En fin...., en fin, XD, XD, seguiré al lado de lo intrascendente:
IGUAL QUE A ANDREA, acabo de enterarme de que a un par de foreros jabeños, la madrastra Naturaleza les ha hurtado una vida querida y vieja, regalándoles -CASI A LA PAR- otra nueva y deseada; sin nombrarles, LES ENVÍO EL DOBLE Y AGRIDULCE MENSAJE DE MI PESAR, POR UN LADO Y MI ALBOROZO, POR OTRO.
Un abrazo pambos amigos,
IGUAL QUE A ANDREA, acabo de enterarme de que a un par de foreros jabeños, la madrastra Naturaleza les ha hurtado una vida querida y vieja, regalándoles -CASI A LA PAR- otra nueva y deseada; sin nombrarles, LES ENVÍO EL DOBLE Y AGRIDULCE MENSAJE DE MI PESAR, POR UN LADO Y MI ALBOROZO, POR OTRO.
Un abrazo pambos amigos,
Que no, hombre, Leganés, no personalices, si yo no lo digo en mal sentido, lo comento como algo sustancial en un debate. Tanto es es así que te voy a dedicar la crítica de esta película que vi hace unos años y me gustó mucho, por si algún día la quieres recuperar y me das tu opiniçon. Sabes que te aprecio mucho.
VINCERE
DIRECTOR: MARCO BELOCCHIO.
INTÉRPRETES: GIOVANNA MEZZOGIORNO, FILIPPO TIMI, CORRADO INVERNIZZI, FAUSTO RUSSO ALESI, MICHELA CESCON.
GÉNERO: DRAMA / ITALIA / 2009 DURACIÓN: 128 MINUTOS.
Hacía tiempo que no me sentía estimulado como para dedicar todo el espacio de mi sección a la crítica de una película. La oportunidad me ha llegado con la última obra estrenada en nuestro país con la firma del veterano director italiano Marco Belocchio (Piacenza, 1939), uno de los autores del compromiso del que, como de Bernardo Bertolucci o los hermanos Taviani, me separa un abismo ideológico y generacional, asunto que, como no podía ser de otro modo, nunca fue óbice para que mi independencia y capacidad crítica me impulsaran a admirar su talento. Ganadora de ocho premios David di Donatello, VINCERE nos narra una apasionante historia que el realizador descubrió tras ver el documental Il segreto de Mussolini, de Fabrizio Laurenti y Gianfranco Norelli.
Ida Dalser (Giovanna Mezzogiorno) ocupa una de las páginas más oscuras en la biografía de Benito Mussolini (Filippo Timi). Cuando Ida conoce a Mussolini en Milán a finales de la primera década del pasado siglo, él es el director del periódico Avanti!, un ferviente socialista dispuesto a guiar a las masas a través de un futuro anticlerical, antimonárquico y socialmente emancipado. Anteriormente Ida ya había tenido un fugaz encuentro con él en Trento: un auténtico flechazo que convirtió al exaltado activista en su héroe. De la relación que inician Ida da a luz un hijo que Mussolini reconoce, pero Benito pronto cambia sus ideas políticas socialistas por las fascistas. Así, para financiar Il Popolo d´Italia, periódico que Mussolini funda en el seno de este incipiente partido, Ida vende su salón de belleza, su apartamento y todo lo que posee. No obstante, paralelamente a la fulgurante carrera política de Il Duce, éste comienza a despreciarla e Ida se entera de que se ha vuelto a casar e iniciado una campaña para negar su existencia, así su secreta historia de amor con el hombre más admirado de Italia acabará con sus huesos y los de su hijo en un hospital psiquiátrico.
