Querido Leganés, espero que te haya ido bien el viaje. Desde luego quería decir Albert Camus, pero es que me disponía a ver el clásico "Orfeo Negro" de Marcel Camus, que por fin he podido conseguir en una copia que compré en Carrefour por 4 euros. De ahí el lapsus.
Como se acerca el fin de semana y el cine es una de las opciones culturales y de entretenimiento más recurrentes (nos encontramos ante un gran momento, grandes películas, con récord de taquilla en Estados Unidos y con muchos descuentos en las salas de nuestro país), quiero compartir esta crítica con los amigos foreros, ya que se trata de una película que no se ha estrenado en ninguna sala de Extremadura y que yo he podido ver gracias a la amabilidad de la distribuidora. No resulta fácil su visionado para ese público palomitero que sólo busca en el cine pasar un buen rato, pero es un ejemplo más del cine como lenguaje revolucionario y transgresor, como vehículo para la reflexión y la agitación intelectual. Abrazos para todos, por cierto Andrea, ya te envié eso.
NYMPHOMANIAC
DIRECTOR: LARS VON TRIER.
INTÉRPRETES: CHARLOTTE GAINSBOURG, STELLA SKARSGARD, STACEY MARTIN, SHIA LABEOUF, UMA THURMAN.
GÉNERO: DRAMA / DINAMARCA / 2013 DURACIÓN: 117 MINUTOS.
Que Lars von Trier es un cineasta provocador no lo pone nadie en duda, que hace cine de sus obsesiones, tampoco. Pero siendo consciente de sus problemas existenciales (depresiones, alcoholismo, ambigüedad ideológica) esto se me antoja un reflejo de sus estados de ánimos, la proyección de unos conflictos intelectuales y emocionales que según sus declaraciones han encontrado el bálsamo perfecto en la lectura sosegada de Marcel Proust y Thomas Mann. Tras la por muchos aspectos inolvidable y desafiante Anticristo (2009) y la especialmente angustiosa Melancolía (2011), cierra su denominada Trilogía de la Depresión con NYMPHOMANIAC, un relato descarnado que traspasa los siempre esquemáticos límites de la sexualidad y que nos relata las vivencias de una ninfómana narradas por ella misma.
Una fría noche de invierno, un viejo solterón, Seligman (Stellan Skarsgard) se encuentra en un callejón a una mujer cincuentona, Joe (Charlotte Gainsbourg) que ha recibido una paliza y se encuentra en un estado casi inconsciente. Seligman se la lleva a su casa para curarle las heridas y le pregunta qué ha pasado. Ella, que se autocalifica como ninfómana, decide contarle la enloquecida y poética historia de su despertar sexual, desde su nacimiento y a lo largo de ocho capítulos que revelan una vida de conflictos y turbias relaciones.
El aficionado tendrá que esperar a que a lo largo de este año se estrene la versión de cinco horas y media que Von Trier ideó y quería estrenar, de momento contamos con esta versión reducida que se estrena dividida en dos partes en las que se han eliminado los planos cortos de genitales y, suponemos, que las escenas sexuales de mayor explicitud. A mí esto me molesta mucho y se me hace difícil emitir una crítica en estas condiciones, pero es lo que hay, pues estrenar un film de esa duración – y sobre todo sin esta fastidiosa fragmentación- no resultaba factible a un nivel comercial según los productores. Esta primera parte de la cinta consta de cinco capítulos (los otros tres los veremos en la segunda entrega) y en su mayor parte explora el despertar sexual de Joe (interpretada de joven por una decidida y expresiva Stacey Martin), el ímpetu de la sangre y una única obsesión. Sin pudor, sin recato, sin prejuicios morales, con la determinación de hacer de una sexualidad desmedida todo un tratado de filosofía. No obstante, Von Trier se muestra más prudente de lo que cabría esperar con una obra que él mismo vendió como pornográfica (una felación nada furiosa, un tenue cunnilingus y un par de coitos rodados con poca deleitación), algo que revierte en un perfil jugoso de los personajes, mucho más atractivos en sus retratos psicológicos.
NYMPHOMANIAC se nos presenta como una oda a la sexualidad, existencialismo y poesía a través del itinerario vital de una psique laberíntica, turbadora y traumatizada, un compendio afectivo y nada gratuito sobre los meandros y bifurcaciones del sexo, las obsesiones, la libertad, las emociones y el amor. Un relato, al fin, sobre la rebelión y huida de las férreas estructuras, convenciones y prejuicios de la sociedad pequeñoburguesa.
