“Tenemos un minuto para disolvernos
Y toda la vida para estar unidos.
Volvemos a estar los hijos del pueblo
Pendientes del curso de un reloj sombrío.
Volvemos a ver las cabezas huecas,
Los cascos brillantes, cañones pulidos.
Se repite el eco de las viejas voces
Del reloj de turno de sangre teñido.
Vuelven a destilar los ordenadores
Su agrio sabor de deber cumplido
Mientras mis hermanos cumplen otra noche
La fiel tradición de ser perseguidos”.
Con permiso de su hermana Felisa, a la que desde aquí mando un beso, me permito transcribir –abundando en lo anterior- unos versos de mi amigo en la infancia Antonio Goméz Romero, alias “Pincharrata” y “Papi”, ya muerto. En enero de 1977, trabajando de peón en la construcción, le salieron del alma esta docena de versos.
,
Y toda la vida para estar unidos.
Volvemos a estar los hijos del pueblo
Pendientes del curso de un reloj sombrío.
Volvemos a ver las cabezas huecas,
Los cascos brillantes, cañones pulidos.
Se repite el eco de las viejas voces
Del reloj de turno de sangre teñido.
Vuelven a destilar los ordenadores
Su agrio sabor de deber cumplido
Mientras mis hermanos cumplen otra noche
La fiel tradición de ser perseguidos”.
Con permiso de su hermana Felisa, a la que desde aquí mando un beso, me permito transcribir –abundando en lo anterior- unos versos de mi amigo en la infancia Antonio Goméz Romero, alias “Pincharrata” y “Papi”, ya muerto. En enero de 1977, trabajando de peón en la construcción, le salieron del alma esta docena de versos.
,