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LA HABA: Buen plato ese también, Mª Nieves, mu sabroso: malegro...

De callos, nuevamente,

Joé, Mª Nieves, no es por nada, ¡cómo me han salido los callos!, si no me valgo del conocimiento arrocino con to, amos entre yo y un ayudante qhetenío que come como una escofina, pero chascho, qué ricos. Averavé cómo te salen a ti y al RRLG y comentamos o regulamos lo que se tercie pa la próxima hornada.

Un abrazo,

mañana van a ser unos rabos colines que tampoco estan mal pero con eso me pasa como al que a hecho los callos son pa mi sola le dare un platito a mi padre que tambien es de buenos contentos y un chatito de pitarra mañana si le voy a probar aunque luego me tenga que hechar la siesta

Buen plato ese también, Mª Nieves, mu sabroso: malegro de que lo compartas con tu padre que dará gusto verle pelándose con los güesecillos, no olvides el pitarra, por dios. Mañana, sin falta, voy a recordar aquellos primeros fríos del otoño, cuando se hacían en casa las migas palarmuerzo, que así se llama el desayuno en La Jaba. Memociona el recordar, mucho mucho, el rechinar del pan en la sartén cuando se le daba la vuelta con la paleta. Mencantaba el tostón (que ahora a mí no me sale), quera una especie de brasa esférica de pan exquisito que surgía de las entrañas de aquel volcán y que soplándolo, de mano a mano, nos concedía nuestro padre como un anticipo que paliase nuestra impaciencia por catar las migas. Se comían en el plato común quera aquella sartén de jierro con un rabo como el diablo con un bujero al final pa colgarla de la espetera. Se acompañaban de torreznos de cochino negro previamente fritos y con los ajos, sabrosísimos, e igualmente fritos y aceitosos, que –como en toda comida extremeña- le aportaban su sabor principal; el pimentón las perfumaba y les daba su inconfundible color rojizo, junto con alguna rodaja de chorizo del güeno. Aquellas guindas colorás y aquellos pimientos qué buena guarnición hacían también. En fin, con pan y aceite, y cuatro cosas más, qué manjar se puede conseguir Al comerlas, reinaba el silencio que impone el hambre cuando la comida aparece: sólo roto por el rápido vaivén de las cucharas que, en las familias numerosas, chocaban y sonaban como espadas en lucha. Y aluego, el que tenía más ansia, echaba las migas a la leche o al café: migas canas.

Que pases mu buenas noches,