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LA HABA: Claro, Leganés, es un sarcasmo, pero qué sería de mi...

SOY SANCHEZ DRAGÓ, HOY NO HABLO DE CINE

Son muchos los lectores que, a través de la dirección de correo electrónico que figura en el margen derecho de la cabecera de la página -y supongo que debido a mi esporádica sección Mis películas favoritas, a las citas y textos que suelo mencionar en mis críticas cinematográficas- constantemente me animan a confeccionar un canon literario en el que queden reflejadas mis obras favoritas. Es una misión ardua y extremadamente selectiva, porque seguramente hablamos de miles de libros que, en mi promiscua condición de lector voraz e inasequible al sueño y al cansancio, han hecho y hacen más llevadero mi tránsito por este valle de lágrimas y sonrisas verticales, habiendo alcanzado todas ellas el estatus de obras de cabecera.

Lo que he considerado más conveniente ha sido realizar una primera selección sin alejarme mucho en el tiempo para así acotar un periodo corto y cercano, con la intención de que si algún lector tiene intención de adquirir alguno de los textos seleccionados, y contando con la mala política de descatalogación y fondo general que actualmente tienen las editoriales y librerías, le sea más fácil localizarlos. A lo peor mis gustos nada tienen que ver con los de el común de los mortales y se me tache de injerencia y oscurantismo, quien me conoce más íntimamente sabe de mi fobia por los best-sellers de diseño y los libros-churros convertidos en simples y ortopédicas operaciones comerciales -lease El código Da Vinci-, pero ya que ustedes han insistido, aquí queda expuesto un listado de algunos de mis libros más apreciados... y no olviden nunca que una de mis nociones más claras de la felicidad doméstica es una familia dormida y un buen libro.

1- SIGFRIDO, de Harry Mulisch (Tusquets)
A través un alter-ego, Rudolf Herter, Mulisch nos presenta un musculoso texto sobre la inquietante ficción de una Eva Braun embarazada de Hitler que da a luz un varón llamado Sigfrido, como el mítico, fuerte y bello héroe de las leyendas escandinavas y germánicas. Un hecho que, por supuesto, se mantiene en el más absoluto de los secretos. Cuando la segunda gran guerra da sus últimos coletazos, todo terminará en una tragedia de tintes wagnerianos, como apunte de esa idea sobre la banalidad del Mal ingeniada por mi querida filósofa judía Hannah Arendt. Una nueva obra maestra del- me vale la redundancia- maestro holandés.

2- FELICES COMO ASESINOS, de Gordon Burn (Anagrama)
Los asesinatos cometidos por el matrimonio Fred y Rosemary West en la casa de los horrores (25 de Cronwell Street, Gloucester, Inglaterra). Burn, uno de los mejores columnistas ingleses, crea una obra de no ficción que también indaga en el enigma del Mal, una investigación angustiosa y terrorífica que, como bien escribe Brian Masters, obliga al lector a abrir una ventana, salir a pasear, escuchar música... y aun así eres incapaz de desprenderte del olor del mundo fétido narrado. Una obra espeluznante, en la que cada detalle está plenamente justificado.

3- AMÉRICA, de James Ellroy (Ediciones B)
Primera novela de la Trilogía Americana del escritor nacido en Los Ángeles y autor de otras obras maestras como La Dalia Negra, L. A. Confidencial y Mis rincones oscuros. Considerado, con toda justicia, el mejor escritor actual de novela negra y haciendo un uso magistral de su prosa punzante, descarnada y adictiva, Ellroy documenta el submundo de la América de los 50 y 60 mostrando el escenario, la sangre y las bambalinas.

4- SIN DESTINO, de Imre Kertész (El Acantilado)
La historia del año y medio de la vida de un adolescente en diversos campos de concentración. Aunque el autor húngaro vivió esa experiencia en sus carnes, no es un texto autobiográfico, sin embargo, la precisión quirúrgica con que Kertész describe la triste e hiriente realidad de los campos de exterminio, la hacen una de las más grandes novelas del siglo XX. Dolorosa ironía y grafismo demoledor.

5- MOTEROS TRANQUILOS, TOROS SALVAJES, de Peter Biskind (Anagrama)
Su título hace referencia a dos películas legendarias, Easy Rider (Dennis Hooper, 1969) y Toro Salvaje (Martin Scorsese, 1980). La primera, marca el inicio de una nueva era en Hollywood, la de una generación -Coppola, Scorsese, De Palma, Spielberg, De Niro, Al Pacino, Nicholson- que se convirtieron en los nuevos dueños de la meca del cine. El segundo film, de principios de los 80, clausura esa última época dorada de Hollywood. El periodista Peter Biskind escribe una crónica salvaje sobre una generación de exaltada y sublime creatividad viciada por las drogas, el sexo y el rock and roll, haciendo un recorrido alucinante por el Hollywood de los 70. Para un cinéfilo obsesionado con esta década -como es mi caso- el libro resulta de lectura obligada, pues se ha convertido en referencia para millones de estudiosos del tema.

