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No sé, pero decir que una persona que posee un vocabulario rico, extenso, exquisito, es un egocéntrico es tanto como decir que una persona que tiene un vocabulario pobre es un palurdo, y yo no lo digo. Puede que lo piense, pero no lo digo. Llámenme hipócrita.
Un personaje con título nobiliario dijo una vez: "Cada vez que piso la calle la vulgaridad me llega hasta los cojones". Tal vez algunos personajes han huido del foro porque se han visto envueltos en un patio de vecinos con el que no conectaban y que como un corro de viejas haciendo punto a la luz de una vela se cuentan sus anécdotas y chascarrillos que vete tú a saber a quién coño le importa.
Sólo tal vez, pues también puede ser que no gustándole tanta llaneza ni que les recuerden apodos que les resultan ofensivos o situaciones que no les sea de agradable recuerdo, les guste vivir con el espíritu de los tiempos sin la mirada puesta siempre en el retrovisor. Tal vez les repugne tanto como a mí el Porrompompero y El Chocolatero y otros ingredientes tan ibéricos y cañís que han hecho que de la marca España se tenga una imagen tan ridícula y abotargada en el extranjero. Avancemos y olvidémonos ya del subdesarrollo.
Si todo ello sirve como un ejercicio freudiano de regresión para saber en qué momento de la infancia se produjo el trauma, me parece bien, pero en algún momento siempre llega la noche.
Un personaje con título nobiliario dijo una vez: "Cada vez que piso la calle la vulgaridad me llega hasta los cojones". Tal vez algunos personajes han huido del foro porque se han visto envueltos en un patio de vecinos con el que no conectaban y que como un corro de viejas haciendo punto a la luz de una vela se cuentan sus anécdotas y chascarrillos que vete tú a saber a quién coño le importa.
Sólo tal vez, pues también puede ser que no gustándole tanta llaneza ni que les recuerden apodos que les resultan ofensivos o situaciones que no les sea de agradable recuerdo, les guste vivir con el espíritu de los tiempos sin la mirada puesta siempre en el retrovisor. Tal vez les repugne tanto como a mí el Porrompompero y El Chocolatero y otros ingredientes tan ibéricos y cañís que han hecho que de la marca España se tenga una imagen tan ridícula y abotargada en el extranjero. Avancemos y olvidémonos ya del subdesarrollo.
Si todo ello sirve como un ejercicio freudiano de regresión para saber en qué momento de la infancia se produjo el trauma, me parece bien, pero en algún momento siempre llega la noche.