Aquellas noches en las que el “gallego” decía que nones, cuando la calorina –ni siquiera de noche- se apiadaba de nuestros cuerpos, en aquellos veranos de entonces, antes de la invención de la ducha (por otra parte inútil por la inexistencia de tuberías), con la Popi más seca que el ojo de Millán Astray, qué calor hacía, Señor, qué calor.
Antes que llegara la nevera, antes de que apareciera la cerveza Cruz Blanca, o el ventilador de Colomo, antes de todo eso nos teníamos que apañar con lo que teníamos. Y así, recuerdo el barril con su gorrito de hilo blanco hecho a ganchillo: un buche a la boca, y un chorrito al pecho, ¡Qué frescura, coño! Otro aliado era el abanico, que de vez en cuando le hurtábamos a mama, o a la abuela, que se balanceaban en esas entrañables mecedoras que componían Claudio “Pan blanco” (q. e. p. d.) y Antonio “Cabeza”. Me recuerdo sentado en el umbral, que más parecía una fragua porque el granito cuando se calienta se pone como la plancha de un sastre. Qué calor, Señor.
Lo peor, no obstante el calor, era que algún bichito maligno se te domiciliara en la tripa: la diarrea te podía fastidiar cualquier Santiaguito; una cagueta a destiempo era perderse un guateque, o un matiné, era una putada, vamos (¡gracias a los hermosísimos cuartos de baño que disfrutábamos entonces, que si no ….!). Confundíamos los laxantes con los astringentes y al calor se sumaba el destemple del cuerpo, cuando no la fiebre. Lo mejor era el higo chumbo, y a mí me sentaban muy bien unos polos de limón que hacía El Pajarito (aquel heladero que tenía una nuez desproporcionada en la garganta).
Un buen pozo en el corral era el mejor aliado para combatir las noches ardientes de verano: soga y calderilla y a empaparse, esto ahorraba muchos viajes a la Popi. En mi casa nunca lo tuvimos, así que nos conformábamos con una tinaja que hacía un agua muy fresquita, una vasija preciosa que le compramos a Acisclo “el de Magacela”.
Luego vino el “progreso”: la gaseosa Carmona, la barra de hielo del Gato, las neveras de Rebollo, la taza del retrete y las bañeras Roca, el aire acondicionado, …………….., en fin que tenemos de tó, y no carecemos de ná: PERO NO HEMOS PROGRESADO BIEN, hemos crecido mal. Y qué calor, Señor.
Buenas noches a to el jabeñerío.
Antes que llegara la nevera, antes de que apareciera la cerveza Cruz Blanca, o el ventilador de Colomo, antes de todo eso nos teníamos que apañar con lo que teníamos. Y así, recuerdo el barril con su gorrito de hilo blanco hecho a ganchillo: un buche a la boca, y un chorrito al pecho, ¡Qué frescura, coño! Otro aliado era el abanico, que de vez en cuando le hurtábamos a mama, o a la abuela, que se balanceaban en esas entrañables mecedoras que componían Claudio “Pan blanco” (q. e. p. d.) y Antonio “Cabeza”. Me recuerdo sentado en el umbral, que más parecía una fragua porque el granito cuando se calienta se pone como la plancha de un sastre. Qué calor, Señor.
Lo peor, no obstante el calor, era que algún bichito maligno se te domiciliara en la tripa: la diarrea te podía fastidiar cualquier Santiaguito; una cagueta a destiempo era perderse un guateque, o un matiné, era una putada, vamos (¡gracias a los hermosísimos cuartos de baño que disfrutábamos entonces, que si no ….!). Confundíamos los laxantes con los astringentes y al calor se sumaba el destemple del cuerpo, cuando no la fiebre. Lo mejor era el higo chumbo, y a mí me sentaban muy bien unos polos de limón que hacía El Pajarito (aquel heladero que tenía una nuez desproporcionada en la garganta).