6- LIBRA, de Don DeLillo (Ediciones B)
DeLillo se mete en la piel del magnicida Lee Harvey Oswald para hacer una precisa introspección sobre su pensamiento ¿qué le pasó por la cabeza en el momento de apretar el gatillo? Oswald jamás supo que su muerte estaba programada como parte de una conspiración al más alto nivel. El enigma Kennedy, un cabeza de turco y una época fascinante.

7- LAS MÁSCARAS DEL HÉROE, de Juan Manuel de Prada (Valdemar)
Probablemente la mejor novela española de las últimas décadas (muy superior, por ejemplo, a Soldados de Salamina, La sombra del viento y La catedral del mar). El autor nacido en Baracaldo, demostrando una exquisita madurez para su insultante juventud, nos invita en su primera novela a un viaje por el fracaso de una generación de perdedores, un relato coral que es a la vez una crónica de vidas atormentadas en medio de la sordidez, y que murieron desangradas de tinta o de sangre. Imprescindible.

8- EL ADVERSARIO, de Emmanuelle Carrére (Anagrama)
Todo en la vida de Jean-Claude Romand era mentira. El 9 de enero de 1993 mató a su mujer, a sus hijos y a sus padres e intentó, sin éxito, suicidarse. Mentía desde los 18 años, se hacía pasar por médico de la Organización Mundial de la Salud, estafó a sus padres y amigos, a punto de verse descubierto, decidió eliminar a aquellos cuya mirada no hubiera podido soportar. Una historia real que conmocionó toda Francia y que supone un viaje al corazón del horror. Ha leído varias veces esta excelente obra de Carrére.

9- LA INFORMACIÓN, de Martin Amis (Anagrama)
Los temas recurrentes del escritor británico, la amistad y la rivalidad, en este caso de dos escritores, conforman el núcleo narrativo de una de las más grandes joyas publicadas el pasado siglo. Con su lenguaje y estilo depurados profundiza en lo efímero de la felicidad, el fracaso la sensación de vacío y la muerte. ¡Qué bueno es este libro!

10- AMPLIACIÓN DEL CAMPO DE BATALLA, de Michelle Houellebecq (Anagrama)
La primera y mejor novela -para mí- del autor de Las partículas elementales y Plataforma. A través de la vida de un antihéroe, un ingeniero informático hastiado de su trabajo, el escritor francés crea todo un retablo decadente sobre el campo de batalla de la uniforme sociedad actual, con sus perdedores en el ámbito económico y sexual. Un escupitajo certero en el ojo de nuestro absurdo modelo de sociedad del bienestar.

Venga, a leer, aléjense del estercolero catódico con su orla de semen, cuernos y sangre, a ver si subimos la media nacional, que vienen tiempos de braserito y recogimiento... y, por favor, absténganse aquellos lectores que sólo tienen como faro y guía las listas de los más vendidos. Nada de lo anteriormente expuesto les servirá. Lo siento.

La verdad, no he leído ni uno de los que citas: lo que nos falta por conocer y aprender, joé; tomo nota, aunque tengo mucho tajo abierto, eh. Pero ya verás como algún forero pica, que aquí hay gente preparada pató.

Oye, eso de la familia dormida y tú leyendo, como paradigma de la felicidad doméstica, es de coña, ¿no?, porque asín no se puede subir esa media nacional, mejor: los niños con "El Principito", la mujer con "El Varón Domado" y el padre sesteando pa dormir los vinos, ¿qué te parece la sugerencia?, JEJEJEJE. Un abrazo,

Claro, Leganés, es un sarcasmo, pero qué sería de mi intelecto sin ellos como bálsamo. De todas formas, me ocurre muy a menudo que escribo una frase, una ocurrencia, y la gente le da a la fantasía. Esto me recuerda a una banda de black metal de los 80, Bathory, que diseñaba para sus discos unas carátulas muy enigmáticas (una luna entre las nubes y su reflejo en un inquietante lago nórdico, el macho cabrío satánico en el epicentro de una estrella de cinco puntas), luego le preguntabas a los fans por su música y se encogían de hombros: en realidad lo que compraban era el misterio.

Y está bien que así sea, hay que comprar el misterio, la insinuación, la sugerencia. Pero sin duda tu idea resultaría más atractiva si tuviéramos el coraje de arrojar al pozo de la felicidad todos esos artilugios tecnológicos que han viciado la formación intelectual de generaciones enteras. Confesaré algo ahora que nadie nos lee: los libros electrónicos son una mierda, no huelen a literatura. Y además, qué coño, ni siquiera sirven para calzar los muebles.

Un abrazo, seguiremos en contacto.