En esta primer capítulo, el viejo Seligman nos cuenta su afición a la pesca con mosca, y Joe cómo perdió su virginidad con el joven Jerome (Shia LaBeouf), también evoca la competición iniciada con una amiga para ver quién seducía más hombres en un tren, cuestiones de donde se extrae la metáfora de la mosca y el hombre pez (todos acaban picando). Vemos a Joe teniendo que afrontar la muerte de su padre (Christian Slater) recluido en un hospital, un capítulo con reminiscencias a Poe (la arquitectura del edificio que recuerda a la casa Usher y los versos que recita Seligman). Von Trier fusiona, de manera cadenciosa y fascinante, cosmología y sexo en su concepción más primaria, la metafísica y la experimentación psicosocial que nos presenta al hombre convertido en una marioneta que puede manejar a su antojo una chica joven y atractiva, una marioneta esclava de sus bajos instintos que vendería a su madre con tal de tener una aventura con tan deliciosa nínfula. Seguramente, las escabrosas escenas eliminadas poco aportaban al interesante diálogo que se produce entre Joe y Seligman, pero al aficionado morboso le quedan asideros si mimetiza el tono decadente unas veces e insolente en otras con que Von Trier planifica algunos escarceos sexuales. De todas formas, siempre resulta hipnótica la sordidez y melancolía de la narración, que el director tamiza con ocurrencias que nos hacen esbozar una sonrisa (las embestidas numéricas Fibonnaci o las melodías polifónicas como recurso alegórico de las relaciones de Joe).
En NYMPHOMANIAC, mirada gélida sobre los abismos de la pasión, todo está calculado milimétricamente sin dejar nada a la espontaneidad, una exacta ecuación de los cuerpos y el incontenible deseo carnal. Resulta especialmente cruda esa secuencia en que la Señora H (Uma Thurman), esposa de uno de los amantes de Joe, aparece en la vivienda de ésta acompañada de sus tres hijos pequeños para que vean por quién le ha abandonado su marido, un momento que se hace más conmovedor cuando Seligman le pregunta a Joe qué sintió y ella responde: nada. Pero hay algo en la triste evocación, en la depresión y soledad de su madurez que hace dudar al espectador. El hastío, tal vez la rendición ante los inescrutables misterios del sexo.
Como se acerca el fin de semana y el cine es una de las opciones culturales y de entretenimiento más recurrentes (nos encontramos ante un gran momento, grandes películas, con récord de taquilla en Estados Unidos y con muchos descuentos en las salas de nuestro país), quiero compartir esta crítica con los amigos foreros, ya que se trata de una película que no se ha estrenado en ninguna sala de Extremadura y que yo he podido ver gracias a la amabilidad de la distribuidora. No resulta fácil su visionado para ese público palomitero que sólo busca en el cine pasar un buen rato, pero es un ejemplo más del cine como lenguaje revolucionario y transgresor, como vehículo para la reflexión y la agitación intelectual. Abrazos para todos, por cierto Andrea, ya te envié eso.
NYMPHOMANIAC
DIRECTOR: LARS VON TRIER.
INTÉRPRETES: CHARLOTTE GAINSBOURG, STELLA SKARSGARD, STACEY MARTIN, SHIA LABEOUF, UMA THURMAN.
GÉNERO: DRAMA / DINAMARCA / 2013 DURACIÓN: 117 MINUTOS.
Que Lars von Trier es un cineasta provocador no lo pone nadie en duda, que hace cine de sus obsesiones, tampoco. Pero siendo consciente de sus problemas existenciales (depresiones, alcoholismo, ambigüedad ideológica) esto se me antoja un reflejo de sus estados de ánimos, la proyección de unos conflictos intelectuales y emocionales que según sus declaraciones han encontrado el bálsamo perfecto en la lectura sosegada de Marcel Proust y Thomas Mann. Tras la por muchos aspectos inolvidable y desafiante Anticristo (2009) y la especialmente angustiosa Melancolía (2011), cierra su denominada Trilogía de la Depresión con NYMPHOMANIAC, un relato descarnado que traspasa los siempre esquemáticos límites de la sexualidad y que nos relata las vivencias de una ninfómana narradas por ella misma.