Puro nervio, sin perder el control y su sutileza, Belocchio logra con VINCERE una trepidante obra maestra cargada de simbolismo y profundidad, un relato musculoso y vibrante a modo de tragedia griega en dos actos (un primer bloque argumental que se abre con la apasionante relación que inicia el joven Mussolini con Ida Dalser, so pretexto para hilar con coherencia los comienzos políticos del futuro Duce y su paso del socialismo al fascismo; y un segundo que narra el martirio de esta desconocida heroína y su hijo, una penosa odisea que la convierte en proscrita, siendo recluida en un manicomio, perseguida y silenciada con los métodos mafiosos que más adelante utilizaría Mussolini con sus grupos paramilitares, las temibles scuadre d´Azione), y un lenguaje que hereda los patrones conceptuales del futurismo, recursos utilizados con vigor y virtuosismo para configurar una estética exuberante, plenamente cautivadora: secuencias de ficción que dan paso a imágenes documentales donde vemos al auténtico Mussolini, material de archivo cedido por la Filmoteca Italiana, intertítulos, iconografías, rituales e himnos de lucha que recorren con espanto la espina dorsal del país. Retazos consumados de la historia que activan la memoria de un pueblo ante la imposibilidad de justificar su desvarío y servidumbre. El punzante montaje incide en ese punto para remarcar el desencanto, la confusión, el terrible desorden social del que surge ese ególatra violento autoproclamado “El Salvador de Italia”, un tirano sin escrúpulos, un fantoche ridículo, histriónico, teatral y delirante, un personaje siniestro que merma los signos identitarios, culturales, políticos y racionales de una geografía vetusta, expansiva y floreciente, y que así en el fascismo como en su vida íntima todo lo pudre y envenena.
Pero aquel caudillo populista de mandíbula desafiante, filósofo exaltado de la violencia y la acción irreflexiva, figura sacralizada de líder carismático y revolucionario magníficamente encarnado por un Filippo Timi excesivamente atractivo al que Belocchio intenta acercarse emocionalmente, y que desaparece como ente de ficción para convertirse en una figura histórica plasmada en representaciones artísticas y documentales a mitad del metraje, fue capaz de reunir a 40.000 camisas negras para marchar sobre Roma y romper el corazón de Ida Dalser, a quien da oxígeno una arrolladora e impresionante Giovanna Mezzogiorno, personaje femenino que, con su arrebatadora presencia, sirve de soporte al director para construir una atalaya desde la que configurar la historia intimista de un amor loco, jirones de sufrimiento y renuncias que quedan magistralmente plasmados en la intensa, desoladora, lacerante mirada que la protagonista sostiene a la cámara al final del film. En una secuencia impactante revisitada posteriormente, Mussolini concede a Dios cinco minutos para fulminarle, lo que podía ser entendido como un efugio esperpéntico más del personaje, deviene en perfecto simbolismo sobre el dios que a los ojos de Dalser encarna el Duce y su imposible comunión. Algunos toscos saltos de eje, el recurso enfático de los primeros planos en aras del ímpetu dramático, el error de utilizar también a Timi para encarnar al hijo de Dalser, no pueden empañar el resultado final de una obra sublime y de cierto tono operístico, que nos deja un sabor amargo y que lejos de coartadas morales indaga en las entrañas de un ser tan complejo como repugnante. ¡Qué grande es el cine!
VINCERE
DIRECTOR: MARCO BELOCCHIO.
INTÉRPRETES: GIOVANNA MEZZOGIORNO, FILIPPO TIMI, CORRADO INVERNIZZI, FAUSTO RUSSO ALESI, MICHELA CESCON.
GÉNERO: DRAMA / ITALIA / 2009 DURACIÓN: 128 MINUTOS.
Hacía tiempo que no me sentía estimulado como para dedicar todo el espacio de mi sección a la crítica de una película. La oportunidad me ha llegado con la última obra estrenada en nuestro país con la firma del veterano director italiano Marco Belocchio (Piacenza, 1939), uno de los autores del compromiso del que, como de Bernardo Bertolucci o los hermanos Taviani, me separa un abismo ideológico y generacional, asunto que, como no podía ser de otro modo, nunca fue óbice para que mi independencia y capacidad crítica me impulsaran a admirar su talento. Ganadora de ocho premios David di Donatello, VINCERE nos narra una apasionante historia que el realizador descubrió tras ver el documental Il segreto de Mussolini, de Fabrizio Laurenti y Gianfranco Norelli.
