(Del congelador del Foro).
“Ya se sabe que echar un pregón era anunciar a voces por las calles de un pueblo una noticia, un aviso o algo de interés general. Lo solía hacer un empleado municipal a toque de campana o de corneta, según las costumbres, aprovechando la salida de misa o cualquier otra concentración de gente. Hoy día, el pregón (que desapareció como tal con la edición del papel y el anuncio impreso), se utiliza como preludio de una fiesta, en él se anima a los vecinos a participar en ella y es pronunciado por algún vecino relevante o predilecto del pueblo que se trate.
En la Jaba el pregonero era un guardia municipal: el inolvidable Gregorio “el Pregonero”, que se empleaba poco en esto de pregonar ya que en aquel ayuntamiento, lo que acontecía, que era muy escaso, no tenía interés de ningún tipo. Pero los pregones que yo quiero recordar aquí en el Foro nada tienen que ver con esto, yo quiero referir los que anunciaban la venta de mercancías o la prestación de algún servicio. Y tengo en la memoria unos cuantos:
“Triguero” pregonaba sardinas: ¡Sardina freeeeeeeeeeeeesc…..!, se ganaba el hombre la vida vendiendo tres o cuatro quilos de pescao que transportaba en una caja/cesta de madera y mimbre.
El “Gordo” que era pescador de río: pardillas, colmillos, bogas y, sobre todo, pregonaba bordallos. Pero el que más graciosamente lo hacía no era él, sino Manuel “Panfarrán” (mi pariente, q. e. e. d.) que, entresiesta y una vez seguro de que había cerrado todas las tabernas, con la camisa por fuera y con un sol que derretía, se ponía en la esquina de Victoriano Reyes y una y otra vez gritaba: “ ¡Bordaaaaaaaallo!, ¡Bordaaaaaallo!, y así hasta que don Fernando el médico salía, sin traje y sin garrota, y le reñía: “ ¡Ya está bien de bordallos Manuel, coño!
De Villanueva venía un señor que vendía garbanzos tostaos (que a mí me encantaban y no he vuelto a degustarlos como aquellos). Me acuerdo ir con un tazón blanco lleno de garbanzos crudos que él, milagrosamente, te lo cambiaba por el mismo volumen pero de ¡Tostaooooooos! Nunca olvidaré aquel señor que tenía voz muy grave, voz de “queda usted detenido”. Y, desde luego, nunca olvidaré aquel burro y lo que tenía entre sus patas, grande y negro como el demonio.
De vez en cuando venía un merchán de Campanario, que hablaba con laseses, y pregonaba: “ ¡A la buena miiiiiiiiiiiiel, queeeeeeso de oveja queeeeeeso! Y el “Pajarito”, heladero serón, cuando más apretaba la caló, Victoria, se le movía su nuez prominente y gritaba….” ¡Quieeeeeee rico helaaaaaao!”. Y aquella entrañable mujer que nos deleitaba con los “muñuelos”…. ¡Calentitos, calentitos!
Por pregonarse, hasta los niños pregonábamos: ¡Garroooootes por alfileeeeeeres!; ¿para qué querríamos nosotros los alfileres y los otros los tallos del trigomillo?
Esto eran mercancías, mayormente alimentos, y hemos de recordar con cariño a los entrañables panaderos a domicilio como Paíto, al paciente Manolo “el Calvo” (ambos q. e. p. d.) y al incombustible Vito (que fue churrero y ahora dulcero de pro). Pero también se pregonaban servicios: el alañaó, que arreglaba chisperos en los pucheros de lata y las varillas de los paraguas -entonces negros y eternos- y el afilaó que, anunciando la lluvia, ponía a punto tijeras, navajas y cuchillos. También se pregonaban trueques: tú entregabas chatarra y te devolvían algarrobas; a mí me gustaban mucho, pero un día abusé y con poco me revienta el calderín, pues son de muy difícil digestión.
Ahora sólo se pregona política: ¡MENTIRAAAAAAA FREEEEEESCA!
