Hola amigos; Alguien se acuerda de los tiestos?. No los de las macetas, no, los de tirar en las casas. Ahora es la época, aunque creo que esa costumbre ya habrá desaparecido. Llegando esta fecha, nuestras madres tenían buen cuidado de echar la aldabilla de los postigos que tenían las puertas. Porque cuando vieran un resquicio abierto, venían los grupos de chicos o chicas y te tiraban un 'tiesto', que era cualquier cosa inservible que tuvieran en su casa, tejas, algún ladrillo, bote con ceniza, o lo que le viniera a mano. Alguno mas atrevido tiraba hasta bombillas fundidas. El dueño de la casa salía hecho un basilisco, pero las calles estaban más oscuras que boca lobo, así que primero para ver si paraban usaban el truco del: -Te conozco, te conozco!- a ver si se paraba en seco y daba la cara el que fuera. Pero nanai, corría lo que más podía. Al día siguiente las viejas indagaban a todo el que veía -Tú fuiste anoche el del tiesto, no?- para ver si se delataban. Pero eso era como la CIA, nadie cantaba, ni delataba. A veces era cosa de chavales, pero otras veces aprovechaban algunos mayores que tenían otros propósitos. Recuerdo a uno de Siete pañuelos, un hermano de Barrumba, vaya!, al que decían Rena, muy amigo nuestro, como todos ellos. Ese tenía novia dos casas por bajo de la mía, y para que saliera le tiraba tiestos hasta en Nochebuena. Así que como pillaran a alguno/a, le daban una buena tollina. En nuestro grupo íbamos las de la calle y cualquier puerta entreabierta servía. Sólo se salvaba la Justa Cacaena, porque estaba mal del corazón y le teníamos consideración, no le fuera a pasar algo. Pero una noche fuimos a tirarle el tiesto a Oncegatos. Veníamos por la ladera de mi casa hacia abajo, porque entonces la familia Oncegatos vivía en la casa de la tía de Carlos (nuestro Carlos). Pero en el recodo de la Blasa, la madre de Cuenca, me tropiezo con una del grupo y me dí de bruces, y palpándonos le digo: -Filo, que haces?- se había agachado sobre la marcha a poner un pino y salir corriendo, mira que mala suerte que tuve de pisar el pino y arrollar a la Filo. Las otras de que se percataron del incidente volvieron para atrás, y de que me vieron con el zapato lleno de nocilla, les dió tal risa a todas que se abortó la operación Oncegatos. Pero no nos deshicimos del proyectil, como las vecinas también se habián asomado, nos hicimos las suecas y al día siguiente se le cargó Tío Chato el regalo, que tenía una mala leche que no veas. A la Filo en castigo la dejamos un rato dentro de la casa de Tío Chato y sujetamos la puerta para que no saliera. Y hasta que no le vimos salir por la cocina hasta el segundo arco de la casa, no la abrimos la puerta. Sino aquella noche la escalabra. Así a grandes rasgos era la costumbre de los 'Tiestos'. Nos lo pasábamos bien, pero tenía sus riesgos. Bueno amigos, me diréis si alguno lo recuerda, sino preguntarle a los padres o a los abuelos.
Bueno, besos para todos.
Bueno, besos para todos.