Un buen pozo en el corral era el mejor aliado para combatir las noches ardientes de verano: soga y calderilla y a empaparse, esto ahorraba muchos viajes a la Popi. En mi casa nunca lo tuvimos, así que nos conformábamos con una tinaja que hacía un agua muy fresquita, una vasija preciosa que le compramos a Acisclo “el de Magacela”.
Luego vino el “progreso”: la gaseosa Carmona, la barra de hielo del Gato, las neveras de Rebollo, la taza del retrete y las bañeras Roca, el aire acondicionado, …………….., en fin que tenemos de tó, y no carecemos de ná: PERO NO HEMOS PROGRESADO BIEN, hemos crecido mal. Y qué calor, Señor.
Buenas noches a to el jabeñerío.
Querido Leganés;; estamos en verano coño ¡. Por los santitos, en Magacela tostaban las jabas al sol encima de un cancho. Con el "progreso" que mencionas en muchos aspectos, como decía Delibes, hemos retrocedido. No entro en detalles por si creo polémicas.
Siguiendo con el núcleo fundamental, que creo tiene el foro, menciono dos personajes con mucho gancho en aquellos años y dos acontecimientos singulares:
Gregorio el pregonero/alguacil/fuerza del orden en las procesiones segmento
chiquillos/as, con su varita de chupón de olivo como arma disuasoria.
Isidro Pajuelo, juzgao. Persona culta y con mucha memoria. Le menciono por la relación que tiene con uno de los acontecimientos que mencionaré.
Primera TV que llegó al pueblo y primera cocina de gas butano.
Todos dan pa mucho, pido auxilio a Victoria, Leganés.............
yo me comprometo a complementar los datos/anécdotas, que seguro faltarán, pues son muchos.
A vivir la noche que es muy agradable e incita a la tertulia; mecedora ambulante y puerta con riego.
abrazos.
Siguiendo con el núcleo fundamental, que creo tiene el foro, menciono dos personajes con mucho gancho en aquellos años y dos acontecimientos singulares:
Gregorio el pregonero/alguacil/fuerza del orden en las procesiones segmento
chiquillos/as, con su varita de chupón de olivo como arma disuasoria.
Isidro Pajuelo, juzgao. Persona culta y con mucha memoria. Le menciono por la relación que tiene con uno de los acontecimientos que mencionaré.
Primera TV que llegó al pueblo y primera cocina de gas butano.
Todos dan pa mucho, pido auxilio a Victoria, Leganés.............
yo me comprometo a complementar los datos/anécdotas, que seguro faltarán, pues son muchos.
A vivir la noche que es muy agradable e incita a la tertulia; mecedora ambulante y puerta con riego.
abrazos.
Es verdad, Tomás, nos quejamos del calor en pleno verano; somos como la Teodora “si se la meten gime y si se la sacan llora”, es hablar por hablar, en invierno nos quejaremos del frío y mientras esto pase es questamos vivos, jajaja. Qué bien macuerdo de los Santitos, muñuelos y anís incluidos cuando nos retirábamos: una vez recuerdo haberlo hecho contigo, no sé si en el R-6 o con el Dyanne matrícula Sevilla. En fin, como te dije, el día del accidente de Pepe “Eldelasevaristas”, “Pedro “pelajito” y otros, Alonsito Javier y yo estábamos en lista de embarque, en espera.
Efectivamente, Gregorio “El pregonero”, igual que su colega Alonso Pajuelo “Alonsillo”, y su común superior Celestino “El Jefe”, era un personaje entrañable. Aun perteneciendo a las Fuerzas Armadas, su lugar estaba siempre en la intendencia: procesiones (apartado de la chiquillería), bandos y pregones y, nunca se me olvidará, encendido de braseros para el personal administrativo de la Corporación pues su jefe natural, más que Celestino, era el también entrañable Victoriano Reyes, un hombre que merece un capítulo aparte. Me acuerdo, ahora con simpatía pero entonces mencabronaba, cuando El Jefe con sus dos adláteres llegaba ancá “Tortera” y decía: “Venga, ámonos recogiendo”, joé, que eran las doce y media y verano y nos echaban pacasa, menos mal que quedaba la Cruz de los Caídos que era el refugio pa la última cháchara: muchas noches pasaba el entrañable Paíto que iba pa la tahona y nosotros estábamos todavía cascando. Me gustaría saber de “Chito”, con su inconfundible mirada estrábica, el hijo menor de Gregorio, que precisamente estuvo a las órdenes del siguiente personaje.