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“Ya se sabe que echar un pregón era anunciar a voces por las calles de un pueblo una noticia, un aviso o algo de interés general. Lo solía hacer un empleado municipal a toque de campana o de corneta, según las costumbres, aprovechando la salida de misa o cualquier otra concentración de gente. Hoy día, el pregón (que desapareció como tal con la edición del papel y el anuncio impreso), se utiliza como preludio de una fiesta, en él se anima a los vecinos a participar en ella y es pronunciado por algún vecino relevante o predilecto del pueblo que se trate.
En la Jaba el pregonero era un guardia municipal: el inolvidable Gregorio “el Pregonero”, que se empleaba poco en esto de pregonar ya que en aquel ayuntamiento, lo que acontecía, que era muy escaso, no tenía interés de ningún tipo. Pero los pregones que yo quiero recordar aquí en el Foro nada tienen que ver con esto, yo quiero referir los que anunciaban la venta de mercancías o la prestación de algún servicio. Y tengo en la memoria unos cuantos:
“Triguero” pregonaba sardinas: ¡Sardina freeeeeeeeeeeeesc…..!, se ganaba el hombre la vida vendiendo tres o cuatro quilos de pescao que transportaba en una caja/cesta de madera y mimbre.
El “Gordo” que era pescador de río: pardillas, colmillos, bogas y, sobre todo, pregonaba bordallos. Pero el que más graciosamente lo hacía no era él, sino Manuel “Panfarrán” (mi pariente, q. e. e. d.) que, entresiesta y una vez seguro de que había cerrado todas las tabernas, con la camisa por fuera y con un sol que derretía, se ponía en la esquina de Victoriano Reyes y una y otra vez gritaba: “ ¡Bordaaaaaaaallo!, ¡Bordaaaaaallo!, y así hasta que don Fernando el médico salía, sin traje y sin garrota, y le reñía: “ ¡Ya está bien de bordallos Manuel, coño!
De Villanueva venía un señor que vendía garbanzos tostaos (que a mí me encantaban y no he vuelto a degustarlos como aquellos). Me acuerdo ir con un tazón blanco lleno de garbanzos crudos que él, milagrosamente, te lo cambiaba por el mismo volumen pero de ¡Tostaooooooos! Nunca olvidaré aquel señor que tenía voz muy grave, voz de “queda usted detenido”. Y, desde luego, nunca olvidaré aquel burro y lo que tenía entre sus patas, grande y negro como el demonio.
De vez en cuando venía un merchán de Campanario, que hablaba con laseses, y pregonaba: “ ¡A la buena miiiiiiiiiiiiel, queeeeeeso de oveja queeeeeeso! Y el “Pajarito”, heladero serón, cuando más apretaba la caló, Victoria, se le movía su nuez prominente y gritaba….” ¡Quieeeeeee rico helaaaaaao!”. Y aquella entrañable mujer que nos deleitaba con los “muñuelos”…. ¡Calentitos, calentitos!
Por pregonarse, hasta los niños pregonábamos: ¡Garroooootes por alfileeeeeeres!; ¿para qué querríamos nosotros los alfileres y los otros los tallos del trigomillo?
Esto eran mercancías, mayormente alimentos, y hemos de recordar con cariño a los entrañables panaderos a domicilio como Paíto, al paciente Manolo “el Calvo” (ambos q. e. p. d.) y al incombustible Vito (que fue churrero y ahora dulcero de pro). Pero también se pregonaban servicios: el alañaó, que arreglaba chisperos en los pucheros de lata y las varillas de los paraguas -entonces negros y eternos- y el afilaó que, anunciando la lluvia, ponía a punto tijeras, navajas y cuchillos. También se pregonaban trueques: tú entregabas chatarra y te devolvían algarrobas; a mí me gustaban mucho, pero un día abusé y con poco me revienta el calderín, pues son de muy difícil digestión.
Ahora sólo se pregona política: ¡MENTIRAAAAAAA FREEEEEESCA!
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