Una fría noche de invierno, un viejo solterón, Seligman (Stellan Skarsgard) se encuentra en un callejón a una mujer cincuentona, Joe (Charlotte Gainsbourg) que ha recibido una paliza y se encuentra en un estado casi inconsciente. Seligman se la lleva a su casa para curarle las heridas y le pregunta qué ha pasado. Ella, que se autocalifica como ninfómana, decide contarle la enloquecida y poética historia de su despertar sexual, desde su nacimiento y a lo largo de ocho capítulos que revelan una vida de conflictos y turbias relaciones.
El aficionado tendrá que esperar a que a lo largo de este año se estrene la versión de cinco horas y media que Von Trier ideó y quería estrenar, de momento contamos con esta versión reducida que se estrena dividida en dos partes en las que se han eliminado los planos cortos de genitales y, suponemos, que las escenas sexuales de mayor explicitud. A mí esto me molesta mucho y se me hace difícil emitir una crítica en estas condiciones, pero es lo que hay, pues estrenar un film de esa duración – y sobre todo sin esta fastidiosa fragmentación- no resultaba factible a un nivel comercial según los productores. Esta primera parte de la cinta consta de cinco capítulos (los otros tres los veremos en la segunda entrega) y en su mayor parte explora el despertar sexual de Joe (interpretada de joven por una decidida y expresiva Stacey Martin), el ímpetu de la sangre y una única obsesión. Sin pudor, sin recato, sin prejuicios morales, con la determinación de hacer de una sexualidad desmedida todo un tratado de filosofía. No obstante, Von Trier se muestra más prudente de lo que cabría esperar con una obra que él mismo vendió como pornográfica (una felación nada furiosa, un tenue cunnilingus y un par de coitos rodados con poca deleitación), algo que revierte en un perfil jugoso de los personajes, mucho más atractivos en sus retratos psicológicos.
NYMPHOMANIAC se nos presenta como una oda a la sexualidad, existencialismo y poesía a través del itinerario vital de una psique laberíntica, turbadora y traumatizada, un compendio afectivo y nada gratuito sobre los meandros y bifurcaciones del sexo, las obsesiones, la libertad, las emociones y el amor. Un relato, al fin, sobre la rebelión y huida de las férreas estructuras, convenciones y prejuicios de la sociedad pequeñoburguesa.
En esta primer capítulo, el viejo Seligman nos cuenta su afición a la pesca con mosca, y Joe cómo perdió su virginidad con el joven Jerome (Shia LaBeouf), también evoca la competición iniciada con una amiga para ver quién seducía más hombres en un tren, cuestiones de donde se extrae la metáfora de la mosca y el hombre pez (todos acaban picando). Vemos a Joe teniendo que afrontar la muerte de su padre (Christian Slater) recluido en un hospital, un capítulo con reminiscencias a Poe (la arquitectura del edificio que recuerda a la casa Usher y los versos que recita Seligman). Von Trier fusiona, de manera cadenciosa y fascinante, cosmología y sexo en su concepción más primaria, la metafísica y la experimentación psicosocial que nos presenta al hombre convertido en una marioneta que puede manejar a su antojo una chica joven y atractiva, una marioneta esclava de sus bajos instintos que vendería a su madre con tal de tener una aventura con tan deliciosa nínfula. Seguramente, las escabrosas escenas eliminadas poco aportaban al interesante diálogo que se produce entre Joe y Seligman, pero al aficionado morboso le quedan asideros si mimetiza el tono decadente unas veces e insolente en otras con que Von Trier planifica algunos escarceos sexuales. De todas formas, siempre resulta hipnótica la sordidez y melancolía de la narración, que el director tamiza con ocurrencias que nos hacen esbozar una sonrisa (las embestidas numéricas Fibonnaci o las melodías polifónicas como recurso alegórico de las relaciones de Joe).
En NYMPHOMANIAC, mirada gélida sobre los abismos de la pasión, todo está calculado milimétricamente sin dejar nada a la espontaneidad, una exacta ecuación de los cuerpos y el incontenible deseo carnal. Resulta especialmente cruda esa secuencia en que la Señora H (Uma Thurman), esposa de uno de los amantes de Joe, aparece en la vivienda de ésta acompañada de sus tres hijos pequeños para que vean por quién le ha abandonado su marido, un momento que se hace más conmovedor cuando Seligman le pregunta a Joe qué sintió y ella responde: nada. Pero hay algo en la triste evocación, en la depresión y soledad de su madurez que hace dudar al espectador. El hastío, tal vez la rendición ante los inescrutables misterios del sexo.