: las soluciones las traía EL CARTERO. Cuando la casa se quedaba sin dinero, no se podía decir al que te lo exigía: “Espera un poco, que voy al cajero”, porque tampoco existía la cuenta corriente, se contestaba: “Espera un poco, a ver si pasa EL CARTERO”.

Los niños, por mandato materno, nos relevábamos para que no se escapara EL CARTERO; y no es que desconfiásemos de él, no, qué va, era sólo que el día que traía varios giros recibía varias propinas, y a cada propina, un chato. Y por el vino, se retrasaba el servicio en las horas de la siesta y nuestras madres mostraban los efectos inquietantes de la falta de liquidez: nosotros le saludábamos, le animábamos a seguir, le aplaudíamos cada vez que dejaba un giro a una vecina. Y es que era el que, como hoy el BCE, inyectaba dinero fresco para el consumo; y todo funcionaba a las mil maravillas: nuestras madres sonreían, él recibía su propina, las tabernas hacían caja, se pagaban las rayas, los niños comíamos mejor -hasta algún plátano podía saborearse- en fin…., el bálsamo de don dinero.

Pero no se podía ahondar mucho en todo esto, porque algunos mayorcillos -ya pensantes- caímos en la cuenta de que EL CARTERO estaba, sobre todo, para traer cartas: vamos, yo creía firmemente que en ellas viajaba el amor, de verdad; y nuestras madres, yo lo sentía así, no parecían entristecerse mucho por no recibirlas, se diría que preferían el giro postal a la carta, a mí me dio por pensar eso y me llevó, descarnada y tristemente, al desencanto, casi a una crisis existencial, y a concluir en el desgarro afectivo que producía la emigración forzada, la que se ejerce sólo por sobrevivir y partiendo la familia en dos.

Y uno, que ya miraba al cielo, veía cómo por aquellos años, las cigüeñas, que también emigraban, no se dejaban a los cigüeñinos solos, ni el viaje más largo del padre, o de la madre cigüeña, en soledad, duraba más de dos horas: la Naturaleza no se lo permitía, siendo más madrastra que madre. Y esas cosas, a los niños de entonces, nos hacían pensar. ¿Cómo es posible, me preguntaba yo, que una mujer pueda estar sin su hombre –o viceversa- tanto tiempo sin verlo, sin abrazarlo, sin besarlo? ¿Por qué no están tan ávidas de cartas como de giros postales?, me preguntaba cándidamente. Ayyyy…, descubrí, “sin monea no hay na, con monea hay de to”. Y así mismito se lo espeté a mi Mama: “La jambre, hijo mío, lo trastoca tó”, me dijo. Y me consolé.

Y a todo esto, España iba mejor, no gracias a los giros a la IZQUIERDA, sino al giro postal, al inolvidable giro postal: inyector de liquidez pa los pobres., gracias al CARTERO.

(PaMÁ), questoy sufriendo,

Te/os propongo un ejercicio, que puede resultar muy interesante y divertido.

Cada uno mencionamos a un personeje (solo a uno así tenemos mas cuerda) jabeño con una reseña lo más amplia posible de cada uno. Sin miedo pero sin ofensa.
Contestamos con otro, y así sucesi....... a ver hasta donde llegamos.
Leí una lista creo de Leganes, de apodos, tambien una muy buena idea.

¿que os parece?