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LA HABA: Acabaré mis días, amor, sin encontrar mi sitio. Perdí...

Acabaré mis días, amor, sin encontrar mi sitio. Perdí todos los trenes repletos de gente insomne cuyos rostros reflejaban los mil perfiles de la muerte, y tuve el íntimo estremecimiento de que yo era el muerto elegido para enterrar a otros muertos. Llegó el nuevo día que me provocó el ímpetu para reclamar tu cuerpo sobre las cenizas de un sueño breve, y vi tu imagen lozana dibujada sobre el círculo de los altos chopos. Entonces, recé: “Madre, líbrame del mal amor que arrastra a los mortales hacia el infierno / Líbrame de la caricia de la azarosa pasión que hace de mí un hombre ciego / Líbrame de beber la dulce y transparente esencia que destila el alquimista de las sombras / Libérame de mi flaqueza y temblores y líbrame del desprecio que siente el mundo ante la inmarcesible juventud de mi alma”. Se hizo la luz con una tibieza agónica, convirtiéndome en el único pasajero de un tren sin ventanillas ni destino, ocultando la quebrada voluntad de un hombre aquejado de males insondables que no necesitan biopsias.