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LA HABA: …….. Continuación, viene del 15-3-2014....

…….. Continuación, viene del 15-3-2014.

En lo años sesenta y en los setenta, hasta 1975 en que muere el Difunto, no habiendo en España sindicatos de clase legalizados que no fueran los verticales, Paco –en la HOAC desde 1951- siendo Presidente y sin serlo, representó a España en el Movimiento Mundial de Obreros Católicos donde fue ponente en innumerables reuniones y convenciones que se celebraban en todo el mundo. Como tantos otros hombres íntegros, ajeno al poder y a sus prebendas, el jabeño lo único que aceptó –a raíz de la elecciones municipales de 1979- fue la Concejalía de Sanidad y Servicios Sociales del Consejo Municipal de Sarriá en Gerona, formar parte del equipo dirigente de Cáritas Diocesana, conjuntamente con otras responsabilidades en el Sindicato CC. OO. y en el PSUC de esa provincia: por ninguna de estas responsabilidades cobró una sola peseta, cuando cesó como presidente de la HOAC, y la Torras le negó su antiguo puesto de trabajo, vivió con el sueldo que como contable le procuraron los amigos en una pequeña empresa.

La vida de Paco, su libertad de acción, estuvo siempre mediatizada por la policía franquista. Y no sólo para él, ante cualquier convulsión social que se viviera en el país, indefectiblemente, eran detenidos sus hermanos por los días que ordenase la Superioridad, sin cargos, sin pruebas, era un estigma que marcó a toda la familia desde la Guerra Civil: desde su salida de la cárcel hasta su muerte era un sin cesar de detenciones preventivas que anegaron de ansiedad a toda la familia Mera. Fue recluido en varias ocasiones en la temible Dirección General de Seguridad, en la Puerta de Sol de Madrid. Cierta vez, cuando uno de sus hermanos intentó verlo, un piadoso policía que estaba a cargo del calabozo le sugirió: “Mire, no debería decírselo, pero le aconsejo que se marche sin verlo”; aquel día, según su mujer, fue tal la paliza que recibió que sus riñones quedaron afectados de por vida; es más, a pesar de lo leído, estoy en condiciones de afirmar que lo que le llevó a la muerte (con 63 años) no fue la cardiopatía que siempre padeció, sino la disfunción renal.

Partidario en un principio de la ruptura y no de las reformas políticas, Paco vivió la Transición apoyando las tesis pragmáticas del PCE, el partido del que fue expulsado, ayudando a que se hicieran concesiones antes irrenunciables en aras de una reconciliación de los españoles. No sería sino hasta 1986, después de muerto, cuando el Partido Comunista lo rehabilitase, junto al gran Jesús Monzón y otros líderes que fueron sus camaradas: lo hizo solemnemente el sucesor de Carrillo, el asturiano Gerardo Iglesias.

Para comprender lo que es la HOAC actual, a la que él salvó de la ruptura y el desánimo, hay que conocer la vida de su fundador en 1946, el catalán Guillermo Rovirosa, íntimo amigo de Paco Mera, igual que la de Tomás Malagón, tarea que se le escapa a este humilde relator. Y aunque las comparaciones dicen que son odiosas, conviene contrastar su proceder con su “competidora”, el Opus Dei, la organización que fundara en 1928 el aragonés José María Escrivá. Esta organización católica, que intenta enseñar el Camino en la tierra para llegar por él al Cielo, mira de arriba hacia abajo a la clase obrera, acapara y detenta el poder en los gobiernos, discrimina al no cristiano, nada en la abundancia de lo material y, como la iglesia de siempre, ofrece la compensación y la justicia en otra vida distinta a esta: todo muy lejos del pensamiento de Paco Mera, que anteponía conseguir la felicidad y la dignidad en esta. El jabeño, igual que su amigo Laureano Molina Gómez, sacerdote y marxista, fue tentado por el Opus, pero siempre tuvieron claro dónde y con quién estuvo Cristo cuando se hizo Hombre.

Paco -al que conocí bien y con el que tuve muy grandes diferencias por mi convicción absoluta de que la religión es sólo una supersticiosa medicina para curar nuestra fragilidad humana, nuestras incertidumbres y miedos-, supo convivir y defender sus principios cristianos y marxistas en la seguridad de que con ello prestaba el mejor servicio a sus semejantes. Fue un hombre generoso, nada material tuvo nunca, por lo que lo único que pudo ofrecer fue su vida entera al servicio de los demás.

No pudo ser de otra manera; cuando murió el 19-12-1983, cristianos y comunistas no pudieron honrarle con un funeral conjunto como hubiera sido su deseo. Primero, varios obispos, sacerdotes y seglares adscritos a la HOAC, oficiaron un largísimo funeral en la iglesia de Sarriá, en el que remembraron el ejemplo y el testimonio cristiano que significó su vida. Y en la calle, después de escuchar a los representantes oficiales del Partido Comunista Francés, PSUC y CC. OO, un grupo de comunistas muy conocidos (uno de ellos criticó de manera soez la ausencia de Carrillo y fue callado por Anita), también oficiaron su liturgia recordando al “Comandante Carlos” en la guerra española, en la resistencia francesa, en los maquis, en las agrupaciones guerrilleras de Madrid, en su frenética y clandestina actividad política y sindical: se cantó la Internacional, y se envolvió el ataúd con la bandera constitucional y la republicana, bajo la atenta e inquieta mirada de un nutrido grupo de policías y guardiaciviles que no supimos bien si escoltaban a los diputados y personalidades que asistieron al entierro, o vigilaban al jabeño Paco Mera incluso después de muerto.

(Esta apretada síntesis de la vida de Paco, se la dedico a mi amiga Anita –su querida compañera de fatigas y esposa, ocho años mayor que él- que vive en plenitud sus 102 intensos años).
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Sacabó, jabeños; hasío mu largo elescribirlo, pa vosotros quizá mu pesao el leerlo, pero la vida de Francisco Mera no podía quedar arrumbá en el doblao de la historia jabeña como un jocino, un martillo o una cruz.

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