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LA HABA: Alentado por el relato de Paco, saco del congelador...

Alentado por el relato de Paco, saco del congelador una publicación del Foro Jabeño escrita hace un par de años: pa que el personal sentretenga.

Pocas cosas encogen tanto el corazón como despedir a los seres queridos cuando emigran. En los primeros años sesenta, recuerdo cómo se llenaba aquel autobús de Ramón con jabeños que iban a hacer las cataluñas. Qué nudo en la garganta se me hacía al verlos abrazados a sus madres, o a sus hijos; recuerdo igualmente las lagrimillas de las esposas y las novias (porque primero se fueron ellos solos), y a ellos -muy valientes y haciendo de tripas corazón- dándoles ánimos con promesas de escribir y, desde luego, telefonear cada domingo para hacer más llevadera la ausencia.

Los que se iban a Alemania, se despedían más en la intimidad. Eran unos cuantos y, para más tristeza, viajaban solos en aquellos insufribles trenes de carbonilla. Me imagino que el desgarro de esas familias resignadas a no verlos durante uno o varios años, era todavía mayor. Los contactos eran a través de aquellas cartas ribeteadas de color azul y rojo para subrayar que su destino era muy lejano: “Por avión”, rezaba en los sobres. No ha sido generalizado, pero alguno de ellos se inmoló malviviendo de por vida para dar bienestar a su familia. Algún otro murió allí y hubo quien -ya enfermo- regresó, sólo para morir. Otros vinieron jubilados a vivir con mujeres e hijos que le resultarían un tanto extraños; y solo dos o tres familia se quedaron allí viviendo para siempre: quizá dividiendo su corazón entre sus nietos alemanes y la nostalgia de su tierra. El saldo final, fue más bien negativo.

En el pueblo, la esposas, o las madres, abrían una y otra vez los postigos para mirar a ver si venía el entrañable cartero (Manuel Chamizo, Juan Gallardo y “Barbaridad”, este último vivo, son los que yo he conocido). Se alegraban leyendo las cartas con toda la familia alrededor, pero su gozo era doble cuando había “giro”. El giro postal era para las familias jabeñas como la sangre para el cuerpo humano, se necesitaba de su circulación para vivir: “Fulanita, firma aquí”, o “Pon el dedo allá” (en una cartulina blanca de dos cuerpos), y el cartero abonaba las pesetas giradas. (Se le solía dar una peseta de propina cada vez que se recibía un giro).

Los jabeños, creo yo, hemos emigrado siempre por necesidad, por mejorar nuestras condiciones de vida y algunos por aprender; si bien los que lo hicieron como expedicionarios en los siglos XV y XVI (que algún jabeño hubo que brilló con una alcaldía en el entonces Perú) estos, quería decir, añadían las ansias de aventura, las promesas de enriquecimiento, el romanticismo de amar en otros mundos, e incluso ser portadores de la fe “verdadera”: de ahí que fueran llamados “los conquistadores”. Los que salimos en los sesenta, más bien –sometidos- nos dejamos conquistar, o fuimos “conquistados”: tuvimos que vivir en ciudades en principio hostiles, aceptar trabajos nuevos, estudiar para adaptarnos mejor, e incluso aprender otros idiomas para integrarnos.

Estos primeros emigrantes, que viajaron solos, quedaron a sus parejas -muy jóvenes en el mayor de los casos- pendiendo de su lealtad, fidelidad y feliz retorno. Hubo de todo, hubo fracasos matrimoniales, novios que “eschangaron”, novias que cambiaron de rumbo en el autobús de Ramón, en fin, de todo; pero las más de las veces hubo reencuentro con normalidad. Unos años después comenzaron a emigrar familias enteras, y esto, siendo desgarrador en principio, permitió más calidad de vida al emigrado y el resurgimiento de una generación (ya dos) de jabeños y jabeñas (catalanes, madrileños o vascos) con una preparación laboral y cultural a años luz de la nuestra. Lástima que den frutos fuera de Extremadura. Y, de vez en cuando, ocurre que alguno –bien preparado- retorna al pueblo de sus padres con trabajo muy calificado, pero esto roza el milagro.

El que suscribe es un emigrante con suerte. Como siempre me han gustado las ficciones, me he imaginado -hasta creérmelo- que vivo en la calle más larga de la Haba, que no es Cantarranas sino Madrid. La plaza está un poco lejos, pero es cuesta abajo.

Buenas noches a to el jabeñerío,