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LA HABA: Buenas tardes, "mch", quiero, además de saludarte y...

¡Por dios bendito y por la virgen de Lantigua!

¿Es que en La Jaba no pasa na?, aluego decimos que si esto que si lotro: vamos a tener que contratar gente a jornal pa quescriba en el Foro Jabeño. Y mira que no será porque no se tratan temas, desde tós los puntos de vista, con distintas sensaciones y desde ángulos contrarios, pero na, no puesé: ya dije un día que semos, a veces, mu testarones, mu nuestros y mu cojonúos; los jabeños tenemos nuestras cosas y, a veces, nos tornamos venáticos y hasta jurones, jejeje.

Vuelvo a dar otro repique, averavé si captamos algún jabeño con ganas de cháchara. Mira que lo digo, entran jabeños nuevos e irrumpen con un brío que impacta, para aluego juir sin saber el porqué: "pico y no vuelvo", parecen decir. Bastaría quentraran una vez por semana paquel Foro Jabeño no languideciera, que como siga asín vamorí de inanición: porque la jambre de leer también adelgaza losespíritus hasta la preocupación.

A ver, ¿existe la Feria Marzo? ¿Suele ir gente de los questamos fuera?, me gustaría saber si han bajado los antonios de Magacela con sus medias lunas, lenguas de gato, las garrapiñas que decía Pedro y otras dulzuras; ya sé que no habrán ido las "casetas de tiro", no sé si "las carmelitas", las "volanderas" seguro que no, pero quizá sí lo hayan hecho los estruendosos cochecitos de choque conesa música quespanta. En fin, avé si alguien puede informar questamos tiesos de jabeñadas.

Y otra cosa, tengo verificado cómo cualquier diferencia de parecer en un asunto trivial deviene en un alejamiento del Foro por largos periodos de tiempo por parte de los dos que discrepan, todo hay que respetarlo, pero si un jabeño, por las razones que sea, no quiere hablar concretamente con otro paisano, pues que no lo haga y "pique" a otro, o quescriba "pa nadie", pa él, pa el Sol o pa las nubes, pero quescriba.

Bueno, y ya no lo digo más porque las cosas no tienen que ser forzadas, es necesario y sería hermoso que mucha gente escribiera aquí tal y como habla o sepa para contar las cosas tal y como son o las sienta, que se habla mucho y bien en La Jaba. Y es que veo questo sagota: si esto se limita a un monólogo o un diálogo, si se constriñe a algo asín de chuiquinino, podría sobrevivir algún tiempo pero se haría cansino, aburrido y terminaría desapareciendo.

En la esperanza de questo eche un renuevo, sos mando un abrazo jabeño,

Buenas tardes a tós!

Las ferias ya no son lo mismo que las de antaño, cuándo llegando el día de San José tol jabeñerío se engalanaba, llegaban los merchanes con sus mejores, y no tan mejores bestias para ver si podían darlas larga por algunas perrillas, y los jabeños, tan hospitalarios, abrían sus casas, los que podían, y sus cuadras, se llenaban de bestias, se inprovisaban colchones para acoger a estos visitantes.
¿Quién más recuerda esas ferias?
A ver si enre todos, podemos hacer una de las ferias de antaño, aunque sea por estos interneses.

Un saludo

Buenas tardes, "mch", quiero, además de saludarte y agradecerte que pases por aquí que buena falta hace pavivar el jabeñerío, ponerme a tu disposición pa rememorar aquella gran Feria aquí en el Foro Jabeño. De manera un poco inconexa pongo a tu disposición algunos retales que tengo escritos de nuestra entrañable Feria de Marzo con mi mejores deseos de que tentretengas y te sonrías.

La Feria de marzo murió con el nacimiento del tractor.

Venían los merchanes ataviados con anchos blusones color gris oscuro, boinas negras escoradas hacia atrás, y buscaban cuadras con pesebres para sus bestias. Muchas casas jabeñas se transformaban en improvisadas pensiones que, a cambio de unas cuantas pesetas, daban cobijo a estos tratantes de ganado durante los días 17, 18, 19 y 20 de marzo. Era gente dotada de un refinado virtuosismo en el arte de vender animales para labranza, especialmente la mula (un híbrido de yegua y burro o de burra y caballo, que hoy tiende lamentablemente a extinguirse). Los merchanes más auténticos procedían de Campanario, un pueblo singular donde se habla castellano igual que en Burgos, estando como está a 20 km. de La Haba: vestigios del vaivén comercial a cuenta de la trashumancia, los castellanos dejaron su pronunciación en algunos pueblos de la Serena.

El mercado natural estaba ubicado en la Cruz del Humilladero, las eras del pueblo, donde vendedores y compradores junto con las bestias formaban “El Rodeo”. La feria jabeña era conocida y reconocida por toda la comarca, y yo escuché que seguía en número de cabezas a Zafra y a Don Benito, lo que no estaba nada mal. Se formaban corros entre los que querían vender y los que necesitaban comprar; los animales se exponían sólo con una jáquima y una soga como aparejo, solían mirarlos la dentadura para averiguar su edad y tanteándoles el lomo y la barriga los entendidos diagnosticaban su estado de salud; el precio lo ponía un tercero, y, cuando se alcanzaba un acuerdo, este cogía las manos de los interesados, las unía y el trato iba a misa, sin más. No era raro ver permutas: un animal por otro, dos burros por un mulo, una yegua por dos burras, o cualquiera otra combinación.