Ida Dalser (Giovanna Mezzogiorno) ocupa una de las páginas más oscuras en la biografía de Benito Mussolini (Filippo Timi). Cuando Ida conoce a Mussolini en Milán a finales de la primera década del pasado siglo, él es el director del periódico Avanti!, un ferviente socialista dispuesto a guiar a las masas a través de un futuro anticlerical, antimonárquico y socialmente emancipado. Anteriormente Ida ya había tenido un fugaz encuentro con él en Trento: un auténtico flechazo que convirtió al exaltado activista en su héroe. De la relación que inician Ida da a luz un hijo que Mussolini reconoce, pero Benito pronto cambia sus ideas políticas socialistas por las fascistas. Así, para financiar Il Popolo d´Italia, periódico que Mussolini funda en el seno de este incipiente partido, Ida vende su salón de belleza, su apartamento y todo lo que posee. No obstante, paralelamente a la fulgurante carrera política de Il Duce, éste comienza a despreciarla e Ida se entera de que se ha vuelto a casar e iniciado una campaña para negar su existencia, así su secreta historia de amor con el hombre más admirado de Italia acabará con sus huesos y los de su hijo en un hospital psiquiátrico.
Puro nervio, sin perder el control y su sutileza, Belocchio logra con VINCERE una trepidante obra maestra cargada de simbolismo y profundidad, un relato musculoso y vibrante a modo de tragedia griega en dos actos (un primer bloque argumental que se abre con la apasionante relación que inicia el joven Mussolini con Ida Dalser, so pretexto para hilar con coherencia los comienzos políticos del futuro Duce y su paso del socialismo al fascismo; y un segundo que narra el martirio de esta desconocida heroína y su hijo, una penosa odisea que la convierte en proscrita, siendo recluida en un manicomio, perseguida y silenciada con los métodos mafiosos que más adelante utilizaría Mussolini con sus grupos paramilitares, las temibles scuadre d´Azione), y un lenguaje que hereda los patrones conceptuales del futurismo, recursos utilizados con vigor y virtuosismo para configurar una estética exuberante, plenamente cautivadora: secuencias de ficción que dan paso a imágenes documentales donde vemos al auténtico Mussolini, material de archivo cedido por la Filmoteca Italiana, intertítulos, iconografías, rituales e himnos de lucha que recorren con espanto la espina dorsal del país. Retazos consumados de la historia que activan la memoria de un pueblo ante la imposibilidad de justificar su desvarío y servidumbre. El punzante montaje incide en ese punto para remarcar el desencanto, la confusión, el terrible desorden social del que surge ese ególatra violento autoproclamado “El Salvador de Italia”, un tirano sin escrúpulos, un fantoche ridículo, histriónico, teatral y delirante, un personaje siniestro que merma los signos identitarios, culturales, políticos y racionales de una geografía vetusta, expansiva y floreciente, y que así en el fascismo como en su vida íntima todo lo pudre y envenena.
Pero aquel caudillo populista de mandíbula desafiante, filósofo exaltado de la violencia y la acción irreflexiva, figura sacralizada de líder carismático y revolucionario magníficamente encarnado por un Filippo Timi excesivamente atractivo al que Belocchio intenta acercarse emocionalmente, y que desaparece como ente de ficción para convertirse en una figura histórica plasmada en representaciones artísticas y documentales a mitad del metraje, fue capaz de reunir a 40.000 camisas negras para marchar sobre Roma y romper el corazón de Ida Dalser, a quien da oxígeno una arrolladora e impresionante Giovanna Mezzogiorno, personaje femenino que, con su arrebatadora presencia, sirve de soporte al director para construir una atalaya desde la que configurar la historia intimista de un amor loco, jirones de sufrimiento y renuncias que quedan magistralmente plasmados en la intensa, desoladora, lacerante mirada que la protagonista sostiene a la cámara al final del film. En una secuencia impactante revisitada posteriormente, Mussolini concede a Dios cinco minutos para fulminarle, lo que podía ser entendido como un efugio esperpéntico más del personaje, deviene en perfecto simbolismo sobre el dios que a los ojos de Dalser encarna el Duce y su imposible comunión. Algunos toscos saltos de eje, el recurso enfático de los primeros planos en aras del ímpetu dramático, el error de utilizar también a Timi para encarnar al hijo de Dalser, no pueden empañar el resultado final de una obra sublime y de cierto tono operístico, que nos deja un sabor amargo y que lejos de coartadas morales indaga en las entrañas de un ser tan complejo como repugnante. ¡Qué grande es el cine!