Pienso, amor, en la trágica muerte del héroe, en el dolor de quien teniéndolo todo muere sin esperanzas ¿Recuerdas aquella vez que jugué a ser héroe y todos me despreciaron con una frivolidad extrema?: Me convertí en artesano del mimbre y del barro, caminé por los más impenetrables bosques, leí a los clásicos en los cruces del destino, frecuenté las viejas tabernas en donde todos agradecían mis sinceros abrazos, regalé rosas a los obreros entre el hollín de las fábricas, me emocionó la sonrisa de un niño cuando vio un corazón tatuado en mi frente, confeccioné un abrigo con hojas de catalpa para respirar la soledad de un mar anchísimo, dormí en sombrías estaciones de paso entre el murmullo de los viajeros, el zumbido de los trenes y raíles que se perdían en la oscuridad de la noche. Crucé, entonando canciones populares, ardientes plazas desiertas con fuentes secas y ventanas con mosquiteras, besé las mejillas de gente muy pobre y educada, seguí el curso de una acequia que me condujo a un vergel en donde me donde me dieron la bienvenida millones de mariposas, me adentré en el sucio estómago de las minas, me hice a la mar con pescadores y subasté pescado en las lonjas, caminé por paisajes campesinos e industriales, fui clandestino en cada frontera… Sólo volví a tus brazos para escuchar de tus labios que la historia más triste nunca será la nuestra.