Alonso Pajuelo, sabio, agudo en su humor, bueno, futbolero entendido, lector empedernido, fumador compulsivo, rellenaba unas partidas de nacimiento –o defunción- que por su manera describir hoy serían verdaderas obras de arte, ¡con qué perfección léxica, sintáctica, belleza y arte escribía Isidro! Sí, Tomás, yo recuerdo el día en que llegó en una grandísima caja de cartón la televisión que compró el ayuntamiento, cosa inexplicable, pero así fue. Creo que procedía de la tienda de Colomo en Villanueva; era en verano y esa tarde televisaban una corrida de toros, joder qué niebla tenía la jodía tele, Victoriano Reyes y el Cabo -Caba?- intentando sintonizarla y, de vez en cuando, alguien decía: “Mira, por ahí parece que viene el toro”, qué risa. Y por esta tele intentó ver to el Altozano la boda entre el Rey Balduino de Bélgica con la Española Fabiola, dos meapilas del copón: en medio de la ceremonia se fue la lú y lecharon la culpa a los comunistas. En fin, Tomás, son vagos recuerdos.
Las seis “Tobelos” yastán bebías, hablás y m…, asín que muchas gracias.
Efectivamente, Gregorio “El pregonero”, igual que su colega Alonso Pajuelo “Alonsillo”, y su común superior Celestino “El Jefe”, era un personaje entrañable. Aun perteneciendo a las Fuerzas Armadas, su lugar estaba siempre en la intendencia: procesiones (apartado de la chiquillería), bandos y pregones y, nunca se me olvidará, encendido de braseros para el personal administrativo de la Corporación pues su jefe natural, más que Celestino, era el también entrañable Victoriano Reyes, un hombre que merece un capítulo aparte. Me acuerdo, ahora con simpatía pero entonces mencabronaba, cuando El Jefe con sus dos adláteres llegaba ancá “Tortera” y decía: “Venga, ámonos recogiendo”, joé, que eran las doce y media y verano y nos echaban pacasa, menos mal que quedaba la Cruz de los Caídos que era el refugio pa la última cháchara: muchas noches pasaba el entrañable Paíto que iba pa la tahona y nosotros estábamos todavía cascando. Me gustaría saber de “Chito”, con su inconfundible mirada estrábica, el hijo menor de Gregorio, que precisamente estuvo a las órdenes del siguiente personaje.
Alonso Pajuelo, sabio, agudo en su humor, bueno, futbolero entendido, lector empedernido, fumador compulsivo, rellenaba unas partidas de nacimiento –o defunción- que por su manera describir hoy serían verdaderas obras de arte, ¡con qué perfección léxica, sintáctica, belleza y arte escribía Isidro! Sí, Tomás, yo recuerdo el día en que llegó en una grandísima caja de cartón la televisión que compró el ayuntamiento, cosa inexplicable, pero así fue. Creo que procedía de la tienda de Colomo en Villanueva; era en verano y esa tarde televisaban una corrida de toros, joder qué niebla tenía la jodía tele, Victoriano Reyes y el Cabo -Caba?- intentando sintonizarla y, de vez en cuando, alguien decía: “Mira, por ahí parece que viene el toro”, qué risa. Y por esta tele intentó ver to el Altozano la boda entre el Rey Balduino de Bélgica con la Española Fabiola, dos meapilas del copón: en medio de la ceremonia se fue la lú y lecharon la culpa a los comunistas. En fin, Tomás, son vagos recuerdos.
Las seis “Tobelos” yastán bebías, hablás y m…, asín que muchas gracias.