La verdad, aquello era un espectáculo digno de ver. Y se oían cosas sabias y graciosas: "esta mula está enferma de no comer, no vale dos duros", decía uno. "Échale cebá verás cómo come", decía otro. Pero le daban la cebada y la mula miraba para otro lado. "Ves, no la come porque está jartita", y el otro "qué coño, no la come porque no la conoce". Otro canturreaba "El cura de Magacela ya no compra más cebá porque ha vendío a la mula y se monta en la criá". El vino, por arrobas, se encargaba de negar el viento y la lluvia que pudiera caer sobre toda aquella gente tan entrañable: porque la Feria tenía sus cantinas con pitarra, aguardiente, anís “Machaquito”, brandis “Terry” y “Soberano”. Había de todo, un feriante de de Villanueva (creo que se llamaba Lucio) bajo una de las tiendas de lona que improvisó tuvo la ocurrencia de contratar a una puta para ejercer allí mismo. La pobre mujer (es mu triste to esto) no daba abasto y el serón tuvo que pedir refuerzos a un lupanar de Don Benito. Los muchachos vimos cómo en las forrajeras cercanas a la Feria, hoy todo corrales de la calle de la perra “robados” a lo que era campo, vimos a muchos aliviar sus inaplazables deseos. Esta industria del puterío en el ferial se adecentó, para desilusión de la chiquillería, trasladando los pecados bajo el techo de la que en el siglo XIX se llamaba “Casa de la Rufa”, luego heredada por Agustín “Cortecita” (años cincuenta del pasado siglo, y periodo del que estamos relatando), posteriormente adquirida por el “Obispo” y hoy habitada, creo, por mi amigo Venturilla “el de Ramón de Tío Ventura”.

Un día, de ello puede dar fe mi pariente “Cuesco”, un grupo de muchachos vimos cómo extrañamente se agitaban los tallos verdes de un trigal pues no hacía viento; los jabeñillos más audaces se acercaron con sigilo al improvisado lecho donde un merchán (con los pantalones en lo tobillos y con el culo más blanco que una hostia) se afanaba en su desahogo cuando toda la chiquillería arrastró la manta que servía de lecho hacia afuera del escondrijo para descaraje y alborozo del personal. Y cómo estaría aquél hombre de berraco que no había quien lo desprendiera de aquella pobre mujer, quien no paraba de gritar de pudor y vergüenza: el merchán debía estar en los últimos estertores y era ajeno a la algarabía, tal era su ansia.

La feria, día y noche, tenía su festejo mayor en el pueblo. Recuerdo "las carmelitas", "las volanderas" y "los caballitos", y recuerdo con nitidez los chicos y chicas menores que atendían estos negocios, con sus manitas llenas de grasa y el moquillo que delataba el frío que soportaban. La tómbola (de los hermanos Cachichi, o la Ratita), pregonando sus premios y sobre todo el "cajón sorpresa", que, entre otras cosas, siempre tenía un garrote de caramelo de metro y medio. Parece que estoy viendo la cara de la muchacha que vendía los boletos, cuatro a la peseta, extrayéndolos distraídamente de una palangana: gordita, sonrosada, pómulos carnosos, mu guapa, con una sonrisa melancólica mirando con sana envidia a los chicos que libremente paseábamos por la plaza; también recuerdo nítidamente a la chica vestida de negro (que ayer citaba JLMA) en la caseta de pinchitos de los de Villanueva, loquita la pobre por venirse con nosotros y dejar aquellas fritangas: era muy alta y de ojos grandes, perseguida en la plaza a gorrazo limpio por su abuelo cada vez que abandonaba la caseta.

Imposible mejorar lo que Victoria y UNOMAS nos contaron sobre los teatros. Maldita la “venía” aquella que no supo entender que cuando los pobres vamos al teatro somos ricos y felices mientras dura la sesión; y sin contemplaciones se lo llevó todo: arrancó de cuajo la endeble estructura del teatro, arrastró los humildes enseres de los cómicos, arrugando sus corazones y ablandando los nuestros al ver -trágicamente- cómo la familia entera corría tras sus ropas ahora cubiertas de agua y cieno, y se nos hacía un nudo en la garganta viendo a aquellos actores semidesnudos interpretando una obra con un guión improvisado y con un final, muy a su pesar, de lo más dramático, " ¡pobre Teatro Talía!".

Otros años, menos aciagos, nos alegró ver a la entrañable Compañía Picazo. Poca gente sabe del amor de esta familia por el teatro, no voy a dar nombres porque todos los tenemos in mente y yo los llevo a todos en mi corazón. Lo llevan en las venas, heredan arte, actúan, dirigen, escriben, viven para ello y nunca de ello. Recuerdo una función en que escenificaban una obra dramática "Sangre Negra" que gustó muchísimo y, después del drama, las dos hermanas Picazo bailaron algo para más complacencia del jabeñerío: eran guapas, altas, atrevidas, y calzando zapatos de charol con generoso tacón, me recuerdo absorto mirando con deseo aquellas sus o bellísimas piernas, largas, interminables; eran actrices para la comedia, el drama y el musical.

Termino. Un día, después de una feria de marzo, alguien con mucho tino contó que una chica en Magacela había dejado al novio por mandato de su padre, que no podía admitirlo por yerno porque no sabía segar. La madre del novio, ofendida, dijo a voces en la calle: “ ¡Pues que la case con la máquina de la Señá Amelia, que siega y ata". Viene esto a cuento porque acababa de nacer la máquina segadora, luego vendría la cosechadora, y juntas con su anterior aliado, el tractor, mataron el sentido que tenía la Feria de Marzo jabeña.

Y con ella murieron muchas pequeñas ilusiones: era el comienzo del progreso, jejeje, ¡no hay más que vernos!