¡Chascho!, qué pelona cayó ayer en mi barrio, me recordó, “fanegas”, al pisar el poco campo que va quedando por aquí, a la sementera aquella recién nacida que no sé si sufría o se beneficiaba dese rocío que la teñía de blanco. Hasta he soplao pa recordar, cuando todavía fumaba, el contraste del vapor que me salía de la boca con el frío reinante en aquellas mañanas de noviembre o diciembre, efecto que también recuerdo con la niebla intensa. Y he caído en la cuenta, muchos años después, que esto de helar es un fenómeno meteorológico que no se disfruta, o se sufre, ni se ve, ni se oye -como la lluvia, el viento o las tormentas- en el momento en que ocurre, sino cuando termina: excepto los sintecho que, aquí en Madrid, a alguno le cuesta la vida.
Ayer también observé el carámbano en los charcos y macordé vivamente del arroyo, de los sabañones y del juego de la picota: pero aquí los niños ya no juegan en la calle, y cuando lo hacen -incluso en los recreos- lo hacen enrejados y en patios de cemento.
No es mejor ni peor, es muy distinto. En fin…., un abrazo pa to el jabeñerío.
(¿Tendré que llamar a Telecinco pa buscar a D. Félix “Culera?, le recuerdo –yo ya no iba a la escuela- sentado, ¿o levantado?, con una chica en el Canario darriba).
Ayer también observé el carámbano en los charcos y macordé vivamente del arroyo, de los sabañones y del juego de la picota: pero aquí los niños ya no juegan en la calle, y cuando lo hacen -incluso en los recreos- lo hacen enrejados y en patios de cemento.
No es mejor ni peor, es muy distinto. En fin…., un abrazo pa to el jabeñerío.
(¿Tendré que llamar a Telecinco pa buscar a D. Félix “Culera?, le recuerdo –yo ya no iba a la escuela- sentado, ¿o levantado?, con una chica en el Canario darriba).