Hola a todos,
Hoy me he acordado de una costumbre en nuestro pueblo: la de las capillitas itinerantes, os acordáis?. Eran unas imágenes que visitaban las casas todos los meses, cada día del mes la misma casa. Cosa que pocas veces se cumplía, unas veces por olvido otras por conveniencia. Mi madre estaba suscrita a todas (al menos las que recuerdo), eran la Sagrada Familia, la Virgen de Fátima, la del Perpetuo Socorro y la de San Antonio. Cada una de ellas tenía su regidora, que se encargaba de saber donde estaban retenidas, de cambiarle las flores que eran de tela (entonces no había plástico). Llevaban una hucha en la parte delantera con su ranura, para echar limosnas con distintas intenciones. Las habían comprado con lo que se pagaba con la suscripción que era de por vida, esto corría como ya digo, con ello la encargada o responsable de la capilla, que ponía por detrás un papel con el nombre y el número de día que tocaba a cada una, y que ya he dicho pocas veces era así. Yo misma, mejor dicho mi madre, cayó la de Fátima en mi casa cuando ya estaba cumplida para dar a luz. Y dijo que no la llevaba hasta que no pasara el parto. Dicho y hecho. Yo dormía en casa de mis padres, pero cuando empezaron los dolores de parto me trasladé a donde vivía yo. Es decir en casa de la Vicentita y Luciano, abuelos de Luciano ”Carilla”. Mi madre puso la virgen en la coqueta mirando hacia a mí, y la virgen tuvo que presenciar el parto sí o sí. Que los partos de entonces parecían el mercadillo de los miércoles. Mi cuñada Leopolda me sujetaba un brazo. La Paca Minera el otro, una pierna mi tía Saturnina, la otra el Águeda, y entraban y salían todas las vecinas ¡qué poca intimidad Dios mío!. Doña Dulce se movía como podía entre aquel enjambre y tropezaba a cada momento con mi madre, que se llevó de rodillas tol rato delante de la virgen. Yo tenía pena, porque mi tía la que tenía la escuela no podía entrar, al ser soltera. ¡Luego decimos de los tabúes!, cuando todo termino, al día siguiente la virgen siguió su camino, con el inmenso agradecimiento de mi madre, que le atribuía a ella que todo hubiera ido bien. Ah, se me olvidaba quien era la encargada de cada capilla. De la de Fátima la Paca Carmona, La Sagrada Familia, La Maximina de Cortecita, y las otras dos no recuerdo muy bien.
Voy a merendar, besos
Hoy me he acordado de una costumbre en nuestro pueblo: la de las capillitas itinerantes, os acordáis?. Eran unas imágenes que visitaban las casas todos los meses, cada día del mes la misma casa. Cosa que pocas veces se cumplía, unas veces por olvido otras por conveniencia. Mi madre estaba suscrita a todas (al menos las que recuerdo), eran la Sagrada Familia, la Virgen de Fátima, la del Perpetuo Socorro y la de San Antonio. Cada una de ellas tenía su regidora, que se encargaba de saber donde estaban retenidas, de cambiarle las flores que eran de tela (entonces no había plástico). Llevaban una hucha en la parte delantera con su ranura, para echar limosnas con distintas intenciones. Las habían comprado con lo que se pagaba con la suscripción que era de por vida, esto corría como ya digo, con ello la encargada o responsable de la capilla, que ponía por detrás un papel con el nombre y el número de día que tocaba a cada una, y que ya he dicho pocas veces era así. Yo misma, mejor dicho mi madre, cayó la de Fátima en mi casa cuando ya estaba cumplida para dar a luz. Y dijo que no la llevaba hasta que no pasara el parto. Dicho y hecho. Yo dormía en casa de mis padres, pero cuando empezaron los dolores de parto me trasladé a donde vivía yo. Es decir en casa de la Vicentita y Luciano, abuelos de Luciano ”Carilla”. Mi madre puso la virgen en la coqueta mirando hacia a mí, y la virgen tuvo que presenciar el parto sí o sí. Que los partos de entonces parecían el mercadillo de los miércoles. Mi cuñada Leopolda me sujetaba un brazo. La Paca Minera el otro, una pierna mi tía Saturnina, la otra el Águeda, y entraban y salían todas las vecinas ¡qué poca intimidad Dios mío!. Doña Dulce se movía como podía entre aquel enjambre y tropezaba a cada momento con mi madre, que se llevó de rodillas tol rato delante de la virgen. Yo tenía pena, porque mi tía la que tenía la escuela no podía entrar, al ser soltera. ¡Luego decimos de los tabúes!, cuando todo termino, al día siguiente la virgen siguió su camino, con el inmenso agradecimiento de mi madre, que le atribuía a ella que todo hubiera ido bien. Ah, se me olvidaba quien era la encargada de cada capilla. De la de Fátima la Paca Carmona, La Sagrada Familia, La Maximina de Cortecita, y las otras dos no recuerdo muy bien.
Voy a merendar, besos